El árbitro Nazareno Arasa fue uno de los protagonistas de la fecha
Por qué los arbitros del fútbol perdieron toda credibilidad y están bajo sospecha
Miércoles 08 de Octubre de 2025, 06:24
El arbitraje argentino atraviesa la peor crisis de su historia reciente y el fútbol está en ebullición. Los errores, las designaciones sospechosas y los silencios cómplices mantienen en alerta a los clubes, mientras la sensación de impunidad se extiende. Todo parece bajo sospecha. El sistema de control y disciplinamiento es implacable: los dirigentes críticos callan por miedo, los obedientes son premiados con arbitrajes favorables y designaciones internacionales, y los árbitros se adaptan a un régimen de premios y castigos. Los escándalos semanales son apenas daños colaterales. La eficacia del modelo se mide en su capacidad para perpetuarse.
Los ejemplos abundan. Andrés Gariano, que escandalizó con un gol anulado a Belgrano frente a Barracas Central, volvió a ser designado. En esta fecha "impartió justicia" en un partido de un grande, Godoy Cruz-Independiente, donde no cobró un penal por lado. Adrián Franklin, VAR en aquel fallo contra de los cordobeses, fue premiado con Rosario Central-River, el partido más fuerte de la fecha. Nazareno Arasa, que anuló un gol legítimo a Estudiantes de La Plata frente a Barracas Central, también repitió designación. Un episodio reciente graficó la sospecha en los arbitrajes del fútbol argentino: Fernando Muslera, arquero de Estudiantes, le dijo entre risas a un rival de Barracas Central que le protestaba a Arasa: "¿Encima vas a hablarle? ¡Si hizo todo para ustedes!". En cada cancha, ante el menor roce o rebote, los jugadores del "Guapo" presionan al árbitro para recordarle para qué lado debe pitar.
El de esta vez en La Plata fue el tercer escándalo consecutivo en favor del club que preside Claudio "Chiqui" Tapia, titular de la AFA. Belgrano ya había sufrido un gol anulado por un insólito llamado del VAR y otro que casi le sacan los jueces de línea. La reiteración ya no parece casualidad y como frutilla del postre, la Dirección Nacional de Arbitraje decidió no difundir los audios del VAR del partido entre Estudiantes y Barracas Central. El silencio de los clubes se explica por la impunidad de Federico Beligoy, director nacional de arbitraje y secretario general del gremio. Su doble rol -juez y parte- le otorga un poder total: evalúa, califica, designa, sanciona y defiende a los suyos. No hay precedentes de alguien con tanto control dentro y fuera de la AFA.
Ni siquiera Marcelo Gallardo, entrenador de River, se anima a romper el cerco: "No voy a hablar puntualmente del arbitraje. No voy a ser el único, porque siempre quedás muy solo en esto. No queda otra que adaptarse al sistema. Hay que callarse, porque el que habla es sancionado. Todo el mundo sospecha de todo", reconoció en conferencia de prensa tras otro fallo polémico. Los árbitros, por su parte, priorizan los viajes, los hoteles cinco estrellas y los US$ 2.000 que paga la Conmebol por fecha de VAR internacional. El entramado escala hacia arriba. "Chiqui" Tapia, mientras tanto, consolidó alianzas con Alejandro Domínguez, el presidente de la Conmebol, y Gianni Infantino, el mandamás de la FIFA, que lo acaban de nombrar presidente de la Comisión de Reglas de Juego. Lo acompañan Beligoy y Luciano Nakis, ambos premiados con cargos internacionales en plena crisis arbitral.
Mientras Barracas Central era favorecido en La Plata, el presidente de la AFA disfrutaba en Miami junto a Lionel Messi y Rodrigo De Paul, celebrando su nuevo título en la FIFA. En la Argentina, el fútbol parece tener sus propias reglas: las que dicta "Chiqui" Tapia. El "sistema" que Gallardo mencionó en conferencia de prensa se repite en cada cancha: fallos insólitos, expulsiones arbitrarias, offsides que nadie ve. Las víctimas se multiplican -Estudiantes, Belgrano, Gimnasia, Independiente- y las quejas se ahogan en el miedo. El poder arbitral se castiga o premia según la obediencia.
Incluso los dirigentes opositores también fueron domesticados. Andrés Fassi, presidente de Talleres de Córdoba, pasó del enfrentamiento a la disculpa pública. Otros, como Caruso Lombardi, denuncian que "nadie levanta la voz" por temor a represalias. En el ascenso, entrenadores y jugadores hablan de "un fútbol sucio", pero luego piden perdón para seguir trabajando. El VAR, lejos de garantizar justicia, se transformó en una herramienta de manipulación. Los mismos árbitros retirados -Mauro Vigliano, Germán Delfino, Silvio Trucco, Diego Ceballos- operan detrás de las pantallas bajo control de Beligoy, que decide quién asciende, quién viaja y quién cobra. Su poder es total: evalúa, califica, designa, sanciona y también defiende al gremio. No hay precedentes de alguien con tanto control dentro y fuera de la AFA. Quien se atreve a competirle sindicalmente queda relegado o cesanteado. Diego Abal fue el ejemplo más crudo: apartado sin defensa, luego de un error en el VAR. Ningún árbitro se atreve a desafiar al jefe, porque hacerlo significa el fin de su carrera. "El poder de Beligoy es absoluto y conminatorio", dice una voz del ambiente. Y nadie lo discute. Antes, Julio Grondona protegía el honor de los árbitros incluso en los casos más graves. Hoy, los errores se usan como instrumento de disciplinamiento. Beligoy, premiado y fortalecido por Tapia, encarna un modelo donde la obediencia vale más que la honestidad. En ese esquema, la justicia deportiva es una ficción y el mérito no existe. El fútbol argentino se juega cada vez menos en la cancha. Las reglas las dicta el poder. /El Economista