Lunes 27 de Noviembre de 2023, 06:10
La presidenta del Senado, Cristina Fernández de Kirchner, junto a la vicepresidenta electa, Victoria Villarruel.
El Senado se prepara convertirse en escenario de una dura pulseada política entre la resistencia kirchnerista, que planea liderar desde el llano opositor Cristina Kirchner y que se traducirá en la decisión de quedarse con la presidencia provisional y el control administrativo y parlamentario de la Cámara alta, y una diáspora de fuerzas políticas y monobloques que promete enfrentar la embestida con la que el peronismo que responde a la expresidenta pretende recibir al gobierno de Javier Milei y a su vicepresidenta, Victoria Villarruel.
Ninguno de los dos sectores ha mostrado sus cartas todavía, pero ya se dejan sentir en ambos lados los sordos ruidos de los preparativos para el enfrentamiento.
Por lo pronto, la confrontación fue postergada por una semana, como un adelanto de que el kirchnerismo quiere seguir manejando los tiempos políticos de la Cámara alta, y recién el próximo 5 de diciembre se celebrará la sesión preparatoria del Senado.
En esa reunión, que el Reglamento establece que debe hacerse el 29 de noviembre, jurarán los 24 senadores electos en la elección de octubre y se elegirán las nuevas autoridades del cuerpo.
Si bien lo niegan en público, la decisión del kirchnerismo de resistir en el Congreso desde el primer minuto la administración de Milei viene de vieja data.
Antes del balotaje, incluso, las principales espadas de Cristina Kirchner en la Cámara alta advertían en conversaciones informales con sus colegas que no pensaban ceder el control del Senado ante una eventual derrota de Sergio Massa en la segunda vuelta. Aquel futuro se convirtió en presente.
La profundidad del golpe electoral fue de tal magnitud que Cristina Kirchner se vio obligada a reemplazar las frescas jornadas del otoño europeo, donde tenía previsto exponer el jueves pasado en una universidad de Nápoles, por el ambiente climatizado de su despacho del primer piso del Senado para liderar un comité de crisis en el que el sector peronista que responde a sus mandatos diseña la resistencia al gobierno de Javier Milei.
Durante toda la semana, como si de una versión femenina y moderna del Conde de Montecristo se tratara, la vicepresidenta en retirada comenzó a planificar la venganza del kirchnerismo en tertulias que se extendieron hasta más allá de las 21, cuando los pasillos y la mayoría de los despachos de la Cámara alta ya estaban desiertos.
Los senadores Oscar Parrilli, Anabel Fernández Sagasti, Juliana Di Tullio, José Mayans, actual jefe del bloque, y Eduardo de Pedro, que asumirá su escaño el próximo 10 de diciembre, fueron algunos de los kirchneristas de paladar negro que se sentaron a hacer catarsis y a planificar el futuro con la vicepresidenta.
No faltaron a la cita peronistas tradicionales como el gobernador Gildo Insfrán.
El formoseño, que demostró con el triunfo de Massa en el balotaje que ha hecho de la provincia un bastión inexpugnable del peronismo, se encontró con una guardia periodística inesperada cuando entró al Senado el miércoles último.
Es que, a la misma hora, estaba previsto el encuentro entre Cristina Kirchner y Victoria Villarruel para escenificar el inicio de la transición en la conducción de la cámara alta.
“¿Viene a ver a Cristina?”, preguntaron.
“No, no se olviden que mi provincia tiene dos senadores”, respondió, rápido de reflejos, el mandatario norteño. Lo cierto es que entre el despacho de Mayans y el de la vicepresidenta hay apenas un piso de diferencia y un ascensor en común.
Control total
Mientras el resto del peronismo todavía sigue indigestado con el golpe político del balotaje, el kirchnerismo ya empezó a planificar la resistencia. Es una manera de picar en punta en la carrera por imponer el perfil que adoptará el peronismo en su nuevo regreso al llano opositor, el segundo en los últimos ocho años bajo la conducción de Cristina Kirchner.
De hecho, el kirchnerismo del Senado planea hacer de cuenta que la derrota del domingo pasado no existió y pretende apoyarse en su condición de primera minoría para quedarse con todos los cargos estratégicos para asegurarse el control de la Cámara alta.
No sólo piensan imponer a un dirigente propio en la presidencia provisional y, por lo tanto, en la línea sucesoria de Milei, sino que también pretenden retener las secretarías Administrativa y Parlamentaria y convertir a Villarruel en una figura decorativa. El dato no es menor, ambas oficinas son claves en el manejo financiero de la Cámara y en el control del trámite legislativo de los proyectos, respectivamente.
“Si se quedan con la Secretaría Administrativa sería un verdadero golpe de Estado en el Senado. No pueden quitarle a Villarruel el control financiero de la Cámara, la dejarían sin poder alguno”, se sorprendió un legislador peronista de mil batallas en el Senado.
No es todo. También pretenden seguir manteniendo la mayoría de las presidencias y la supremacía numérica en cada una de las comisiones de trabajo legislativo. En otras palabras, el kirchnerismo quiere tener la llave para decidir cuándo funciona, o no, una comisión y qué proyectos deberá discutir. /La Nación
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