Entre el arte y el impacto social
El artista reconoció que trabaja sin permisos oficiales. “Se pide perdón, no permiso”, bromeó. Y contó que la primera vez que instaló El Niño en Colegiales, la escultura duró menos de un día: “La encontré tirada en un volquete. Me parece que eso ayuda al storytelling de la obra, la completa, porque habla de la misma vulnerabilidad que yo quería representar”.
Andreata trabaja exclusivamente en el espacio público y no vende sus obras en galerías. “No me interesa vivir del arte. Para mí esto es algo fundamental y pulsional. Trabajo de otras cosas, y el arte es mi manera de expresar lo que me pasa. Lo que sí me interesa es hacer obras cada vez más grandes, y eso requiere mucha gestión y que muchos actores se pongan de acuerdo”, sostuvo.
El escultor, de 36 años, fue reconocido hace algunos años como personalidad destacada de la cultura por la Legislatura porteña, aunque asegura que su principal motor sigue siendo el impacto que sus intervenciones tienen en la calle y en las redes sociales.
“Si esta obra estuviese en una galería, probablemente no hubiese tenido la repercusión que tuvo. Hoy ser artista es también ser community manager, pensar en la narrativa de la obra y cómo dialoga con el público en redes”, analizó.
Una obra que genera debate
En Palermo, la escultura ya genera reacciones de todo tipo: hay quienes se detienen a sacarse fotos, otros que la observan en silencio y algunos que confiesan que les da miedo. Para Andreata, esa diversidad de miradas es parte del objetivo.
“Los artistas proponemos algo, pero es el público el que termina de completar la obra. La reacción de la gente es lo que le da sentido”, concluyó.
Por lo pronto, El Niño sigue allí, en Fitz Roy al 1900, silencioso y cabizbajo, obligando a cada transeúnte a detenerse unos segundos y reflexionar sobre lo que ve. /
A24