Sábado 11 de Octubre de 2025, 23:12

Dos formaciones chocaron y generaron la peor catástrofe de la historia ferroviaria en la Argentina
La noche del 1 de febrero de 1970 quedó grabada como una de las páginas más trágicas en la historia ferroviaria argentina. El tren Estrella del Norte, que había partido desde San Miguel de Tucumán rumbo a la estación Retiro, protagonizó un desastre que aún hoy se recuerda por su magnitud: 236 personas murieron y más de 400 resultaron heridas cuando el convoy embistió a otro tren detenido entre las estaciones de Benavídez y General Pacheco, en la provincia de Buenos Aires.El servicio, muy popular entre los tucumanos que viajaban hacia la capital, avanzaba con dos locomotoras y varios vagones repletos de pasajeros cuando, pasadas las 20.30, chocó violentamente contra el tren local conocido como El Zarateño. Este último se encontraba detenido en las vías por una falla mecánica, sin posibilidad de avanzar. La tragedia fue consecuencia de una combinación fatal de errores humanos, fallas técnicas y un sistema de señalización deficiente.
Las investigaciones posteriores determinaron que hubo una grave falla de comunicación entre los operarios de la estación Benavídez y los maquinistas. El señalero habría autorizado la marcha del tren tucumano sin constatar que las vías estuvieran despejadas. El error se agravó por la escasa visibilidad nocturna, la falta de iluminación adecuada y la ausencia de mecanismos automáticos de control, que en esa época dependían casi por completo de la intervención manual. En cuestión de segundos, la locomotora del Estrella del Norte se incrustó en los últimos vagones del tren detenido, generando un impacto tan violento que varios coches se montaron unos sobre otros.

Las imágenes de aquella madrugada, con bomberos y voluntarios intentando rescatar a las víctimas entre los hierros retorcidos, recorrieron todo el país. Los hospitales de la zona colapsaron, y las tareas de identificación se extendieron durante días. La mayoría de los pasajeros fallecidos eran familias tucumanas que regresaban a Buenos Aires luego de las vacaciones o que viajaban por trabajo. La conmoción fue profunda tanto en la provincia como en el resto del país.
El accidente de Benavídez provocó una fuerte reacción social. Por primera vez, se puso en discusión la precariedad de la infraestructura ferroviaria y la falta de inversión en seguridad. El gobierno de entonces prometió una modernización del sistema de señales y la capacitación del personal, aunque muchas de esas medidas llegaron tarde o nunca se implementaron. A pesar de los cambios parciales que se introdujeron, el episodio dejó al descubierto un problema estructural que continuó repitiéndose en décadas posteriores.
Aunque el siniestro ocurrió en Buenos Aires, su vínculo con Tucumán fue inmediato y doloroso. El Estrella del Norte era uno de los servicios más tradicionales de la línea Mitre y representaba una conexión vital entre el norte y el centro del país. La mayoría de sus pasajeros eran tucumanos que dependían de ese tren para viajar largas distancias a precios accesibles. Por eso, en los días posteriores al accidente, los diarios locales reflejaron un clima de luto generalizado: decenas de familias esperaban noticias de sus seres queridos, mientras las estaciones de tren del interior se convertían en lugares de vigilia y angustia.

No fue la única tragedia ferroviaria vinculada a nuestra provincia. Ocho años más tarde, el 25 de febrero de 1978, otro servicio del Estrella del Norte que había partido de Tucumán protagonizó un nuevo desastre al chocar con un camión en un paso a nivel en la localidad santafesina de Sa Pereira. En ese caso, 55 personas perdieron la vida. En territorio tucumano también se registraron accidentes menores, principalmente en pasos a nivel urbanos, aunque ninguno alcanzó la magnitud de aquellos dos siniestros.Con el paso del tiempo, la catástrofe de Benavídez se convirtió en una referencia inevitable al hablar de la historia del ferrocarril argentino. Fue un punto de inflexión que marcó la necesidad de repensar la seguridad ferroviaria y de modernizar un sistema que durante años funcionó con equipos obsoletos y una estructura burocrática ineficiente. Más de medio siglo después, el recuerdo de aquella tragedia sigue presente entre los sobrevivientes y las familias que perdieron a sus seres queridos, muchos de ellos tucumanos.
Cada aniversario revive el mismo interrogante: cómo un error tan elemental pudo derivar en semejante pérdida humana. La historia del Estrella del Norte es, en definitiva, una advertencia sobre los riesgos de la desidia y la falta de control en un servicio público que alguna vez fue símbolo de progreso y unión entre las provincias. En Tucumán, donde partió el tren que nunca llegó a destino, su memoria sigue siendo una herida abierta y un llamado a no repetir los errores del pasado.
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