Cien años del nacimiento de Martín Karadagian: secretos más íntimos del campeón de Titanes en el Ring

Sábado 30 de Abril de 2022, 17:50

El campeón se crió en un conventillo de San Telmo y luchó durante toda su vida por lo que siempre fue su sueño: el catch. El recorrido de vida de uno de los personajes más queridos y respetados de nuestra televisión.



Martín Karadagian, hijo de la española Paulina Fernández y del armenio Hamparzún Karadayijan, nacido el 30 de abril de 1922 en un conventillo de San Telmo, con salida a las calles Defensa y Carlos Calvo. Años después, uno de los responsables de que el Luna Park estalle de público y vítores tres veces a la semana, en el espectáculo de lucha más grande e importante de la Argentina.

Digno de una personalidad férrea, Martín fue objeto desde muy chico de los maltratos de su padre: “Era una bestia, un matarife rico y amarrete que se cansó de pegarnos a mí y a mi hermana”, había contado Martín: “¿Por qué voy a hablar bien de mi padre? Fue un padre muy duro. Nosotros cuando veíamos en el almanaque un feriado que vendría dos meses después, ya nos poníamos a llorar porque significaba que el viejo se iba a pasar todo el día en casa”, relataba Martín en su momento, en una entrevista brindada a Satiricón.

Junto a su padre, a los seis años de edad comenzó a ir al mercado: “Tenía que gritar: ‘¡Corderito a un peso el cuarto!’, y si me quedaba un rato callado o sin voz, me pinchaba con un hueso. ¿Por qué voy a hablar bien de ese hijo de puta? Yo fui un buen hijo, pero no por eso iba a hablar bien”, expresó, completamente marcado por aquel hombre.



Entre carga y carga de medias reses, Martín comenzó a frecuentar la Asociación Cristiana de Jóvenes donde practicaba la lucha libre y grecorromana, según contó a Teleshow su hija Paulina Karadagian. La leyenda sigue y asegura que ganó en Detroit el título panamericano infantil de lucha grecorromana, para cuatro años más tarde, en Londres, alzarse con el título mundial de la categoría cadetes mayores.

El campeón fue al colegio solo hasta primer grado inferior, para luego salir a la calle a arreglárselas como podía: con su amigo el rengo Media gamba vendían caramelos en los trenes y, a sus ocho años, ya era ‘lustrabotas’. En realidad, y como él mismo se llamaba, era un “empresario”, ya que le había encontrado el negocio perfecto: “compraba unos cajones y se los daba a unos pibes para que trabajen para mí”.

Cumplidos sus 18 años Martín logró poner su propia carnicería, pero no era algo que lo satisfacía. Tampoco lo era la lucha grecorromana. El campeón quería ser parte de las luces y del show que ofrecía cada noche el Luna Park con el “cachacascán”, como se mencionaba en la calle al catch as catch can (agárrese cómo pueda, en inglés).



Con ese objetivo en mente, Karadagian comenzó a entrenar duro y a acercarse a diferentes personalidades para poder ir metiéndose de a poco en el ambiente: “Él volvía todas las semanas hasta que, una vez, se le ocurrió una estrategia para poder convencer al director de la troupe, el Hombre Montaña”, contó su hija.

Entre esos intentos, una noche, Martín no tuvo mejor idea que tocarle el timbre al ucraniano Iván Zelezniak en su departamento del cuarto piso frente al Luna Park. Cuando le abrió la puerta, Martín cargaba una media res a cada hombro. Y le dijo que así había subido y, de la misma forma, pensaba bajar. Zelezniak lo elogió y aceptó que se uniera a ellos.

“El catch era como una gran familia en ese momento. La lucha permitía todo: escupir en el suelo, si uno tenía ganas o andaba un poco resfriado. O acomodarse las ‘partes orgánicas’. Nadie se ofendía. Era catch y listo. Ganábamos 15 pesos salvo los domingos, en que ganábamos 60”, contaba Martín.

En medio de todo eso, Karadagian también incursionó en el mercado de los Estados Unidos y luchó de agosto a diciembre de 1949 en New York y ciudades de la costa este como Asbury Park, New Jersey, Pottsville, Pennsylvania, Passaic. Además, a mediados de los 50, estaba abocado de lleno a su local comercial: la joyería Olympic, que tuvo durante varios años en Libertad 315, en pleno centro porteño. 

Pero el armenio no se conformó con eso. En 1957 desembarcó en el cine como Pantera, en el filme Reencuentro con la gloria, estrenada en 1962. En la pieza, interpreta a un luchador en decadencia que termina matando a su amigo por una mala toma.

Pero los albores del catch en el Luna Park no serían por siempre, y la movida comenzó a decaer a paso firme. En ese momento, surgió la televisión como un escenario plausible para recibir a la estructura ya montada entre la disciplina, sus luchadores y el folklore que se había construido alrededor
. Es así que el campeón armó una troupe de luchadores, que luego serían los míticos Titanes en el Ring.

El 12 de noviembre de 1961, Canal 9 transmitió un enfrentamiento que quedaría grabado para siempre en la memoria intrínseca de la televisión argentina: la lucha entre Martin Karadagian y Piluso, el personaje de Alberto Olmedo. El canal estrenaba esa noche el camión de exteriores y aseguran que estuvieron presentes unos 40 mil espectadores. Este éxito rotundo llevó al ciclo a instalarse de lleno en la pantalla chica.

“Siempre fue el malo que amaban odiar. Se hizo bueno cuando nací yo. ‘Nunca podría soportar la mirada de mi hija viéndome malo’, me decía”, confió Paulina al medio mencionado. Cada noche, los espectadores se encargaban de subir el ciclo a lo más alto de los éxitos de nuestra televisión, y acompañaron cada emoción en su recorrido itinerante por los cuatro canales de aire. Y no quedó entre fronteras argentinas, porque en los 70 llevaron adelante exitosísimas giras por América Latina, en países como Uruguay, Panamá, Ecuador, El Salvador, Paraguay y Costa Rica.

A comienzos de los 80, la salud del campeón comenzó a menguar y eran habituales los desmayos: “Tenía tapadas las carótidas, por eso se desvanecía”, contó Paulina. Con el objetivo de hacer un descanso de tanto trabajo, Martín emprendió unas vacaciones a Río de Janeiro, Brasil, para poder aprovechar los carnavales y relajarse. Pero su salud le falló nuevamente: un infarto en uno de sus pies, con la única proyección de amputación como solución.

Entre agosto a diciembre de 1949 fue a Estados Unidos
y luchó en New York y ciudades de la costa este.

“Si alguien te pregunta cómo estoy, a todos deciles que bien, que papá seguirá luchando y que ahora, como tiene una pierna menos, hará del Pirata Martín, el luchador que se enfrentará con Simbad, El Marino”, le explicaba a su hija, tras la intervención quirúrgica en mayo de 1984.

En medio de intensos ejercicios de recuperación, Karadagian hizo lo ¿inesperado? A fuerza de prótesis y bastón, en 1988 volvió a Titanes en el Ring: “¡Estoy vivo!”, gritó. “Gracias a Dios y a mi familia. Porque el hombre que quiere, siempre puede, y yo quiero, y por eso pude llegar hasta acá. A la entrada, no sé si ustedes lo han visto, he tirado mi bastón, porque teniendo a Titanes en el Ring no necesito ningún apoyo, el bastón no me hace falta”, expresó en su momento, emocionado.

Martin Kardagian murió a los 69 años de edad, en agosto de 1991, producto de un edema pulmonar: “Quiero morir postrado. Quiero que me tenga postrado en una cama. Meses y meses, años y años. Que no me mate la muerte. No, no. Yo quiero vivir. Yo quiero pelear con la muerte”, fueron sus palabras en aquella inolvidable noche del gran regreso del eterno campeón. /Ciudad