Jueves 22 de Mayo de 2025, 16:12
Enérgico, ambicioso y movedizo, Jorge Omar Castillo, conocido como “El Rey de La Salada”, experimentó su propia metamorfosis.Acusado de evasión, contrabando y lavado de dinero, sus antecedentes penales son de larga data.
Y ahora vuelve a ser noticia: en medio de un operativo de alto impacto, esta madrugada fue detenido en el country Haras Argentino Farm Club, Luján, por una causa antigua que se reactivó en las últimas semanas.Transitó las aulas de la escuela primaria vendiendo barriletes y bolitas. A los 18 años descubrió su vocación como zapatero y técnico modelista de calzado. Huérfano de madre desde los seis años, nació y se crió en Ingeniero Budge. En el taller de su casa solía practicar tres oficios: carpintería, herrería y tornería. Siempre dijo que su familia es su orgullo, y los Castillo son como un clan: su esposa también
Hoy, Castillo controla un negocio que mueve cientos de millones de pesos en un rincón del conurbano, en el enorme predio de Lomas de Zamora que se conoce como La Salada. Aunque también sabe moverse en barrios de primer nivel como Puerto Madero donde tiene el domicilio fiscal de una de sus empresas.
La megaferia nació en 1991 con la feria Urkupiña, que luego se dividió también en Ocean y Punta Mogote.
Jorge Castillo en 2018, cuando estuvo detenido en Melchor Romero. Ahora está acusado de ser el presunto jefe de una asociación ilícita dedicada a canalizar el dinero en negro proveniente del comercio informal mediante sociedades armadas para aparentar legalidad.
A diferencia del 2017, cuando lo detuvieron en la chacra de la localidad de Open Door donde dormía junto a su familia, esta vez no se defendió disparando con una escopeta.
Se coronó como el “Rey de La Salada”
Sanguíneo y dueño de una viveza extraña, Castillo no llegó a ocupar el trono del conglomerado millonario de puestos feriantes de La Salada de la noche a la mañana. A fines de los 80 comenzó a vender los productos que fabricaba con un metro de cuero en dos puestos del Mercado Central donde trabajaba miércoles, sábados y domingos. Sin embargo, a principios de los 90, tras el famoso “Menem lo hizo”, se vio obligado a comprar recortes por kilo, por bolsa, y se fundió.
Entonces, comenzó a observar con lupa el crecimiento de la feria anclada a orillas del Riachuelo y sumergida en un barrio mezclado con despojos de una zona rural. Allí alquiló un espacio, desconociendo que más tarde ocuparía el trono de un imperio.
Así, a fines de 1999, entabló actividades comerciales con los bolivianos Corrillo Torrez, los primeros en hacer negocios en el lugar, y con el tiempo tejió lazos societarios con diversos empresarios.
La Salada, la megaferia de Lomas de Zamora. A sabiendas de que el gran negocio de la feria es el inmobiliario, junto a Quique Antequera, conocido en aquel entonces como "el vendedor de camisas", manejaba la seguridad, los estacionamientos, el horario de las ferias y, sobre todo, el alquiler de los puestos.
La existencia de La Salada trascendió fronteras dado que acumula varias denuncias de distintas cámaras de comercio y, en su momento, fue caratulada por la Unión Europea como "emblema mundial del comercio ilegal y la feria de mercadería falsificada más grande del planeta".
A lo largo de los años en los que vio crecer su reinado, se convirtió en socio accionista de al menos 14 empresas y tiene registradas 23 marcas a su nombre. Los rubros son muy variados: van desde servicios inmobiliarios, cría de aves y ganado equino, producción y cultivo de soja y algodón hasta publicidad, créditos financieros y operación de casinos y bingos.
Incluso, la popularidad de su figura llegó a Netflix. Antes de la pandemia, la plataforma lo contactó para hacer una miniserie, pero la cuarentena hizo que el proyecto quedara a la deriva.
A la espera de un juicio oral por el presunto delito de evasión fiscal, hasta esta madrugada, Castillo gozaba del beneficio de prisión domiciliaria, monitoreado con una tobillera electrónica. La medida le había sido otorgada en 2019 por la Cámara de Apelaciones de Lomas de Zamora. Pero otros problemas judiciales vuelven a dejarlo tras las rejas. /
Clarín