Viernes 23 de Mayo de 2025, 07:30

Las pastillas se imponen en las fiestas electrónicas, cada vez más convocantes entre jóvenes
"Los chicos se drogan y los padres no se dan cuenta”. La afirmación es de Karina, de 55 años, madre de cinco hijos. Su observación no es arbitraria. Incluso a ella, que vive en carne propia la problemática de la adicción con su hijo de 27 años, que está aislado hace 8 meses, le costó descifrar que el de 23 años también consume.
Los efectos de las drogas generaron cuadros severos en Leandro, que comenzó a tener rasgos de personalidad paranoide y no sale del departamento por la fobia al mundo exterior que desarrolló. “Dice que tiene olor fuerte y le da vergüenza que lo vean”, comparte Karina. Él fue el que dio la voz de alerta: “Fijate mamá, en esas fiestas electrónicas a las que va Mateo se meten esas pastillas de mierda”.
Las pastillas a las que hace referencia Leandro son drogas de diseño que circulan como moneda corriente en la movida electrónica, tal como reflejó LA NACION en la primera nota de esta serie, que busca visibilizar un submundo desconocido por los padres, una noche paralela con códigos propios.
“Hablé con Mateo y me dijo que no me preocupe, que no pasa nada. Ahora dejó de salir un poco, pero en el verano llegaba a tener tres fiestas por fin de semana”, cuenta su mamá.
“Un domingo -recuerda Karina-, eran las 10 de la mañana y veo que sube un video a Instagram. Estaba punchi punchi con sus amigos, todos con anteojos negros y la música a todo trapo. El lunes fue al negocio como si nada. Porque Mateo no es de faltar al trabajo y sigue estudiando. Tiene otra personalidad, muy distinta a la de su hermano”. Es desinhibido, entrador y “cara rota”, según la descripción de ella. “Un día que lo vi mal, me senté y hablamos bastante, pero él no me quiere preocupar porque sabe cómo lucho yo por su hermano. Dice que ya está, que fueron algunas veces y que ya no va más a esas ‘joditas’”.
Sin la advertencia de Leandro, su mamá no hubiera detectado nada, tal como sucede en la mayoría de los casos, según pudo constatar LA NACION en entrevistas con psiquiatras, toxicólogos, familias y referentes de centros terapéuticos y organizaciones civiles.
¿Cuánto saben los padres de la noche paralela?
Los adultos parecen disociados del mundo de los jóvenes, con más horas de pantallas, redes sociales e hiperconexión. Y también, más soledad. A veces pueden resultar apáticos, con cambios bruscos de humor y modificaciones en su conducta o hábitos cotidianos. Pero, aunque todos vivan en una misma casa, padres e hijos no siempre encuentran un espacio para conversar.
En otros casos, ya dejaron el hogar familiar para emprender un camino de autonomía y, entonces, las señales no se detectan. ¿Cuánto saben los padres del universo de las fiestas electrónicas y de la facilidad para comprar y consumir drogas sintéticas de manera “recreativa”?
Desde la experiencia propia, con un largo trabajo en la divulgación de los riesgos de las adicciones, Marina Charpentier, aporta su mirada: “Hace casi tres años que coordino grupos en el Museo Larreta, en el barrio de Belgrano, con una audiencia permanente de 5o personas. El jueves pasado éramos 63, y puedo decir que cada vez son más las familias que no tienen la menor conciencia del consumo del que habla esta nota”, indica la mamá de Chano, cantante de Tan Biónica.
En Familia Esperanza, el espacio que abrió Charpentier, abordan la adicción y la codependencia desde un enfoque humano. "No hablamos de sustancias, hablamos de enfermos que sufren y padres desesperados que buscan ayudarlos. La familia no tiene idea del peligro que representa el veneno qué los jóvenes se meten en el cuerpo”, afirma.
Abanderada de la lucha por una ley de salud mental que garantice respuestas a las familias, trata con papás y mamás que entran en shock cuando descubren que sus hijos consumen. “Nadie sabe de pastillas ni de fiestas electrónicas. Los padres apenas se animan a reconocer que los chicos fuman marihuana, y le temen a la cocaína. Pero cuesta enormemente que reconozcan que su hijo es adicto”, plantea.
“Hay una banalización sobre este consumo”
Las drogas sintéticas no son una novedad, pero la velocidad con la que se reversionan obliga a los toxicólogos a observar sobre la marcha de qué se tratan las sustancias de moda. El crecimiento de la movida techno, con más presentaciones de DJ y múltiples fiestas electrónicas donde abundan las “pastis”, preocupa a expertos y empieza a instalar interrogantes en más hogares.
“Hay preocupación por el consumo creciente de sustancias sintéticas, no solo porque se va multiplicando la aparición de nuevas drogas, sino por la banalización que hace la sociedad sobre este consumo”, advierte el médico del Hospital Fernández Carlos Damin, especialista en salud pública y toxicología.
Las familias, de acuerdo con el experto, tienen una mirada más permisiva con algunos tipos de sustancias. “Para los padres es peor enterarse de que su hijo consume cocaína, pero no es tan así con la marihuana, ni con el alcohol, ni con las sintéticas”.
¿En qué se basa esta actitud? Quizá, plantea Damin, parte del fundamento está en que el uso de las sustancias sintéticas es básicamente recreativo y tienen una baja capacidad de generar dependencia. “Este consumo hace que la persona tenga una relativa confianza y, entonces, en esa búsqueda de experiencias, va aumentando el riesgo sistemáticamente”, señala.
Los casos que Damin atiende en el Hospital Fernández dan cuenta de la incidencia de las drogas de diseño, sustancias psicoactivas sintetizadas a partir de productos químicos desechados por la industria farmacéutica. “Vemos en forma creciente y sostenida el número de pacientes que ingresan con consumo de MDMA [éxtasis], tusi y ketamina. Pero lo que es peor, que puede ser incluso fatal, es la asociación de ellas -alerta el especialista-. Cuando vemos un paciente que ha consumido solamente MDMA, el tratamiento es uno puntual. Pero cuando además consumió marihuana o combinó con, por ejemplo, ketamina o LSD, el cuadro siempre es mucho más grave, con implicancias clínicas serias que ponen en riesgo la vida de la persona”.
“Entran y salen de ese mundo sin que nadie se de cuenta”
Otro de los problemas, suma la doctora Marta Braschi, toxicóloga del Hospital de Niños Ricardo Gutiérrez, es la procedencia de este tipo de sustancias. “Las pastillas de MD ya no salen de un laboratorio de Bélgica. Lamentablemente, cualquiera es productor de cualquier cosa”, asegura.
Coincide en que la reacción en los hogares suele llegar tarde: “Mientras no hay ninguna complicación, los padres no suelen darse cuenta de nada, porque lo que sucede con las drogas sintéticas, a diferencia del alcohol, por ejemplo, donde quizás el joven llega a su casa desarmado, es que son muy ‘careteables’”.
El éxtasis, señala Braschi, se consume en un contexto de fiesta y, al otro día, esa persona puede ir a la universidad o a trabajar como todos los días en la mayoría de los casos. “Es un sujeto productivo, que entra y sale de ese mundo sin que nadie se de cuenta”, desliza Braschi. Sin embargo, el panorama se oscurece cuando se llega a un nivel de consumo problemático. “En ese punto, cuando la familia suele ponerse al tanto de la situación, es porque ya pasó mucha agua debajo del puente”, concluye la experta.
Más diversidad de drogas sintéticas
La facilidad para llegar a estas drogas es otro factor determinante. “El mercado ilegal se ha visto modificado por una notable disminución de precios y una mayor disponibilidad”, observa Francisco Dadic, director de la Fundación Iberoamericana de Salud Pública (FISP), especialista en medicina interna y toxicología.
El experto sostiene que la accesibilidad y el avance tecnológico provocaron un aumento exponencial en la diversidad de drogas. “El número de nuevas sustancias psicoactivas conocidas se ha sextuplicado desde 2009 y, en 2020, se registraron 1047 sustancias únicas -precisa
Dadic-. Además, cada año surgen más de 500 drogas sintéticas, lo que desafía la capacidad de regulación y respuesta de los gobiernos y sistemas de salud”.
Otro dato que preocupa a Dadic, con el que coincide Braschi, es el aumento de la concentración de sustancias activas. “Por ejemplo, los comprimidos de éxtasis que se venden actualmente suelen contener más del doble de MDMA en comparación con 2011, pero mantienen precios similares. Se incrementa así el riesgo de sobredosis y efectos adversos”, concluye el especialista.
Marina Charpentier acompaña a padres cuyos hijos consumen para orientarlos y brindarles apoyo emocional
La adolescencia suele ser el período de entrada al mundo de las drogas, un dato que los expertos piden que las familias tengan en cuenta. Las sustancias psicoactivas con alto potencial se caracterizan por alterar la función del sistema de neurotransmisión de la dopamina y este circuito no se termina de formar hasta los 25 años aproximadamente. “Esta es una de las explicaciones de que los hábitos y conductas adictivas se establecen más a menudo en esta etapa, ya que hay menos control impulsivo, menor control de nuestras funciones ejecutivas”, aporta Diego Maximiliano Herrera, psicólogo clínico cognitivo conductual y neuropsicólogo.
Respecto a la evolución de los chicos que empiezan a consumir en la adolescencia, indica: “A medida que las conductas adictivas se consolidan a una menor edad, con toda la neuroadaptación que implica, más difícil es tratarlas, sin un abordaje social, familiar y con los distintos profesionales pertinentes”.
“No conozco las sustancias que consumen en esos eventos”
Cada verano, gran parte de la movida nocturna marplatense está concentrada en los after beach, las fiestas electrónicas y los eventos en los paradores de las playas que están en el extremo sur de la ciudad. Bautista, que a los 20 años dejó la casa familiar para mudarse solo, comenzó a frecuentar la movida techno. Silvana, su mamá, recuerda que alguna vez, incluso, también viajó a Buenos Aires porque no quería perderse uno de los eventos más esperados del año.
También recapitula que cuando se peleó con su novia de aquella época, iba a las fiestas electrónicas con más frecuencia. “Pero no estoy muy interiorizada del tema, ni de ese tipo de fiestas ni de las sustancias que se consumen en esos eventos”, reconoce Silvana, que actualmente asiste a la ONG Vida Digna, un grupo de contención para familias en las que irrumpió la problemática de las drogas.
Silvana no puede precisar cuándo cuándo Bautista comenzó a consumir, pero sí recuerda el día que la realidad le explotó en la cara. “Su hermano lo encontró tirado en la cama, drogado. Lo quiso llevar al médico y le dio un ataque, no quiso saber nada”, rememora la mujer.
Con sesiones de terapia mediante, Bautista está mejor. Volvió a trabajar y no hubo nuevos episodios preocupantes. “A mi me ayudó mucho participar de los encuentros en el Castillo [así llaman los vecinos marplatenses al edificio donde funciona Vida Digna]. Al escuchar a otras familias que sufren y pasan por una situación similar, cada uno con sus particularidades, sentís que no estás solo”, dice Silvana.
A ella le gustaría que Bautista diera un paso más y participe de algún taller, pero los especialistas le dicen que, por ahora, lo mejor es no presionarlo. “Que sepa que nosotros estamos acá para ayudarlo y en cualquier circunstancia”, repite su mamá. /La Nación
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