Lunes 06 de Octubre de 2025, 12:42
El partido entre Unión del Norte y Tucumán Central, jugado el 26 de septiembre en Burruyacu por la séptima fecha de la zona campeonato del grupo A del Anual de la Liga Tucumana, terminó convertido en una escena que ninguna persona que estuvo en la cancha va a olvidar. A los 45 minutos, Gabriel Ríos, futbolista visitante, fue a disputar una pelota aérea y recibió un golpe en la cabeza que le provocó un corte sobre el ojo derecho. Segundos después comenzó a convulsionar, generando un momento de máxima tensión y desesperación.
En la tribuna estaba su papá, Roberto, cirujano plástico de profesión, que había viajado hasta Burruyacu después de atender pacientes. Pasó de ser espectador a médico de urgencia; primero del espectáculo, después de la Liga y, sobre todo, de su propio hijo. Hoy, con Gabriel recuperándose de una operación y ya en su casa, prepara una denuncia para exigir que la Liga Tucumana regule de una vez por todas la seguridad sanitaria en las canchas.
Roberto recuerda cada instante. “Llegué tarde y me ubiqué en la tribuna visitante; me daba todo el sol en la cara. Eso es importante para la historia porque el sol me hizo ver la realidad”, dice. Desde allí vio cómo su hijo, de 1,90 metros, alto y fuerte, caía de espaldas. Esperó que se levantara, pero no lo hizo.
“El linesman, que estaba delante mío, empezó a hacer señas. Me decían que corra. Yo pensé que era una luxación de hombro, o que sólo iba a impulsarlo a levantarse. Cuando me acerqué vi que todos se agredían con todos. Fue una pesadilla”, relata.
Gabriel estaba en coma grado 2, con insuficiencia respiratoria, sangraba por la nariz y tenía un moretón en el ojo izquierdo. “Pasé de ser un simple espectador a médico del partido, de la Liga, del Ministerio y de mi propio hijo”, cuenta.
Falta de insumos y ausencia de protocolos en la Liga Tucumana
Roberto pidió una sonda traqueal, oxígeno y un laringoscopio. Sabía cómo estaba su hijo y qué necesitaba.
“La ambulancia tardó cerca de 10 minutos en llegar desde Garmendia, quizá menos. Pero lo importante es que no estaba en el estadio y tampoco había desfibrilador”, denuncia.
Para colmo, las puertas estaban cerradas con candado y la ambulancia no podía entrar. No había supervisor y la joven que estaba en el lugar no era enfermera, sólo ayudaba. Roberto tuvo que indicarle que llamara al hospital y pidiera un tubo de oxígeno. Cuando finalmente llegó la ambulancia, se subió con su hijo.
“No había médicos. Así que ahí tuve que ser médico de la provincia. En menos de pocos minutos fui de todo”, expresa.
Aclara que en el Hospital Padilla la atención fue muy buena, pero también señala que
la ambulancia no tenía lo básico para trasladar a un paciente en estado crítico de Burruyacu a San Miguel de Tucumán.
TARDE. La ambulancia demoró más de 10 minutos en llegar al estadio de Unión del Norte. Captura de video
En ese momento nadie sabía que Gabriel tenía un hematoma por fuera del cerebro que podía crecer. Tenía fractura de nariz y de cráneo, un coágulo extradural y múltiples hemorragias intracerebrales. “Era un pronóstico serio”, dice su padre. Así, todo el plantel de Tucumán Central se presentó en el hospital para acompañarlo.
Gabriel entró al quirófano de urgencia el sábado pasado y el lunes recuperó el conocimiento. Los médicos no podían creer que estuviera haciendo flexiones al lado de la camilla. El viernes recibió el alta definitiva y ahora está en su casa, comenzando la rehabilitación para “revitalizar” su cuerpo y reactivar los circuitos cerebrales “dormidos” tras el trauma.
“Hace cinco días rogaba que pudiera vivir y hoy agradezco totalmente”, repite Roberto. “Quiero promover la bondad en todos los sentidos; con algo muy importante que nos libera, que es la verdad”, repite.
“El jugador que golpeó a mi hijo es reincidente”, dijo Ríos
Roberto también pone el foco en el jugador que chocó con Gabriel.
Dice que tiene antecedentes en la Liga de Lincoln (Buenos Aires), en donde había sido suspendido tres meses por haber noqueado a otro jugador. “Mi hijo iba corriendo viendo la pelota. El jugador de Unión del Norte lo ve y va hacia él. Cuando saltan por una cuestión de física, los dos deberían caer. Pero en este caso, el otro jugador cae parado, se va escapando de la acción y luego se tira. Es reincidente esto de los noqueados”, describe.
Más allá de todo, asegura que no tuvo ningún detalle con Gabriel.
“No mandó mensaje, ni disculpas y ni siquiera lo visitó. Y mi hijo estaba al borde de la muerte”, manifiesta.
El árbitro escribió que el hecho fue “fortuito” y, con ese argumento, el Tribunal de Disciplina no puede sancionar. “Se reunieron el miércoles a la tarde, vieron que era un hecho fortuito y se quedaron con lo escrito en el papel. Parece que se olvidaron que mi hijo estuvo en coma, que lo tuvieron que operar. Se guiaron del ‘hecho fortuito’ como si no hubieran leído las noticias”, reclama.
Reconoce, sin embargo, que Unión del Norte no incluyó al jugador en su plantel después del incidente y lo considera “algo loable”. Pero insiste en que debe observarse este comportamiento reincidente.
Roberto no se guarda nada.
“No se puede aceptar que el equipo no haya puesto una ambulancia. Que no tengan desfibrilador ni médicos. Se deben hacer los chequeos médicos de todos los jugadores. Ya hay muertos en el fútbol tucumano y Diego Erroz (Secretario de Deportes) no regula nada; la Liga Tucumana no regula nada”, sigue denunciando.
Su relato estremece. “No sé qué hubiera pasado si yo no estaba ahí para hacerle los primeros auxilios a mi hijo. Estuvo 10 minutos en la cancha y no había nada. Por más amables que eran todos, nadie era enfermero ni médico y no había ambulancia. Mi hijo se iba a morir. Si yo no estaba ahí, él se moría. Nunca fui médico de tantas instituciones al mismo tiempo. Fui del club, de la Liga y del Ministerio porque trasladé en el 107 a un paciente en coma”, repite.
Ahora, con Gabriel ya en casa, asegura que va a presentar una denuncia formal. Por su hijo y, por sobre todo, para que ningún otro futbolista quede expuesto. “La verdad te libera”, repite, como un mantra que quiere transformar en acción.