Tras el primer puñado de canciones, Taylor toma aire, dibuja una enorme sonrisa y atina a volver a decir que este público es “increíble”. Parece una sirena sobre un mar de cabezas y, al mismo tiempo, una veterana que lleva décadas realizando este tipo de shows.
Taylor, envuelta en un body con los colores de la bandera argentina, se muestra agradecida por el recibimiento local y se dispone a regalarle a las más de 70 mil almas que la ovacionan en el Monumental más de tres horas de espectáculo. “Miss Americana & The Heartbreak Prince”, una vez más, marcó el inicio del show y de la primera era a repasar, la de Lover, su álbum de 2019. “Cruel Summer”, “The Man” y “You Need to Calm Down” fueron las que siguieron con el menú. Y precisamente eso era lo que no tenían pensado hacer las swifties, calmarse.
Más allá del segmento acústico, ese binomio de temas que Taylor guarda como el momento sorpresa de cada show (esta vez interpretó “Better Than Revenge” y “Slut!”), la lista de temas no sufrió modificaciones con relación a los dos shows anteriores. La puesta, impactante, es capaz de instalar frente a nuestras narices un bosque nevado o una réplica de la casa de la infancia de la cantante.
La enorme pantalla que va de una punta a otra del escenario devuelve una imagen tan nítida y vívida que incluso compite con la Taylor de carne y hueso que, los que estamos ubicados en el campo delantero, la tenemos a solo unos metros.
La extensísima pasarela que llega hasta más allá del centro del campo es utilizada por ella, sus músicos y sus bailarines para ir y venir en la mayor parte de las más de tres horas de show.
El colorido del vestuario (de celeste y blanco a amarillo, de rojo a blanco), la tarima que la eleva aun más sobre las cabezas del público, el humo, el papel picado y todo alrededor componen una oferta visual y sonora tan amplia como reconfortante. Sí, las tres horas se desvanecen como si fueran apenas un instante y ahí reviste uno de los grandes aciertos del show: cada elemento tiene su función y cada pasaje diseñado al detalle.
Cada uno de los conciertos de Taylor Swift en la Argentina dejó perlas y momentos inolvidables
A lo largo de las tres fechas la misma artista se sorprendió del fervor de los miles de fanáticos durante el espectáculo. En el primer show, al final de uno de sus hits, se quedó anonadada escuchando el grito de miles de personas en el estadio y les agradeció con unas emotivas palabras. “¿Dónde estuvieron toda mi vida? Estoy teniendo una experiencia alucinante”, exclamó emocionada la artista norteamericana al notar que el público argentino coreaba su nombre y agregó: “Esperen, ¿qué están haciendo?”
Taylor se detuvo a escuchar al público que le cantaba: “Olé, olé, olé Taylor, Taylor”. Para coronar su estreno en tierras argentinas, la cantante se quitó los auriculares para prestar más atención y quedó boquiabierta con el exaltado público argentino. Por la pantalla del estadio se la vio exclamar “¡Wow!” y se tomó la cabeza con la mano.
En la segunda fecha, al igual que en el primer concierto, la cantante pop tuvo un gran ida y vuelta con sus fans al finalizar cada canción. Y no solo fue furor ella con sus tres horas de concierto, sino que también captó la atención de todo el público argentino la presencia de su novio, Travis Kelce. La estrella de la NFL estuvo en la carpa VIP con el padre de Taylor, Scott Swift y con Sabrina Carpenter -la telonera y amiga de la artista-, y cantó y ovacionó a su novia durante el recital. Sin embargo, el momento que enloqueció a todo el estadio se dio al final, cuando la cantante bajó del escenario, corrió a los brazos de Travis y se besó frente a todos por primera vez en público.
Lo cierto es que la primera vez de Taylor Swift en la Argentina emocionó a los miles de fans que esperaron esta fecha del año para ver a su ídola. Swift demostró estar a la altura de tan fervorosa bienvenida y cumplió con todas las expectativas al regalarle al público un amplio repaso por todos sus discos, así como agradecerle sobradamente el afecto recibido durante su estadía en el país. /La Nación