El crimen más incomprensible de todos: el caso de los chicos de 10 años que mataron a otro de dos

Domingo 03 de Noviembre de 2024, 15:55

James Bulger.



Como tres hermanos

El viernes 12 de febrero de 1993, a la tarde, las cámaras de seguridad del centro comercial Bootle Strand, cerca de Liverpool, captaron las imágenes de una escena de la vida cotidiana, un chico llevando de las mano a un nene pequeño. Unos pasos más adelante iba otro chico. Parecían tres hermanos. Los transeúntes apenas los notaban; el más chico parecía ir confiado pasando de la mano de uno a la del otro. Mientras, una desesperada madre, Denise, buscaba a su único hijo, de dos años, que se había perdido. El nene se llamaba James Bulger.

Los otros dos chicos que se veían en el video llevando de la mano a James, tendrían unos 10 años. Se llamaban Jon Venables y Robert Thompson. Habían robado cosas todo el día en el centro comercial: dulces, un muñeco troll, algunas baterías, una lata de pintura azul. Vieron a James y quisieron llevárselo. Fue en un aquí y ahora (hic et nunc). Eso querían. Al instante siguiente, no sabían qué hacer con él. Podrían haberlo abandonado junto a una tienda, pero Jon y Robert, como pibes que prefieren destruir sus propias posesiones antes que dárselas a otro, se lo llevaron igual. Los padres de James nunca lo volverían a ver con vida.

Denise Bulger, de 25 años, llevaba a James a todas partes. Perdió a su primer hijo durante el embarazo y no quería que le pasara nada a su precioso James, de ojos azules, sonrisa radiante y cabello color arena. El pequeño cumpliría tres años el próximo mes de abril.

James Bulger fue separado de su mamá en un centro comercial y engañado por dos chicos que se lo llevaron.

Aquel viernes 12 de febrero, a las 14.30, Denise acompañó a la novia de su hermano, Nicola, al centro comercial Bootle Strand y, por supuesto, llevó a James. Nicola compró ropa interior y Denise esperó cerca. James se estaba poniendo nervioso y armaba un escándalo si tenía que viajar en el cochecito. Denise y su futura cuñada llevaron a James a merendar en la esperanza de que se calmara.

Solo les quedaba pasar por la carnicería. Denise dejó a James junto a la puerta y entró con Nicola. Cuando la joven mamá salió del negocio para recoger a su hijo, no lo encontró. Corrió hacia adentro, nerviosa. “Solo estuve en la tienda unos segundos. Me di la vuelta y se había ido”, exclamó.

“Vamos, bebé”

Esa misma mañana, Jon Venables salió de su casa de Merseyside para ir a la escuela. Vio a su vecino Robert Thompson. Los dos odiaban las clases; afirmaban que en el colegio los trataban como parias. Eran expertos en hacerse la rabona. Jon y Robert llegaron al centro comercial para robar. No parecía importar qué. Acechaban alrededor de los mostradores, embolsándose lo que tenían a su alcance cuando el vendedor estaba ocupado.

Robaron pilas, pintura de esmalte, bolígrafos y lápices. Ellos se divertían. A Jon y Robert los echaban de los comercios. Se burlaron de una anciana, la empujaron por la espalda y luego salieron corriendo. Se subieron por todas las sillas de un McDonald’s hasta que los sacaron. Jon y Robert fueron a un puesto de comida cerca de la carnicería, con la esperanza de embolsarse algunos dulces, pero el puesto estaba cerrado. Mientras permanecían allí un momento, preguntándose qué hacer a continuación, Jon vio a un niño pequeño con un anorak azul junto a la puerta de la carnicería.

“Vamos, bebé”, dijo Jon. El pequeño James lo siguió y Jon lo tomó de la mano. Junto, salieron del centro comercial. La cámara de seguridad los capturó cuando se iban, a las 15:42.
Denise entró en pánico

La llevaron a la oficina de seguridad, donde describió a su hijo. Era rutinario anunciar los nombres y las descripciones de los niños perdidos por los altavoces. Pero nadie respondió a este llamado. Denise y Nicola fueron tienda por tienda y volvieron a llamar a los agentes de seguridad. No había novedades de James. A las 16.15, llamaron a la Policía para denunciar la desaparición.

James Bulger junto a su mamá Denise.

James lloró y pidió por su madre, pero los chicos no le hicieron caso. Se alternaban para llevarlo de la mano. Llegaron debajo de un puente, en una zona aislada. Uno de ellos (cada uno culpó al otro) levantó a James y lo dejó caer sobre su cabeza. James lloró. Jon y Robert escaparon, pero no estaban preparados para matar. Volvieron al instante. El pequeño, con un gran moretón, un corte en la frente, mocos, sangre y saliva en la cara, siguió con ellos.

Los muchachos parecían haber perdido su propósito y su dirección. Deambularon, paseando por negocios, oficinas y estacionamientos. Un testigo en un autobús vio a los dos chicos balanceando las manos de un nene que caminaba entre ellos. Más tarde, un automovilista vio a los jovencitos tironeando al bebé en contra de su voluntad. Estaba llorando y no quería ir más allá. Vio a uno de ellos patearlo en las costillas. El hombre no intervino.

Jon, Robert y James ya habían caminado más de un kilómetro y medio a lo largo de una carretera muy transitada de Liverpool. Jon cargó a James por las piernas, mientras Robert lo sostenía por el pecho. Torpemente, llevaron al nene a una meseta cubierta de hierba junto a un embalse, donde se sentaron en un escalón y descansaron. Siguieron caminando por una loma. Ya habían recorrido más de tres kilómetros. Una mujer que paseaba a un perro se detuvo frente a Jon y Robert, los observó en silencio, miró al nene lastimado y sucio y les preguntó qué estaba pasando. Le dijeron que habían encontrado al niño perdido y que se dirigían hacia la comisaría. No era verdad.

Las vías del ferrocarril

Eran las 17.30 y había caído la noche. La comisaría estaba a su derecha; la casa de Robert estaba a su izquierda. Pero los chicos decidieron volver a las vías del ferrocarril, evitando la comisaría. Con la decisión de ir a las vías, la intención incierta y serpenteante de Jon y Robert ahora se volvió concreta y fatal. En el camino, Jon arrancó la capucha del anorak de James y la arrojó a los árboles. Al parecer, decidieron que ya no era necesario ocultar las heridas del nene A James, le habían dado patadas y trompadas en el camino.

Uno de los carteles de búsqueda de James Bulger mientras estuvo desaparecido.

Llevaron al nene hasta la vía. Le tiraron pintura azul sobre la cara tapándole el ojo izquierdo. Le lanzaron piedras, lo patearon y golpearon con ladrillos. Le quitaron los zapatos y los pantalones y la ropa interior. Lo agredieron sexualmente. Colocaron pilas eléctricas en su recto; manipularon su prepucio. Le pegaron con una barra de hierro. Cuando pensaron que James estaba muerto, colocaron su cuerpo en la vía, cubriendo su cabeza sangrante con ladrillos. Se fueron antes de que llegara el tren. Ocurrió entre las 17.45 y las 18.30.

Aburridos, se dirigieron al videoclub favorito de Robert. Susan Venables, la madre de Jon, entró por la puerta, furiosa. Había estado buscando a Jon por todas partes, incluidas las vías del tren. Susan sacó a Jon y Robert del videoclub a los gritos y golpeándolos a ambos. Robert se escapó. Llevó a Jon a la comisaría y le pidió al oficial de turno que le diera una reprimenda por su mal comportamiento. En casa, Jon se puso a llorar. Susan le dijo que tomara un poco de conciencia, que un nene había sido secuestrado del centro comercial, y quienquiera que fuera el maníaco, podría habérselo llevado a él, a Jon.

La desaparición de James fue noticia a la noche

Enseguida llegaron las llamadas. Muchos creyeron haber visto al niño en este y en aquel lugar. La policía entrevistó a los padres, Ralph y Denise Bulger. Es tradición policial que en este tipo de casos los primeros sospechosos son los padres.

Después de la medianoche, los policías miraron los videos de seguridad tomados en el centro comercial durante ese día. Estaban especialmente interesados en los informes sobre un hombre mayor con una cola de caballo que merodeó por el lugar y que según los testigos se acercó a otros niños. La imagen de video de James finalmente apareció en la pantalla del televisor. Allí estaba él, con dos chicos, no el hombre de la cola de caballo. Las imágenes eran borrosas casi fantasmales. ¡¿Pero cómo!?

El lugar en donde encontraron el cuerpo de James Bulger.

No estaban tratando con un pedófilo mayor, sino con dos nenes. No había forma de identificar a esos dos chicos que llevaban a James de la mano pero la ropa del bebé coincidía con la descripción de su mamá Denise. Pusieron la cinta una y otra vez, observando con horror cómo conducían a James hacia la salida. ¿Por qué dos niños se llevarían a otro nene? La policía podía entender los motivos de un pedófilo, pero esto era incomprensible.

El domingo a la tarde, cuatro jovencitos encontraron el cuerpo de James Bulger en las vías, cuando se treparon para buscar una pelota de fútbol. Al principio pensaron que era un gato, luego un muñeco partido en dos. Jon y Robert habían colocado a James directamente en la vía porque sabían que pasaría un tren. Apostaron a que se pensara que había sido un accidente; de todos modos contaban con la desaparición de todas las pruebas. El nene había sufrido 42 heridas, la mayoría en la cara y en la cabeza, y no había muerto durante el ataque, sino algún tiempo después pero antes de que el tren partiera su cuerpo en dos.

Una desgarradora escena del crimen

La ropa de Bulger, que le había sido quitada de la cintura para abajo, estaba colocada cerca de su cabeza. Su ropa interior estaba muy empapada de sangre. Cerca de allí, la policía encontró una pesada barra de hierro, de 60 centímetros de largo, con manchas de sangre, y muchos ladrillos y piedras ensangrentados. También encontraron tres pilas AA cerca del cuerpo.

También se encontró una lata de pintura azul en las inmediaciones. Había habido fracturas, cortes, contusiones causadas por golpes de objetos pesados y había habido hemorragias severas. En una mejilla, apareció un moretón estampado, que indicaba la huella de un zapato. Aunque no había pruebas concluyentes que indicaran una agresión sexual, los forenses creían que algunas de las lesiones por debajo de la cintura eran de naturaleza sexual.

Los "mug shots" de los dos menores detenidos por el crimen de James Bulger.

Una mujer llamó a la comisaría y dio esta información: su amiga Susan Venables tenía un hijo llamado Jon, que había faltado a la escuela el viernes y tenía pintura azul en la manga de su campera. Se parecía mucho a uno de los nenes del video que llevaba de la mano al pequeño James. Agregó que Jon tenía un amigo llamado Robert Thompson, otro malcriado y bueno para nada como Jon, con quien faltó a la escuela ese mismo día.

“Yo lo maté”

Jon y Robert comenzaron por negar cualquier agresión contra James, pero continuaron culpando al otro de los actos más brutales. En cierto momento Jon aceptó: “Yo lo maté”. Sin embargo, ante los tribunales los dos se declararon “no culpables”. El 1 de noviembre de 1993 el juez Sir Michael Morland resolvió que los acusados fueran conocidos como Niño A y Niño B (Robert Thompson y Jon Venables, respectivamente).

¿Podían Jon y Robert entender lo que hicieron y asumir las consecuencias? Este era un tema importante para la fiscalía. El concepto victoriano de “doli incapax” significaba en la jurisprudencia anglosajona que los chicos eran incapaces de hacer el mal porque no podían comprender las consecuencias de sus acciones.

No sólo los psiquiatras forenses declararon sino los maestros de Venables y Thompson. Unos y otros coincidieron que ambos conocían la gravedad de su crimen. Luego, el tribunal reprodujo las entrevistas policiales grabadas, que también revelaron su comprensión de los cargos. El llanto histérico y agudo de Jon afectó a muchos.

El veredicto

El día del veredicto, Denise y Roger, los padres de James Bulger, asistieron al tribunal. Robert Thompson y Jon Venables fueron declarados culpables. Jon sollozó mientras Robert permanecía inmóvil. El juez les dirigió unas palabras: “El asesinato de James Bulger fue un acto de maldad y barbarie sin precedentes. Este niño de dos años fue arrebatado a su madre y fue golpeado hasta la muerte sin piedad. Luego, su cuerpo fue colocado en la vía férrea para que fuera atropellado por un tren en un intento de ocultar su asesinato. A mi juicio, la conducta fue astuta y muy malvada. Esta sentencia que les impongo es que deben ser detenidos mientras Su Majestad lo desee, en el lugar y en las condiciones que el secretario de Estado decida. Estarán detenidos de forma segura durante muchos, muchos años, hasta que el ministro del Interior considere que ya se han rehabilitado y no sean un peligro”.

Jon Venables en 2020 cuando pidió la libertad condicional por una causa de pornografía infantil.

El juez también permitió que la prensa publicara sus nombres. Desde la galería, alguien gritó: “¿Cómo se sienten ahora, pequeños bastardos?”.

En junio de 2001, Thompson y Venables fueron liberados. La idea del gobierno era que se fueran del país, pero nadie quiso recibirlos. Entonces se optó por enviarlos a distintas ciudades del norte de Inglaterra bajo un programa de protección de testigos, con nueva identidad.

Al salir de prisión, Venables comenzó a beber, a consumir drogas y ha vuelto a la cárcel en dos ocasiones por posesión y distribución de pornografía infantil. En 2020, le negaron la libertad condicional. Por su parte, Robert Thompson, no ha vuelto a ser arrestado y poco se sabe de su vida. /TN