Lunes 25 de Agosto de 2025, 23:51
Ema Bondaruk se quitó la vida, 24 horas después de que en clase se viralizó un video íntimo. Un chico de 14 años que iba a su misma escuela empezó a compartir sin su consentimiento un video de ellos teniendo relaciones sexuales. Primero fue a uno, después a otro y el hilo de la viralización explotó. Imparable, las imágenes íntimas empezaron a circular por interminables grupos de WhatsApp.
Se cumplió un año y su mamá Laura Sánchez presentó la Guía Ema para prevenir la violencia digital y un proyecto de ley para que las escuelas incorporen el tema en la currícula.
El colegio “hizo todo mal”, señala Laura. Los llamaron a los dos a Dirección y les avisaron a los padres. “Hola, mamá pasó esto. Ya hablamos con los dos”. Solo eso. Pero, ¿qué les dijeron? ¿Por qué le llamaron la atención a Ema? ¿Qué le explicaron al chico? ¿Pudieron hacerles entender la gravedad y contenerlos? ¿Qué hubiera pasado si existía un protocolo como la guía Ema. “El lunes voy a hablar”, respondió Laura a un llamado de una secretaria.
“El viernes hablamos, pero ya era tarde. Había gente en casa. Yo no entendía qué era lo que pasaba. Mi preocupación era que Ema había estado en su dormitorio con un chico que apenas conocía porque nos habíamos mudado y era nueva en el colegio. No reparé en lo del video”, dice Laura y recuerda con angustia. “Yo le dije_ ‘¿Y si te viola y te mata, y cuando llego de trabajar te encuentro muerta? Me tengo que morir yo detrás...’“.
Ema y Laura tuvieron una típica discusión de hija adolescente y madre. “Ema, hasta acá. Voy a hacer las compras que me cierran los negocios. Vuelvo y seguimos hablando”, le marcó Laura. “Yo llegué a la 13.35 y ya era tarde”, dice. El mundo de Laura se derrumbó.
Ema era un cascabel, muy cariñosa, combativa, alegre. Estaba planeando unas vacaciones con su familia en Brasil, quería estudiar psicología y se había decidido a festejar su cumpleaños en una quinta, en octubre. “Sí, ma, empezá a buscar para reservar la fecha”, hacía un rato le había dicho a Laura.
Laura no se levantaba de la cama, lloraba todo el día, pasaba quizá días sin bañarse. Cuando lograba salir caminaba kilómetros y kilómetros sin parar. Sin freno y sin parar de llorar. “La policía me detenía para preguntarme si me pasaba algo”, cuenta. En octubre, la activista mexicana Olimpia Coral Melo la visitó cerca de su casa en Longchamps. Olimpia había sufrido la viralización de un video íntimo cuando tenía 18 años y tuvo tres intentos de suicidio. Ahora logró que muchos países tengan Ley Olimpia.
En la Argentina, es la ley 27736 que sanciona la difusión de imágenes íntimas. No hay en el país ninguna norma y ningún protocolo para adolescentes. “Es tremendo lo que pasa con las adolescencias y los entornos digitales. Vos podés hablar en tu casa, pero tu hijo es interpelado por un montón de cosas y muchas cosas suceden en la escuela Por eso hay que educar a la sociedad toda y a la comunidad educativa”.
“Ema no fue su último acto de vida. Fue mucho más. Tenía conciencia social, un sentido de justicia. Se conmovía mucho con las abuelitas, los adultos mayores. Una vez me pidió que le llevara comida a una señora. Era muy buena”, dice Laura.
“Cuando empecé a entender qué era la violencia digital de género, entendí. Es tremendo. Las víctimas sienten como si las violaran. Las consecuencias son silenciosas. Por eso tenemos que hablar de esto en las escuelas”, señala.
Su mamá habla y parece que la toca. La acaricia con las palabras. Durante la entrevista, en una mañana soleada de agosto, una pluma blanquísima irrumpe suavemente, planea y la roza a Laura. Se estremece y se le iluminan los ojos: “Yo siento que es Ema, que me dice ‘está bien lo que estás haciendo’. Yo creo que es así”. /TN