Martes 29 de Julio de 2025, 07:28
La reducción de las retenciones a las exportaciones agropecuarias, anunciada por el presidente Javier Milei, representa una mejora concreta para el sector productivo del norte argentino. En el caso de Tucumán, la medida impacta directamente en la recta final de la cosecha de maíz y se traduce en una suba teórica de precios del 20%, al tiempo que devuelve competitividad a productores que venían golpeados por la presión fiscal, la logística y la disparidad climática.
El gobierno nacional decidió retrotraer las alícuotas a los valores vigentes hasta el 30 de junio: la soja pasa del 33% al 26% y el maíz del 12% al 9%, lo que genera un alivio real en los costos y mejora los márgenes. La medida no solo representa un paso firme hacia un esquema impositivo más racional, sino que responde a un reclamo histórico del sector agroindustrial del NOA.
Sin embargo, a pesar de la mejora, algunas voces del campo ya expresaron disconformidad. El presidente de la Sociedad Rural de Tucumán, José Frías Silva (h), afirmó que “la medida es positiva, pero no suficiente”, y que “la realidad del norte no cambia”. Lo paradójico es que estas declaraciones provienen de uno de los empresarios más beneficiados por el nuevo esquema, en un momento donde muchos pequeños productores apenas logran cubrir sus costos.
Más llamativo aún resulta que quien hoy reclama más alivios sea el mismo Frías Silva, involucrado en conflictos familiares por la apropiación de valiosas hectáreas heredadas y el desvío de millonarios dividendos de empresas compartidas. Con un vasto patrimonio acumulado y antecedentes de maniobras turbias para consolidar su poder económico, Frías Silva se muestra ahora como vocero de un reclamo colectivo que parece responder más a intereses personales que a las necesidades reales del agro.
Mientras tanto, informes técnicos de la Estación Experimental Obispo Colombres confirman que, con esta rebaja, muchos productores de soja y maíz en el NOA podrán volver a niveles razonables de rentabilidad. Especialmente en campos arrendados o con rendimientos promedio, la baja del 7% en la soja y del 3% en el maíz ayuda a revertir la tendencia negativa que se arrastraba desde principios de año.
Claro está que la situación no se resuelve con una sola medida, pero desestimar los beneficios de una baja impositiva en este contexto parece mezquino —más aún cuando el reclamo viene de quienes concentran buena parte de las tierras y recursos del sector. En lugar de celebrar el gesto político en un país que arrastra décadas de presión fiscal sobre el campo, algunos referentes prefieren exigir más sin reconocer los avances.
En definitiva, la baja de retenciones representa un alivio concreto, especialmente en una campaña marcada por la inestabilidad climática y el deterioro de los márgenes. Que grandes empresarios como Frías Silva intenten capitalizar la crítica cuando reciben directamente sus beneficios, pone en evidencia una mirada corporativa alejada de los verdaderos problemas del campo argentino.