Martes 16 de Septiembre de 2025, 06:59

Un relevamiento en barrios populares de siete provincias expone que cuatro de cada 10 familias financian gastos de supervivencia
Miriam no pensó dos veces si le convenía o no tomar el dinero que le ofreció el prestamista del barrio popular donde vive, Villa Hudson, en Florencio Varela. Su marido estaba sin trabajo como albañil y ella no tenía ni para comprar la harina para hacer el pan que después vende en el barrio. Necesitaba comprarle zapatillas a su hija mayor, de 10, y sobre todo la comida diaria para la niña y su hijo más chico, de 4.
Pidió 100.000 pesos y debería devolver 180.000 a fin de mes, apenas 30 días después. Como no llegaba a cancelar la deuda, sacó un segundo préstamo personal, a otro prestamista, para ganar tiempo. “A los pocos días, mi pareja consiguió una changa, yo reactivé la venta de pan y ya liquidamos lo adeudado. Es angustiante endeudarse para comer, pero muchas familias del barrio pasamos por esto”, asegura Miriam, de 36 años, con una mezcla de alivio y tristeza.
Lo que vivió Miriam es lo que se vive diariamente en los barrios populares de todo el país, donde cuatro de cada 10 hogares se endeudan para poder cubrir gastos básicos para sobrevivir: gran parte del dinero que piden es para comprar alimentos. Los datos surgen de un relevamiento del Observatorio Villero de La Poderosa. Un reciente estudio en conjunto con la Asociación Civil por la Igualdad y la Justicia (ACIJ) pone en contexto las necesidades sin cubrir que padecen quienes recurren a estos préstamos informales.
El relevamiento del observatorio contempló 460 hogares de nueve barrios populares: Yapeyú, en la ciudad de Córdoba; Villa 21-24 y NHT Zavaleta, en la ciudad de Buenos Aires; Once de Enero, en San Miguel de Tucumán; Chalet, en la ciudad de Santa Fe; El Triunfo, en La Plata; La Ripiera, en San Rafael, Mendoza; Los Hornos, en Guaymallén, Mendoza, y San Juan Bautista, en Formosa capital.
Si bien el problema de las familias que se endeudan es un fenómeno que se da también en los sectores socioeconómicos menos vulnerables, en los barrios populares el impacto es "a gran escala“, explica el economista Diego Mora, coordinador del observatorio villero.
“Los salarios informales generalmente van por detrás del salario mínimo [que en septiembre es de $320.000] y con ese monto quienes viven en barrios populares no llegan a acceder al mercado de crédito tradicional a través de un banco”, detalla Mora y agrega: “La tarjeta de crédito es una de las formas más baratas de endeudarse, incluso, en un momento en donde es caro porque subieron las tasas de interés para la cartera de consumo”.
Según el relevamiento difundido el mes pasado, de las familias que se endeudan, el 63% aseguró que pide fiado en los negocios de cercanía; el 39% se endeuda con prestamistas informales; el 29% se financia con tarjetas de crédito y un 10% con billeteras virtuales o de casas de electrodomésticos.
Comprar remedios y tapar filtraciones
En el comedor y espacio cultural de Marta Radice, en el barrio Cuartel V, de Los Hornos, partido de Moreno, muchas de las familias que se acercan a buscar una vianda de comida, que llevan a sus hijos al jardín maternal o a las diferentes actividades deportivas, recurren también a pedir préstamos.
“Es la manera que muchos tienen de cubrir lo básico para vivir”, dice Marta, de 63 años, que es testigo del día a día de esa comunidad. Explica que hay familias que se endeudan para comprar medicamentos o para pagar consultas de salud privadas para sus hijos porque “no hay turnos en las salas del barrio o en los hospitales”. También para hacer algún arreglo urgente en la casa, por ejemplo, comprar alguna chapa para que “no llueva sobre la cama de los chicos”.
Lo que dice sobre las necesidades que tienen los vecinos en temas de salud y vivienda fue reflejado por el estudio complementario elaborado con ACIJ en barrios populares del país: solo el 18 % de la población cuenta con cobertura de salud, mientras que el 48% de las viviendas relevadas se inundan y el 54% tienen filtraciones de agua cada vez que llueve.
“Para cubrir todas esas carencias, a veces las familias sacan préstamos con personas que te cobran un 70% de recargo o más, si no llegan a pagar, les cobran un recargo de 5 mil pesos al día y cuando se quieren acordar esta pobre gente está hasta el cuello”, lamenta Marta.
En algunos casos, cuando el prstamo lo da alguien vinculado al mundo narco, los vecinos no pueden cancelar la deuda reciben aprietes, amenazas y agresiones.
Hay quienes también adquieren deudas con negocios de electrodomésticos para encarar algún emprendimiento como un almacén barrial, para lo que necesitarán un cortadora de fiambres o un horno eléctrico, explica una vecina de Cuartel V.
Al respecto, Mora explica que una parte de las deudas que se toman es en negocios de electrodomésticos que permiten pagar en cuotas, pero con intereses muy altos. “Los préstamos también se dirigen a pagar servicios en los barrios donde comenzó a haber tendido de electricidad o gas, así como el costo del transporte, algo que ha ido aumentando sostenidamente en esta gestión”, suma.
Los peligros y el círculo de la deuda
La otra cara de esta situación de carencias y desigualdades que se viven en los barrios populares son los prestamistas informales. “Los vecinos se endeudan con prestamistas que cobran tasas siete veces más altas que las tarjetas de crédito”, explica Mora y señala que además de ser usureros, suelen ”recurrir a la violencia y al apriete" si hay retrasos en los pagos.
Para el investigador, puede haber un subregistro de la cantidad de familias que se endeudan a través de este tipo de financiadores ya que muchas evitan contarlo por temor, “ya que en el barrio todos se conocen”.
“Hoy en día quien le ofrece un préstamo a un vecino de una villa es un tranza, es el narco del barrio, el que maneja plata”, había advertido a este medio el padre Adrián Benardis, a cargo de la parroquia Virgen Inmaculada del barrio Fátima de Villa Soldati.
Para el religioso, referente del grupo de curas villeros y del Arzobispado de Buenos Aires, “cuando el Estado se retira”, su lugar es ocupado por quienes quiere sacar provecho de la situación de los más vulnerables.
Jorge, un vecino de un barrio del sur del conurbano, comenta que hay quienes prefieren tomar deuda con alguna tarjeta no bancaria, para evitar a los tranzas. “Con los prestamistas no se jode porque algunos, si no podés pagar, te sacan lo poco que tenés en tu casa o te la queman”, afirma.
El círculo de la deuda es algo que también se da: muchos pagan una deuda con otra. Leonor, del barrio de Ingeniero Allan, en Florencio Varela, trabaja como empleada doméstica, es cabeza de familia, tiene dos hijos adolescentes y como no llega a fin de mes, debió pedir fiado alimentos en el almacén de la cuadra. Para liquidar esa deuda, comprar útiles y de paso cubrir sus gastos de transporte para ir a trabajar a capital, sacó un préstamo con una tarjeta no bancaria y ahora debe pagar la deuda en cuotas, con un 100% de recargo.
Mientras, Miriam, con su deuda ya saldada, asegura: “Siempre se encuentra ayuda en el barrio, sea de una organización o de los vecinos mismos, pero a veces lo que falta es tanto, que pedir un préstamo es la única opción para sobrevivir”. /La Nación
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