Jueves 18 de Septiembre de 2025, 06:55
En "Belén", segundo film protagonizado y dirigido por Dolores Fonzi, se recrea el caso de una joven tucumana que fue condenada a ocho años de prisión y luego absuelta por la Corte Suprema provincial ante la criminalización de un supuesto aborto.
Con un rutilante elenco local al que se suman Luis Machín, César Troncoso y Julieta Cardinali, Belén cuenta también con actuación y un rol de co guionista de Laura Paredes, actriz y miembro del grupo Piel de Lava, quien en esta entrevista relata los pormenores de un proyecto comprometido que se estrena en salas este jueves 18.
La placa anticipa que todo lo que está a punto de ocurrir está basado en acontecimientos reales, y no está de más: el tiempo pasa, la distancia puede excluir y el espectador joven o el extranjero no necesariamente conoce los hechos y sus pormenores. Las imágenes sugestivas de un automóvil en viaje nocturno de urgencia se entrelazan con los gemidos de dolor de una mujer. Otra voz la reconforta. “Tranquila, ya estamos”.
Una segunda placa blanca se sobreimprime sobre negro. San Miguel de Tucumán, Argentina, 2014.
La joven desciende del auto acompañada por la madre, y las puntadas que siente en su bajo vientre la retuercen al punto de casi no lograr caminar. Lo que sigue fue narrado por los propios involucrados decenas, cientos de veces: un dolor abdominal intenso, la primera revisión de un médico, la necesidad de ir al baño y la sangre que cae por las piernas, el aborto espontáneo que se produce sorpresivamente ya que nadie, ni siquiera la principal involucrada, era consciente del embarazo. De allí en más, el calvario, la criminalización automática e instantánea del evento, las esposas que atan a la chica a la camilla, la cárcel preventiva durante dos años, el juicio y la condena por homicidio agravado por el vínculo. Julieta -o Belén, como se la conocerá a partir de cierto momento para proteger su identidad- es la nueva víctima de un sistema atroz.
El prólogo de Belén, la nueva película dirigida y protagonizada por Dolores Fonzi -su segundo largometraje luego de Blondi-, recrea gracias a los mecanismos de la ficción el sonado caso de la joven tucumana condenada a ocho años de prisión y luego absuelta por la Corte Suprema de Tucumán, uno de los pilares fundamentales de la marea verde y ejemplo cabal de las miserias de la criminalización del aborto.
Coescrita, como Blondi, junto a la actriz Laura Paredes, quien también participa en una papel de relevancia, y con un reparto que incluye a varios de los talentos emergentes y consolidados del cine tucumano -Camila Plaate, como la joven acusada, Sergio Prina y Liliana Juárez, entre otros-, además de la participación de Luis Machín, César Troncoso y Julieta Cardinali, Belén tendrá su estreno en salas el jueves 18, unos días antes de su paso por la competencia oficial del Festival de San Sebastián y varios meses previo a su desembarco en Prime Video. Basada libremente en el libro Somos Belén, de Ana Correa, es la confirmación de que el de Fonzi no fue el típico caso aislado de una actriz pasándose por única vez del otro lado de la cámara, sino el comienzo de una carrera paralela, simultánea y fructífera.
DE A DOS
Dolores Fonzi es la encargada de interpretar a Soledad Deza, la abogada tucumana que tomó el caso de Julieta/Belén luego de que su primera defensa perdiera el juicio, en tanto Paredes encarna a una de sus asistentes en el bufete, integrado en su totalidad por mujeres. Pero antes del primer grito de “acción” existió otro proceso, la ardua escritura a cuatro manos del guion. “Cuando surgió la posibilidad de hacer esta película Dolores me llamó inmediatamente. El guion suponía un tipo de desafío diferente al de Blondi, porque además de estar basado en un caso real, lo cual nos ponía en otro lugar, la trama debía necesariamente ser más compleja. Estaba el juicio y su desarrollo, que debíamos incorporar a la trama, pero también la necesidad de no faltar a la verdad de algunos acontecimientos”. Laura Paredes detalla los pormenores del trabajo de escritura, no exento de retos y complejidades.
“En la película ocurre tal cual sucedió en la realidad: Soledad conoció a Belén apenas unos días antes de que le dieran la sentencia de ocho años de prisión. Belén fue presa por una cantidad de desidias judiciales, pero también porque la defensora pública del caso nunca le creyó, desde un primer momento. En el libro de Ana Correa se describe cómo la defensora le dice ‘te vas a tener que hacer cargo de lo que hiciste’ apenas la conoce”.
La actriz, guionista y miembro del cuarteto teatral Piel de Lava recuerda que siempre tuvieron en mente que la historia debía comenzar con un juicio fallido y, de allí en más, “describir todo el recorrido de una militancia que lleva a la reapertura de ese juicio. En otras palabras, contar cronológicamente todo eso y, al mismo tiempo, tener de algún modo agarrado al espectador. Hay algo muy loco, sobre todo cuando se piensa en el género de las películas de juicio, donde muchas veces cuando el o la protagonista logra hacerse del expediente se descubre finalmente que alguien había estado ocultando algo. En el caso de Belén eso no ocurrió, por la sencilla razón de que nadie se ocupó de leerlo”.
Por caso, nunca existió un análisis de ADN, lo cual hubiera resultado esencial para confirmar o anular cualquier sospecha, ya que en un giro que bien podría haber sido pergeñado por algún guionista trasnochado, durante la noche del ingreso de Julieta al hospital fue hallado un feto desechado en un inodoro, aunque en un baño ubicado en un ala lejana a la de la guardia. La vinculación de ambos hechos, sin pruebas que no fueran circunstanciales, fue utilizada para condenar a la acusada. “Toda esa cadena de irregularidades y la falta de un expediente que revelara algo importante fueron el mayor desafío al escribir el guion, ya que nos impedía dar un giro para sostener la atención fácilmente”.
Paredes afirma que la estructura del film fue variando durante la escritura, y una versión que elaboraba el relato como si fuera un rompecabezas, fue desechada. En su lugar, decidieron comenzar con un prólogo que describiera la llegada de Julieta al hospital y, de allí en más, saltar dos años hasta la sentencia. “En el fondo Belén no es una película de juicio sino la historia de una persona que hace algo por alguien a quien no conoce y, de a poco, esa trama que involucra a una acusada y a un puñado de abogadas termina siendo algo de alcance casi internacional. Desde las primeras marchas hasta la absolución. Porque ahí hubo algo de estrategia legal. Cuando le leímos el guion a Soledad su marido, que también forma parte del sistema judicial, nos dijo que la historia también era la de la estrategia de una abogada. El pedido de anonimato de la víctima, que pasa a llamarse Belén, también transforma a Belén. Belén somos todas, entonces”.
Suele decirse que en pueblo chico el infierno es grande, y la lucha por la reapertura del caso se transforma en la comidilla de la sociedad tucumana.
Belén aporta varias escenas cotidianas donde el cotilleo de las madres del colegio o alguna conversación en voz baja en el vestuario del club transparentan el conservadurismo imperante. ¿Para qué reabrir algo que ya es cosa juzgada, con qué necesidad? De allí el imperativo del anonimato, porque la pérdida del trabajo para los familiares de Belén no es difícil de imaginar y las amenazas comienzan a rodear a Soledad, esa abogada cabezadura que no puede dejar las cosas tal y como están. En ese marco denso hay atisbos de humor (“¿Belén? ¿Por qué no le pusiste María Concepción o Luján o Santísima Trinidad?”), en particular cuando se describen algunos hechos ligados a lo privado.
Paredes recuerda que “era una manera de refrescar un poco, pero después comenzamos a podar bastante ese condimento ligero, sobre todo a partir de la mitad del segundo acto, para permitir llegar al clímax con cierta carga de emoción, de liberación. La tragedia da lugar a la esperanza. Pero es cierto que el humor está, quitándole gravedad al asunto, y es un poco una forma de llegar a la segunda parte con la guardia baja, porque la patada en la cara llega. Al mismo tiempo, la gente que trabaja en situaciones extremas tiene bastante humor. Es un prejuicio esa idea de que quien trabaja en causas duras está seria todo el tiempo. Es casi al revés: para soportar las injusticias, el humor, incluso el negro, es casi necesario. Queríamos representar a estas heroínas de esa manera”.
El humor también está presente en la conversación: Paredes, pareja de Mariano Llinás, escribe guiones junto a Fonzi, que es pareja de Santiago Mitre. A su vez, Llinás escribe guiones junto a Mitre, quien eligió a Paredes para un rol breve pero esencial en Argentina, 1985. Las interconexiones siguen. “Alguien dijo que éramos los swingers del cine, y eso quedó como broma”, afirma entre risas Paredes.
En tono más serio, la actriz describe a Fonzi como una cineasta consumada. “Me sorprende realmente el nivel que tiene como directora. Tiene tanto oficio como actriz que puede dirigir y actuar, estar atenta a sus marcas y al mismo tiempo a las de los demás. El nivel de control en el set es total, y no es fácil, porque dirigir y actuar al mismo tiempo es complejo. Es como una especie de máquina, puede desdoblarse con mucha facilidad y dirigir desde adentro sin necesidad de ir a mirar el monitor mil veces. Pero además genera muy buen humor en la gente, en todo el equipo y el reparto. Nunca se permite esas extravagancias de muchos directores que la pudren ahí, en el rodaje. Dolores preparó mucho la película y todo el mundo sabía qué hacer al llegar a la filmación”.
La integrante de Piel de Lava recuerda que hubo un trabajo previo de investigación para poder escribir el guion. “Más allá de leer el libro de Ana Correa, obviamente, viajamos a Tucumán con la intención de conocer los lugares donde habían sucedido las cosas. Y encontrarnos con Soledad; eso nos dio mucha información para terminar de darle forma al personaje”.
Respecto del reparto de figuras tucumanas, la crema de la crema del cine de esa provincia, Paredes afirma que se trata de “actores descomunales, y en ese sentido había algo muy allanado ya de entrada.
En el caso de Camila Plaate, nuestra Belén, era un personaje que tenía que estar en un punto justo entre la no victimización y la fragilidad de estar en esa situación terrible. Me parece que es una actriz que toca una tecla muy exquisita, con muchos matices. Con otra actriz la primera escena, por ejemplo, podría haber generado cierto chirrido. De todas formas, el mayor desafío fue que la historia no fuera demasiado didáctica, y que a la vez habilitara que mucha gente que no lo conoce se entere de este caso, que ocurrió hace apenas diez años en una provincia argentina. Belén está pensada para un público muy amplio, pero no queríamos sobre informar nada. Al mismo tiempo, como el caso es complejo, teníamos que clarificar cosas sin excedernos, en una película que debía terminar como un torrente emotivo. Esa era la película que quería hacer Dolores”. /Página 12