Martes 01 de Julio de 2025, 07:16

FUERTE EXPANSION. El consumo problemático de drogas provoca deterioro físico y mental a más de 200 millones de personas.
Más de 316 millones de personas consumieron drogas en 2023, según reveló el último Informe Mundial sobre Drogas de la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (Unodc), presentado este martes en Viena. La cifra equivale al 6% de la población adulta global y marca un nuevo récord en la tendencia ascendente de la última década: en 2013, el consumo alcanzaba al 5,2% de los adultos entre 15 y 65 años.El informe advierte que la expansión del mercado digital, el auge de las sustancias sintéticas y los contextos de exclusión social y económica están alimentando una crisis sanitaria de alcance planetario. La ONU sostiene que los sistemas de salud están desbordados y que las respuestas centradas únicamente en la represión ya no son eficaces.
El cannabis sigue siendo la sustancia más popular, con 244 millones de consumidores. Sin embargo, el foco de mayor preocupación sanitaria recae sobre los opioides sintéticos, como el fentanilo, que lideran el ranking de letalidad a nivel mundial. La cocaína, por su parte, también marcó récords históricos, con un alarmante incremento en la producción colombiana, que alcanzó las 253.000 hectáreas de cultivos y más de 3.700 toneladas procesadas, un 34% más que el año anterior.
En América Latina, además del crecimiento del narcotráfico, preocupa el uso de paco, una versión tóxica y de bajo costo de la pasta base de cocaína, que se ha convertido en una crisis de salud pública en barrios vulnerables de Argentina, Bolivia y Perú.
El informe también señala un dato clave: 63 millones de personas desarrollaron trastornos graves vinculados al uso de drogas, como dependencia, deterioro físico y mental, o necesidad urgente de tratamiento. Pese a ello, sólo uno de cada cinco pacientes accede a atención médica.
Las desigualdades de género agravan aún más el problema. Entre quienes padecen adicciones severas, apenas el 5,5% de las mujeres accedió a tratamiento, frente al 13,6% de los hombres. Según la Unodc, el estigma, el miedo a perder la custodia de los hijos y la falta de redes de contención dificultan el acceso femenino a la salud.
El aumento del consumo está directamente relacionado con factores estructurales como la pobreza, la violencia y los desplazamientos forzados. En zonas marginales urbanas, las drogas no sólo se consumen como escape, sino que se insertan en lógicas sociales de supervivencia y pertenencia. En este contexto, la ONU insiste en que el fenómeno debe abordarse con perspectiva social, no sólo penal.Aunque el documento no se centra exclusivamente en jóvenes, destaca la preocupante baja de edad en los consumidores. En entornos urbanos, cada vez más chicos acceden a drogas a través de plataformas digitales, donde la venta sin control de sustancias está proliferando sin freno.
La tendencia combina factores como la normalización cultural del consumo, el acceso fácil vía redes y la ausencia de políticas preventivas efectivas. “Estamos viendo generaciones que inician el consumo antes de los 14 años, sin contención ni orientación”, advierte el informe.
La irrupción de drogas de laboratorio, muchas veces más potentes y baratas, amplifica los riesgos. En Asia, el consumo de metanfetamina se disparó, y en Europa del Este, los opioides sintéticos siguen generando crisis sanitarias. En África Occidental, el tramadol, un analgésico que requiere receta médica, se ha convertido en droga de uso común, incluso entre adolescentes.
Por otro lado, la aparición de laboratorios móviles que producen drogas sintéticas de forma clandestina, sumado a la digitalización del tráfico, hace cada vez más difícil controlar el fenómeno desde un enfoque policial tradicional.
Frente a este panorama, la ONU remarcó la necesidad urgente de repensar las políticas públicas en torno a las drogas. En lugar de insistir exclusivamente en la represión, el organismo internacional propone estrategias integrales que prioricen la salud pública, la educación, el acceso al tratamiento y la reducción de daños.
“Las cifras son un llamado de atención para que los gobiernos pasen de las palabras a la acción. El drama humano que provocan las drogas necesita respuestas humanas, no solo punitivas”, concluye el documento.
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