Y añadió: “Mi mamá también hacía fideos y pizza, y el día que hacíamos empanadas era una locura. La masa se preparaba un día antes, para lograr luego el repulgue perfecto. Hervíamos la carne y la cortábamos a mano con cuchillo. Teníamos también nuestros secretos.
Esa es la empanada que yo soñaba con traer a Buenos Aires”.Ese espíritu artesanal se mantiene hoy en su emprendimiento
. Las empanadas son fabricadas en Tucumán y llevadas en camiones refrigerados a Buenos Aires, listas para hornear. “Son hechas a mano, con sus 13 repulgues como corresponde, y se comen con un toque de limón. Esta es una verdadera empanada tucumana. Acá muchas veces dicen “empanadas salteñas o empanadas tucumanas”, pero en verdad son como las salteñas o como las tucumanas”, enfatizó.
Un socia y la fusión de dos mundos
En el camino, Gladys encontró a Marcela, su socia y la encargada de la pata gastronómica del negocio.
“Nos conocimos de casualidad. Y fue muy fácil fusionarnos: ella con la popularidad y yo con la experiencia gastronómica y la tradición”, señaló Marcela, tercera generación de una familia dedicada a la cocina desde hace más de 50 años y que durante la pandemia consideró expandirse más allá del negocio que llevaba de viandas para empresas.
Gladys y su socia Marcela
La fábrica, ubicada en San Miguel de Tucumán, emplea a 32 personas y produce 80.000 empanadas por mes. Según precisaron,
la inversión inicial en la planta rondó los US$200.000, mientras que cada local requirió más de US$50.000.“Es un proyecto familiar hecho con mucho amor y sacrificio. Estoy muy feliz porque puedo honrar a mi amor, a mi esposo, que acaba de fallecer y que hizo todo para ayudarme a hacer realidad este hermoso sueño. Tenemos mucha fe de que va a funcionar bien porque tenemos un gran producto”, enfatizó Gladys.