Martes 15 de Julio de 2025, 21:17

En Argentina, la marca ofrece descuentos agresivos, promociones por primera compra y envío gratuito, generando una fuerte competencia con modelos locales.
La
marca china Shein se consolidó en los últimos años como un
fenómeno del comercio electrónico en Argentina, especialmente entre el público joven. Con envíos internacionales directos, precios competitivos y una fuerte presencia en redes sociales, el
modelo de “ultra fast fashion” que propone la plataforma sigue ganando terreno, pero también suma cuestionamientos ambientales y éticos.
En plataformas como TikTok,
el “haul” –videos en los que los usuarios muestran lo que compraron– se convirtió en una
tendencia masiva. Creadoras de contenido comparten sus experiencias de compra desde el momento en que llega la
clásica bolsa blanca con cierre hermético hasta el detalle de cada prenda. Se destaca el bajo costo, la velocidad de entrega y la posibilidad de acceder a múltiples artículos por precios considerablemente más bajos que en el mercado local.
El crecimiento de Shein en Argentina coincidió con un cambio en la normativa de importaciones mediante el sistema courier. El régimen puerta a puerta permite realizar
hasta 12 compras al año de un máximo de 50 dólares cada una sin pagar impuestos, siempre que el valor total no supere los 400 dólares. Esta flexibilización facilitó la llegada directa de productos del exterior, reduciendo tiempos y costos aduaneros.
Además, el interés de empresas chinas como Shein o Temu en América Latina aumentó tras las restricciones impuestas por Estados Unidos, donde enfrentan regulaciones más estrictas. En Argentina, ofrecen descuentos agresivos, promociones por primera compra y envío gratuito, generando una fuerte competencia con marcas locales.
Críticas al modelo de negocio
A la par del entusiasmo, comenzó a emerger una corriente crítica, tanto en redes sociales como en medios especializados. Las preocupaciones se centran principalmente en el impacto ambiental de este modelo de producción y consumo.
Shein, fundada en 2015 por el empresario chino Chris Xu, introduce hasta 10.000 nuevos productos por día, lo que la posiciona como referente del “ultra fast fashion”. Este ritmo de innovación y volumen de ventas ha sido señalado como insostenible desde el punto de vista ambiental. Francia, por ejemplo, ya implementó medidas regulatorias, como impuestos adicionales por prenda y por envío, para desincentivar este tipo de consumo.
Según datos oficiales de Shein, en 2023 la compañía generó una huella de carbono de 16,7 millones de toneladas de CO? equivalente, cifra que ascendió a 26,2 millones en 2024. El aumento estuvo impulsado principalmente por el transporte aéreo, utilizado para cumplir con los tiempos de entrega. En comparación, Inditex (propietaria de Zara) reportó 2,61 millones de toneladas en transporte.
La empresa informó en mayo que sus objetivos de reducción fueron validados por la iniciativa Science Based Targets (SBTi), con un compromiso de recortar sus emisiones un 42% para 2030. Sin embargo, analistas advierten que los esfuerzos podrían no ser suficientes si el crecimiento del modelo no se desacelera.
Consumo aspiracional y tensiones en el mercado local
El atractivo de Shein se potencia en un contexto económico donde el poder adquisitivo está limitado. “Hay una fuerte tensión entre el deseo de consumo y la capacidad económica para satisfacerlo”, señala Ximena Díaz Alarcón, especialista en comportamiento del consumidor. Según sus investigaciones, el 90% de los usuarios de Shein en Argentina se declara preocupado por el cambio climático, pero sólo el 13% puede consumir en línea con esas preocupaciones.
El acceso a prendas con diseños en tendencia y precios bajos compite directamente con la oferta de marcas nacionales, cuyas prendas pueden costar varias veces más. Esta situación ha impulsado el uso de Shein como alternativa viable para muchos consumidores, incluso si implica contradicciones con sus valores medioambientales.
Cuestionamientos laborales y fiscales
Organizaciones internacionales también cuestionan las condiciones laborales en fábricas proveedoras de Shein. Informes de la ONG suiza Public Eye y medios como The New York Times y BBC dieron cuenta de jornadas laborales extendidas y falta de trazabilidad en la cadena de producción. La empresa respondió que realiza auditorías internas y que exige a sus proveedores cumplir un código de conducta.
Asimismo, se ha señalado el uso de mecanismos fiscales para reducir costos, lo que despierta críticas sobre las prácticas de competencia desleal frente a otras marcas que operan con regulaciones más estrictas.
Debate en redes y regulación pendiente
En redes sociales argentinas, donde más de 100 influencers colaboran con Shein, también han surgido hashtags como #boycottShein, impulsados por usuarios que alertan sobre los impactos negativos del modelo. Mientras tanto, se multiplican los videos de compras, reseñas y recomendaciones, en una dinámica de consumo que parece no detenerse.
A nivel local, aún no existen regulaciones específicas sobre plataformas de ultra fast fashion, pero el debate está abierto. La tensión entre el acceso económico, el deseo de participación en tendencias globales y la conciencia ambiental plantea un desafío tanto para los consumidores como para las autoridades.
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