Cerró su clínica, acumuló deudas y el dato de un paciente le cambió la vida

Lunes 09 de Mayo de 2022, 09:43

Omar Ortiz es kinesiólogo y arribó a la Argentina desde Venezuela en 2012



Omar Ortiz fue el primero de su familia en emigrar de Venezuela. Ocurrió en el año 2012, cuando reunidos en la casa de sus padres coincidieron en que todos merecían un futuro tan grande como sus sueños.

Decidieron que sería juntos o separados. El principal objetivo era salir de Caracas y no importaba si aquel logro se conseguía de a uno. Omar dio el paso inicial. Eligió la Argentina por el contacto de un amigo muy cercano que había arribado a la ciudad de Mar del Plata en 2011.

“Viví dos meses ahí, pero cada 15 días viajaba a La Plata a realizar un posgrado en kinesiología. Me recibí en Venezuela y fue lo primero que hice al llegar aquí: trabajar como kinesiólogo”, contó Omar.

Invirtió en un centro de kinesiología y se fundió con la pandemia

Las oportunidades no sobraban. Omar, sin embargo, luchó por encontrarlas. Para ello debió caminar durante algunos meses por el terreno de la informalidad laboral hasta poder rendir las 16 materias que validaron su título venezolano.

El kinesiólogo se casó en 2016 con Rocío y es padre de Camilo y Sofía (Foto: Omar Ortiz).
El kinesiólogo se casó en 2016 con Rocío y es padre de Camilo y Sofía (Foto: Omar Ortiz).

“Trabajaba en distintos centros. Era incómodo por la matrícula. Yo pensé que con el título emitido en mi país podía trabajar, pero al año que me enteré de que no, así que inmediatamente tramité la homologación en Buenos Aires”, relató.


Omar agregó: “Como Venezuela y Argentina no tienen convenio en lo que tiene que ver con universitarios, tuve que rendir esa cantidad de materias. Lo logré y a partir de allí pude ejercer como kinesiólogo de manera legal. Transcurrió así hasta 2015, año en el que decidí abrir mi propio centro junto a otros kinesiólogos”.

El especialista en kinesiología deportiva apostó por un crecimiento mayor. Lo hizo impulsado por Rocío, su esposa desde 2016, quien lo apoyó en aquella idea de utilizar los ahorros en dólares para dicha inversión.

Omar instaló los equipos al lado de una computadora que utiliza para trabajar (Foto: Omar Ortiz).
Omar instaló los equipos al lado de una computadora que utiliza para trabajar (Foto: Omar Ortiz).

“Éramos tres socios. También pedimos un préstamo. Trabajábamos 12 horas por día y crecimos bastante. Eso fue hasta el 2017. A partir de ese entonces comenzó a decaer al ritmo del país. Solo sobrevivíamos. Teníamos secretarias, kinesiólogos, personal de limpieza. Fue un emprendimiento progresivo que un día se estancó”, contó.

La pandemia sepultó el negocio en su totalidad. “Pagamos sueldos de abril, mayo, junio y no pudimos sostenerlo más. Entregamos la llave del local y todo lo fuimos vendiendo. Lo llevamos a una baulera y la empezamos a vender”, explicó.

El dato de un paciente y la inversión que lo sacó adelante

“En vista de eso no sabía qué hacer. Empecé a trabajar a domicilio, con los médicos que me mandaban pacientes, pero era complicado porque pagan poco. Tenía pocos particulares. No me quedó otra que analizar qué hacer con un dinero que tenía ahorrado”, explicó Omar.

Omar incluyó en su cuenta unos dólares que su papá le había enviado desde Estados Unidos. “Un día, hablando paciente que tiene una empresa de software, me dio un dato que me quedó. Después me dijo si sabía algo de criptomonedas y de la minería. Me mostró todo mientras lo atendía. Me interesó y busqué aprender de a poco”, narró.

Apostó fuerte a mediados de 2021. “Empecé con la minería, porque para poder hacer trading necesitás leer, estudiar. Mucha experiencia. Es como ser corredor de bolsa, un mercado más volátil. Compré equipos y mientras seguía con la kinesiología. Invertí alrededor de US$15.000, reveló Omar, que reside con su familia en La Plata.

El papá de Camilo y Sofía utilizó una pequeña habitación de su casa para colocar todos los equipos. “Fue un rebusque”, avisó. “A medida que comencé a ganar dinero fui ahorrando para recuperar lo invertido y con el resto pagaba cosas. Es muy difícil dar números concretos, pero con los equipos que tengo puedo sacar alrededor de US$1000 por mes”, detalló.

“Por un lado es triste haber llegado a esto porque soy kinesiólogo, amo a mis pacientes y lo que se genera cuando se recuperan, cuando ya no sienten dolor. Dios me guió para hacer esto. Pero lamentablemente la circunstancia me llevó a hacer otra cosa”, sostuvo.

“Es difícil ser kinesiólogo independiente en Argentina. Más que nada por el tema de las obras sociales, los impuestos, el colegio de kinesiólogo que también te saca un porcentaje de la facturación. Pero bueno, la piloteo, tengo meses mejores y otros peores. Es la profesión que amo”, reiteró.

En relación al futuro, indicó que la inversión en criptomonedas “ya fue suficiente”, dado que le preocupa lo que pueda llegar a suceder con las regulaciones. “Ya invertí lo que tenía que invertir. Este año espero recuperar todo y seguir así”, expresó.

Omar completó: “Sueño con volver a tener un centro de kinesiología grande, pero no es rentable. Los colegas que sí los tienen viven al día, con meses de pérdida. Y en la balanza es mucho el sacrificio para tan poco rédito”. /TN