“Salvo los fanáticos, la gente ya no celebra las puteadas de Milei”, admiten cerca del Presidente

Domingo 13 de Julio de 2025, 10:01

Javier Milei



Por Santiago Fioriti
Clarín

No es la economía, estúpido, podría aconsejarle James Carville a Javier Milei, al revés de lo que el estratega le sugería a Bill Clinton en la campaña presidencial de 1992. Al menos por ahora, y aunque la sensación de que se viven tiempos duros se expande, la mayoría de los argentinos percibe que el Presidente está ordenando el desastre que heredó. No hay algarabía por la baja de la inflación, pero es un logro que se le reconoce y que, acaso, le depare un exitoso paso por las urnas en los principales distritos del país. ¿Y entonces? En los trabajos de opinión pública más reservados que se manejan en la cima de la Casa Rosada se empieza a reflejar cierto hartazgo por el estilo presidencial. El dato se ha vuelto un dilema. ¿Cómo administrar la situación frente a un líder que se pone iracundo cuando se lo plantean?

“Salvo los fanáticos, la gente ya no celebra las puteadas. Se nos está agotando el recurso”, reconoce con inquietud un interlocutor cotidiano del león libertario. El asunto sería menos grave si no coincidiera con un momento de extrema tensión con la oposición, no ya con el kirchnerismo -que se ilusiona desde el primer día con una interrupción traumática del mandato-, sino con sectores que eran funcionales a los intereses del oficialismo y que acompañaron sus iniciativas más trabadas en el Congreso, aun las que no compartían del todo, en pos de darle herramientas de gobernabilidad.

El apoyo partió siempre desde las provincias, con gobernadores que instaban y hasta obligaban a los diputados y senadores a votar de determinada manera. Este Gobierno produjo, incluso, el milagro de que ciertos legisladores votaran una cosa y, a los pocos días, cambiaran de voto por un simple llamado desde sus provincias. Pasó en la defensa de los vetos. Milei parece tener memoria corta con ellos.

Esta semana, el día anterior a la votación de un paquete de leyes que complican el equilibrio fiscal, el jefe de Estado les pagó con esta frase: “Quieren destruir al Gobierno. La intención de ellos es romper todo”. Puso en pie de igualdad a todos los mandatarios. Osvaldo Jaldo vendría a ser lo mismo que Axel Kicillof o Rogelio Frigerio igual a Gildo Insfrán. O Hugo Passalacqua sería sinónimo de Sergio Ziliotto. ¿Será verdad que un alto funcionario, después de las declaraciones de Milei, se contactó ese mismo día con media docena de gobernadores para pedirles perdón?

Ya era tarde para lágrimas. Ninguno se movió de su posición.
El Senado aprobó el jueves un aumento del 7,2% en las jubilaciones, que también incluye elevar a $110.000 el bono para quienes cobran la mínima, y una prórroga de la moratoria para que se puedan jubilar las personas que no tienen los años de aporte que exige la ley. El Senado sancionó, a la vez, la ley que declara la emergencia en materia de discapacidad y dio media sanción a dos proyectos promovidos por los gobernadores para aumentar los recursos provinciales. El conjunto de iniciativas dibuja una tormenta sobre el horizonte de Luis Caputo.

Esa mañana, Milei recibió a sus ministros. Les dio a entender que iban camino a una derrota parlamentaria, pero intentó quitarle dramatismo. Al salir, le dijo a uno de ellos: “Tengo Plan A, B, C y, si es necesario, Plan Z”. En su equipo hay divisiones sobre cómo negociar con los gobernadores porque se cruza con la estrategia electoral. Karina Milei y los hermanos Menem de un lado; Guillermo Francos y Santiago Caputo, por otro. Los primeros son más duros.

El último intento por evitar el triunfo de la oposición lo hizo Santiago Caputo. Por primera vez en meses, el gurú se contactó con Victoria Villarruel para pedirle que no presidiera la sesión: le grabó un audio poco antes de las 14, cuando los senadores ya se habían autoconvocado. La vicepresidenta se lo contó a sus asesores. Pero les aseguró que ni siquiera escuchó el contenido del mensaje. “No reconoce a Santiago como interlocutor. Para ella el nexo con la Casa Rosada es Karina”, afirman.

Villarruel bajó al recinto cuando los opositores ya habían conseguido el quorum. Horas más tarde, las imágenes de sus conversaciones amistosas con el jefe de la bancada K, José Mayans, se diseminaron en los celulares de los integrantes del Ejecutivo. Milei la insultó en voz alta y en reiteradas oportunidades. Por la tarde, en un discurso en la Bolsa de Comercio la calificó de “traidora”, aunque no la mencionó por su nombre ni apellido.

En el entorno de la vicepresidenta, esa singularidad (la de no nombrarla) es vista como una muestra de debilidad. “Que lo haga, que se anime a desafiarla y entonces Victoria le contestará con argumentos. Si quieren halcones, ella es la más halcón de todos”, aseguran a su lado. Los mileístas la acusan de haber operado contra su jefe en los primeros meses de gestión. Sostienen que tuvo coqueteos con Mauricio Macri y hasta con Sergio Massa, Horacio Rodríguez Larreta y Martín Lousteau “por si Javier se caía”. ¿Se trata de una teoría producto de la imaginación o disponen de información privilegiada? A Milei nadie le puede sacar de la cabeza que su socia en la boleta de 2023 conspiró para quedarse con su sillón. Así de grave. Villarruel, por supuesto, niega todo. Y su enojo con el Presidente crece.

Milei ya anunció que vetará las iniciativas aprobadas en el Congreso. Esperará hasta el último día para ganar tiempo. Y, mientras tanto, iniciará una negociación con varios de los mismos gobernadores a los que hostigó el miércoles. El truco es el de siempre: prometerán obras y envío de recursos. “No nos queda otra, el tema es si nos vuelven a creer”, se pregunta uno de los funcionarios del ala menos dura del poder.

En el Ministerio de Economía tuvieron una semana agitada. El dólar volvió a moverse (subió casi 9% en quince días) y quedó más cerca de los 1.300 pesos, la misma semana en que se pagaron 4.200 millones de dólares de deuda, el mayor vencimiento del año. Las reservas constituyen el principal motivo de preocupación del FMI y del mercado.

En el medio están las elecciones. Argentina cuenta con una historia de fuertes cimbronazos en la previa de cada período electoral. Cerca de “Toto” Caputo dicen que no hay argumentos para que alguien pueda asustarse, pero reconocen que puede haber volatilidad y que hay sectores que aprovecharán para meter ruido de acá a octubre.

El Gobierno, sin embargo, como desde el día de la asunción, parecería contar con un aliado impensado: la oposición. La más blanda, el PRO, casi que se arrodilló para hacer una alianza en la Provincia. Y la más dura, el kirchnerismo, no puede aunar fuerzas para complicar cabalmente los planes electorales del oficialismo. La detención de Cristina, que aparentaba ser una complicación para los libertarios, hoy asoma como un golpe de suerte extra.

Nació Fuerza Patria, que vendría a ser la continuidad de lo que fue el Frente para la Victoria que llevó a los Kirchner al poder y que en sus tiempos de gloria los hizo fantasear con una reforma constitucional para hacerlos eternos. La derrota ante Mauricio Macri en 2015 provocó que el FpV mutara en Unión Ciudadana para las legislativas de 2017, lo que no pudo evitar un nuevo traspié, en este caso de la propia Cristina, ante Esteban Bullrich. Luego, para camuflar la alianza Cristina-Massa-Alberto Fernández que los conduciría de nuevo a la Casa Rosada, pasó a llamarse Frente de Todos. El último experimento se denominó Unión por la Patria, que propuso a Massa como presidente y que terminó por abrirle las puertas a Milei. Veintidós años después del triunfo de Néstor Kirchner, el peronismo intenta cambiar de piel y modifica el nombre de su alianza. Pero no hay magia: las caras son las mismas.

El spot con el que se presentó días atrás la agrupación que irá a las elecciones en la provincia de Buenos Aires no exhibe imágenes de sus figuras. Ni la de Cristina ni la de Axel Kicillof ni la de Sergio Massa, tampoco la de Máximo. Mucho menos la de Alberto Fernández, que acaba de batir un récord para el peronismo moderno. Hasta ahora, había dirigentes investigados por corrupción o por violencia de género; Fernández, el hijo de un juez que juraba honestidad y el Presidente que venía a ponerle fin al patriarcado enfrenta cargos durísimos por ambos delitos. El jueves fue procesado en la causa Seguros.

Hace una semana, en la Quinta de San Vicente, un grupo de massistas, camporistas y kicillofistas se reunieron para discutir el tono de la campaña. Todo iba bien hasta que Máximo Kirchner le reprochó a Gabriel Katopodis un video que circula en las redes donde el ministro bonaerense, en la localidad de Salto, alienta a ganarle a La Cámpora. Máximo también acusó a Katopodis de haber sido discrecional en el reparto de las obras cuando era funcionario de Alberto Fernández, para perjudicar a los distritos de La Cámpora. “Eso te lo puedo explicar en un minuto”, le dijo Katopodis,

Máximo levantó el tono. Katopodis le gritó. Ambos se gritaron. Cada vez más fuerte.

— ¿Qué me recriminás, pelotudo?, le dijo Katopodis.

—¿A quién le decís pelotudo?, contestó Máximo.

Los dos se pararon para pelear. Gente más calma se aglomeró para separarlos. /Clarín