Abuela fue detenida por ayudar a que su hijo viole a sus dos nietas

Domingo 16 de Marzo de 2025, 20:08

La mujer, de 51 años, fue aprehendida por la Policía Bonaerense junto al otro sospechoso, tío de la víctima.



Un hecho aberrante, que hunde sus raíces en lo más oscuro y despreciable de la condición humana, ha salido a la luz para horrorizar a cualquiera con un ápice de conciencia. En La Matanza, la Policía Bonaerense arrestó a R.L., una mujer de 51 años oriunda de Moreno, y a su hijo L.Z., de 24, en una operación que expuso una trama de abuso sexual sistemático contra dos niñas, nietas de la primera y sobrinas del segundo. Lo que hace este caso aún más repugnante es la terrible complicidad de la abuela, quien, lejos de ser un escudo protector, se convirtió en una pieza clave para facilitar los ataques de su hijo contra las pequeñas, que al inicio de los abusos tenían apenas 8 y 4 años.

El calvario de las víctimas, investigado desde 2022 bajo la fiscalía de Alejandra Piqué, se prolongó durante cinco años, entre 2014 y 2019, en el domicilio familiar de Moreno. Allí, la abuela no solo permitió que su hijo violara repetidamente a su nieta menor —incluso cuando esta, con gritos de dolor, pedía ayuda—, sino que optó por el silencio cómplice ante las súplicas de la niña. El agresor, bajo el pretexto de un supuesto “juego” al que llamaba “Caballito loco”, comenzó con actos aberrantes que escalaron hasta intentos de violación anal y oral, aprovechando la convivencia y la supuesta custodia de su madre. La niña, que llegó a relatarle los horrores a su abuela, fue traicionada por esta, quien prefirió encubrir a su hijo antes que protegerla.

El hijo de la acusada, presunto autor material de las violaciones

La segunda víctima, la hermana mayor, sufrió un destino igualmente atroz entre sus 8 y 10 años. En el comedor de la casa, donde dormía junto a su hermana, o en el baño, donde su tío la acechaba, fue abusada mientras la abuela, una vez más, hacía oídos sordos. Incluso cuando la niña mayor buscó refugio en ella, R.L. respondió con agresiones y amenazas para silenciarla, sellando su papel como cómplice activa en esta pesadilla. Un episodio particularmente cruel ocurrió un verano, cuando el tío interceptaba a la niña en traje de baño con otro “juego” sádico: “El que se baja, pierde”.

Las secuelas psicológicas en ambas víctimas son devastadoras y permanentes. Hoy, ya adolescentes, padecen síndrome depresivo y estrés postraumático, según diagnósticos psiquiátricos. El trauma de haber sido ultrajadas por su tío, bajo la mirada indiferente o intimidatoria de su abuela, ha dejado heridas profundas: miedo, desconfianza y un dolor que las acompañará por años. Este caso, investigado por el área de Trata de Personas de la Policía Bonaerense, no solo expone la brutalidad del agresor, sino la monstruosa traición de una abuela que, en lugar de cuidar, entregó a sus nietas a un infierno inimaginable. La justicia tiene ante sí la tarea ineludible de castigar con severidad a estos responsables de tan vil atrocidad.