Martes 21 de Septiembre de 2021, 05:01
La primera audiencia del juicio por el crimen de Facundo Ferreyra, el chico de 12 años que murió baleado en la cabeza durante una persecución policial, permitió escuchar por primera vez la versión de los acusados, Nicolás Javier Montes de Oca y Mauro Gabriel Díaz Cáceres.Ambos dieron una versión coincidente sobre el motivo que los llevó a iniciar la persecución, asegurando que un hombre vestido de verde, nunca antes mencionado en la causa, les advirtió mediante señas que los jóvenes motociclistas a los que intentaron detener, estaban armados.
Esto, según los uniformados, fue el inicio de la secuencia que, siempre de acuerdo con sus dichos, siguió con disparos desde la moto en la que Facundo viajaba como acompañante, agresión que dijeron haber repelido con postas de goma y luego con un arma reglamentaria.
Pero los testimonios de
J, el joven que llevaba al menor asesinado en la moto, y el de
U. H., compañero de escuela de Facundo al comando de otro rodado similar que participó en la escena, pusieron en duda los dichos de los acusados, al asegurar que ninguno de ellos portaba un arma.
J. fue tajante al asegurar que de haberla tenido, habría disparado a matar contra los policías, porque la forma en que se manejaron cuando llegaron a la esquina en la que Facundo yacía agonizante, le hizo temer que también iban a matarlo a él.Tanto unos como los otros incurrieron en contradicciones respecto de lo que declararon poco después de aquel fatídico 8 de marzo de 2018, cuando Facundo Ferreyra cayó muerto en la esquina de avenida Sáenz Peña y pasaje Río de Janeiro.
Los testimonios de la abuela y de la madre del niño muerto en cambio, fueron contundentes, lapidarios, y alcanzaron hasta al ministro de Seguridad Ciudadana
Claudio Maley, a quien la primera acusó de mentirle ofreciéndole la instalación de una panadería a su nombre para que desistiera de la acusación.
Mercedes del Valle Ferreyra contó cómo fue esa última noche, cuando Facundo se escabulló por la ventana para ir a ver las picadas con sus amigos, y como los días que siguieron se convirtieron en un infierno de amenazas y actos intimidatorios contra la familia.
“Sigo destrozada, dejé de trabajar tras esto después de 50 años de trabajo. Fuimos agredidos por la Policía, que vino a hacernos tiros cuando tomábamos mate en la puerta de mi casa con mi hija”, aseguró la mujer que crió a su nieto como a un hijo en el barrio Juan XXIII.
Romina de los Angeles Ferreyra, la mamá de Facundo, no tuvo la entereza de su madre para hablar. Quebrada por el llanto, recordó que cuando se fue a Sunchales, Santa Fe, por trabajo, poco tiempo después tuvo que mandar a Facundo de vuelta con su abuela, porque era lo que el menor le pedía.
También evocó la noche en la que su hermana la llamó para avisarle que su hijo había sufrido un accidente de tránsito.
“Cuando llegué a Tucumán me enteré que en realidad lo había asesinado la Policía”, aclaró antes de pedir justicia por la memoria de Facundo.