Lunes 15 de Marzo de 2021, 12:03

El St George´s College, de Quilmes, tuvo que modificar sus protocolos por la pandemia
A las 7 suenan los despertadores, 7.30 es el desayuno y 7.50 van al colegio hasta el mediodía. De 12 a 13 es tiempo libre, a las 13 almuerzan y 13.30 vuelven a clases hasta las 16.45, hora del té. A las 17 los estudiantes pueden relajarse o practicar algún deporte, aprender un instrumento o tomar lecciones de arte. Pero a las 19 deben volver a concentrarse en el estudio. A las 20 se cena. 20.30 comienza un nuevo momento de estudio o “tiempo silencioso”, en el que debe haber un ambiente calmo en todo el edificio, y a las 22 se apagan las luces. Esta es la
rutina diaria.
En el St George´s College, en Quilmes, el único colegio privado y pupilo que queda en la Argentina, hay muchas reglas. Ahora, por la pandemia de coronavirus, se sumaron algunas más.
Son las 9.30. La casa principal, que es donde hoy viven los residentes, fue construida en 1929. Si se la mira de frente, el camino de ingreso se abre paso entre dos porciones de pasto que fueron podadas con esmero, árboles pequeños con formas bien definidas y algunas flores. Al levantar la vista, sobre el tejado, hay un campanario y un reloj con números romanos. De espaldas a la casa, se ven las dos enormes canchas de rugby. Está nublado. La escena tiene un marcado estilo inglés y no hay nada a la vista que pueda romper con la fantasía de estar en algún campus del Reino Unido.
Según el ministerio de Educación de la Nación, si bien el St George´s College es el único colegio pupilo privado, aún quedan escuelas militares, religiosas, rurales o instituciones que están ubicadas en lugares de difícil acceso y que mantienen la modalidad de alternancia, es decir que los estudiantes se quedan algunos días o una semana en la escuela, o que cuentan con un albergue para que los alumnos se queden todo el año.
Mateo tiene 14 años. Ingresó al St George´s College en la modalidad “flexi border”, esto quiere decir que podía quedarse a dormir en la institución de manera circunstancial. Según cuenta, entraba por dos días y luego volvía a la casa de sus padres, que son médicos. Este año se transformó en un residente semanal, duerme junto a sus compañeros desde el domingo o lunes hasta el viernes. “Mis padres no me pueden venir a buscar porque trabajan mucho, viven en Berazategui, pero están todo el tiempo trabajando. Igual me gusta estar acá, me adapté, en casa me aburro porque soy hijo único”.
Las construcciones y el paisaje tienen un estilo británicoOtra residente es Aurora, de 16 años. Su familia es de Coronel Pringles, provincia de Buenos Aires, un pueblo de alrededor de 20.000 habitantes a 525 kilómetros de la habitación donde hoy duerme con una compañera. Su padre es ex alumno del St George´s College. “Mi papá lo amó y quería que viva la experiencia. Yo me quedo todo el año acá, solo voy para allá los fines de semana largos o en vacaciones”.
En total, el St George´s College tiene 840 alumnos de los cuales solo 34 son residentes. Estos deben ser estudiantes de sexto grado del primario en adelante. Leonardo Barceló, director de alumnos residentes, explica que antes la palabra pupilo tenía una connotación negativa, pero que ahora es “distinto”. En los últimos años hicieron muchos cambios. Por ejemplo, ahora, la casa de residentes es mixta, si bien hay un sector de varones y otro de mujeres, todos viven bajo el mismo techo.
Los alumnos tienen salas de ping-pong y pool para los tiempos de ocio
La estructura fue totalmente refaccionada en 2018. Los estudiantes cuentan con salas comunes con mesa de pool, ping pong, Play Station 4, entre otros divertimentos. Hay salas de estar y una biblioteca de madera estilo inglés de tamaño considerable. El campus tiene 28 hectáreas y cerca de 22 edificios, hay desde aulas y un sanatorio hasta la casa del director de la escuela o de otros integrantes que también conviven en el predio junto a los estudiantes.
Ese es el caso de Barceló, que vive junto a su esposa y sus dos hijas en el campus. También conviven con los chicos, dentro de la casa de residentes, una profesora y un profesor. El lugar es muy agradable, pero el régimen es estricto: no se puede faltar a clases, salvo por un problema de salud, e incluso los fines de semana se deben respetar los horarios de las comidas y los alumnos hacen actividades artísticas o deportivas.
Leonardo Barceló, director de alumnos residentes del St George´s College
“El colegio pupilo es una modalidad que viene de la Edad Media, en donde los alumnos que provenían de otros lugares dormían en las instituciones. Luego, en el siglo XVII, la idea de que se aprende y se duerme en el mismo lugar tuvo que ver mucho con los jesuitas. Se pensaba en un lugar educativo que se diferencie del exterior. Dentro de la escuela se mantiene todo lo bueno para que el alumno lleve la bondad al exterior. También existía la idea de que el exterior corrompía. En los colegios pupilos, todo lo que pasa es educativo, no hay un momento en donde el alumno deja de ser alumno”, señala Pablo Pineau, doctor en educación y profesor titular regular de la cátedra de Historia de la Educación Argentina y Latinoamericana de la Universidad de Buenos Aires y docente en la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO).
Según Pineau, en el siglo XIX, los colegios pupilos pasaron a estar relacionados con las clases más bajas, porque el colegio ofrecía un lugar donde dormir y alimento, pero también con las clases más altas, que de este modo se aseguraban que sus hijos se junten con otros del mismo nivel económico y social.
El sanatorio que está dentro del Colegio St George, en Quilmes.
El especialista explica que este tipo de instituciones empezaron a desaparecer porque ya no es necesario que el alumno recorra grandes distancias para ir a un buen colegio, ahora hay mucha más oferta. “Además, hubo grandes cambios culturales, ya no se percibe a la juventud como una etapa peligrosa y creció la idea de estar abiertos al mundo. También sucedía que en los internados masculinos los varones debían forjar su masculinidad con la formación militar, esta es una idea que, por suerte, también ha perdido fuerza”, agrega.El año pasado, el St George´s College tuvo que interrumpir con la modalidad que lo distingue desde 1898. A partir del 20 de marzo, cuando comenzó el aislamiento social obligatorio, los residentes tuvieron que volver de manera paulatina a sus casas. Esto no solo hizo que en este nuevo ciclo lectivo tengan que volver a acostumbrarse a dormir fuera de sus hogares, sino que, además, el colegio tuvo que implementar estrictos protocolos para volver a recibirlos.
“Me había desacostumbrado a dormir acá, me daba un poco de miedo volver, pero igual quería venir. Siento que acá sos más independiente, te tenés que organizar con el estudio vos sola. Pero bueno, obvio que por la pandemia está el tema de los protocolos, que son incómodos, hay protocolo para ir al baño, para todo, una fiaca. Se usa el barbijo en todo momento, excepto en la habitación”, describe Aurora.
Una de las salas comunes del St George´s College
El protocolo que figura en la página web del St George´s College señala que en las habitaciones solo puede haber dos o cuatro personas, dependiendo del tamaño, y no podrán entrar otros estudiantes. Para facilitar la limpieza, los alumnos deben dejar sus pertenencias en los placares y, siempre que el clima lo permita, dejar las ventanas abiertas. A cada estudiante se le asignó una ducha, un inodoro y una bacha para higiene personal.Pero el protocolo no solo cambia la vida dentro del campus, sino que también las restricciones continúan cuando los alumnos vuelven sus casas. El texto dice lo siguiente: “Actividades que deberían ser evitadas tanto como sea posible: fiestas y eventos sociales con una gran cantidad de personas que no pertenezcan a la burbuja familiar, viajes o vacaciones a áreas congestionadas y quedarse a dormir en casas ajenas”.
Alumnos del St George´s College
Como el colegio funciona como una pequeña comunidad, el error de uno podría afectarlos a todos: “Cuando tomen decisiones, por favor piensen en el resto de la comunidad y recuerden que el Colegio no puede elegir cómo responder, sino que debemos seguir los protocolos que nos da el gobierno, incluso si eso significa poner en cuarentena a un grupo grande de estudiantes. Estoy seguro de que ninguno quiere ser responsable por esto por consecuencia de una fiesta o de quedarse a dormir en casas ajenas”, agrega el texto.A pesar de los protocolos y de no poder compartir la cotidianeidad del hogar con los padres, Fernanda Blanco, médica del St George´s College, resalta que sus hijos son los que le piden quedarse dentro de la institución: “No es ni un abandono ni una penitencia, mis hijos son alumnos del colegio y ellos mismos me piden de quedarse a dormir, acá están muy bien, contenidos y con amigos”.
Una de las habitaciones en donde duermen los alumnos residentes del St George´s College
Si bien este es el único colegio pupilo de la Argentina y, tal vez, a algunos padres esta modalidad no los atraiga, según James Belmonte Diver, director general del colegio, las instituciones pupilas están floreciendo en todo el mundo: “Cada vez hay más, debido a la economía global actual, donde los padres se mudan de país con mayor facilidad que nunca. En ese contexto, los colegios con modalidad residencial brindan estabilidad y un lugar para que los niños echen raíces, aunque su familia esté en constante movimiento. Los colegios residenciales también ofrecen a los jóvenes la increíble oportunidad de desarrollar la responsabilidad, la independencia y un enfoque de mentalidad comunitaria, que a menudo falta en la vida de los jóvenes de hoy”.
/La Nación
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