El delincuente Pitu Salvatierra habló de la vigencia de Cristina y aseguró que es la única que habla del principal problema del país

Miércoles 04 de Junio de 2025, 12:49

El delincuente Pitu Salvatierra defendió la candidatura de Cristina



Mientras Cristina Fernández de Kirchner intenta una vez más volver a la escena política, no faltan los personajes que salen a bancarla sin el menor pudor, ni la más mínima autocrítica. Uno de ellos es Pitu Salvatierra, ex delincuente condenado, ahora devenido en legislador porteño, que celebró la aparición de Cristina como si se tratara de una líder incuestionable en lugar de una figura judicialmente condenada.

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Pitu, que se presenta como “referente popular” pese a haber admitido públicamente su participación en actividades delictivas en villas de emergencia, no perdió la oportunidad para alabar a Cristina en redes y medios. Aseguró que es “la única que habla del verdadero problema del país: la deuda con el FMI”, como si eso anulara de un plumazo sus años en el poder, sus dos condenas judiciales y el daño institucional que dejó su gobierno.

Es irónico, por no decir cínico, que alguien como Salvatierra, que accedió al poder desde los márgenes de la ley, defienda justamente a una dirigente que hizo del uso discrecional del Estado su sello. Ambos comparten algo más que afinidad política: comparten un desprecio por la responsabilidad institucional y una visión oportunista del poder como herramienta de autoprotección.

Cristina, en su aparición televisiva, repitió su discurso conocido: culpa al Fondo Monetario Internacional, pero no hace ninguna referencia seria al colapso económico que dejó su propio gobierno. Pitu Salvatierra aplaude ese relato sin cuestionar, como si la corrupción sistemática, el vaciamiento del Estado y la manipulación de la justicia fueran anécdotas menores frente a una deuda que, vale recordarlo, el kirchnerismo ayudó a incubar con años de desequilibrio fiscal y distorsión económica.

Que Cristina vuelva a candidatearse y sea celebrada por personajes como Salvatierra no es una señal de fortaleza política, sino una alarma sobre el estado de la representación democrática. Que un ex delincuente hoy esté sentado en una banca defendiendo a una ex presidenta condenada es una síntesis brutal de cómo el poder en Argentina tolera —y hasta premia— los peores antecedentes.