
Jueves 20 de Noviembre de 2025, 10:55
El mundo del espectáculo europeo está conmocionado tras conocerse una noticia tan inesperada como profundamente simbólica: Alice y Ellen Kessler, las legendarias gemelas que marcaron a fuego la escena artística del continente durante las décadas del 50 y 60, murieron juntas a los 89 años mediante un suicidio asistido. Fieles a la forma en la que vivieron -inseparables, disciplinadas y unidas hasta el extremo-, las hermanas eligieron cómo y cuándo despedirse del mundo.
La muerte de las Kessler ocurrió en Grünwald, un suburbio próspero y arbolado ubicado a las afueras de Múnich, donde compartían una casa desde hacía años. La noticia fue difundida por el diario alemán Bild y la agencia DPA, y confirmada pocas horas después por la Policía local y por la Sociedad Alemana para una Muerte Digna, organización que acompañó su decisión final.
Las hermanas planificaron cada detalle del proceso: dejaron instrucciones escritas, escogieron la fecha y pidieron que sus cenizas descansaran juntas en una única urna, acompañadas por los restos de su madre, Elsa, y de su querido perro Yello, un caniche que las había acompañado durante años. A su lado estuvieron un médico y un abogado, presentes para garantizar la legalidad del procedimiento y el cumplimiento de sus deseos.
La muerte simultánea de las gemelas no solo cerró una vida artística excepcional, sino que también respetó una promesa que ambas habían repetido en numerosas entrevistas: “No queremos vivir la una sin la otra. Nos vamos juntas”.
Las Kessler: una vida de talento, disciplina y una carrera global
Alice y Ellen Kessler nacieron en 1936 en Sajonia, cerca de Leipzig, en un contexto marcado por la guerra y la división alemana. En su adolescencia, ya destacaban en ballet clásico dentro de la compañía de la Ópera de Leipzig, donde se formaron desde niñas. Sin embargo, la vida les tenía preparado un giro cinematográfico.
En 1952, cuando tenían apenas 16 años, huyeron de Alemania Oriental hacia Düsseldorf, en lo que describieron como una mezcla de impulso artístico y necesidad de libertad. “Nuestra carrera habría sido muy distinta si nos hubiéramos quedado en la RDA”, declaró años más tarde Ellen al Süddeutsche Zeitung.
Su gran salto artístico se dio en el mítico Lido de París, donde se transformaron en estrellas del cabaret francés. Allí desarrollaron el estilo que las haría mundialmente famosas: coreografías milimétricas, piernas largas que parecían infinitas y un aura de glamour que las diferenciaba de cualquier otra dupla artística.
Pero el Lido fue apenas el comienzo. En 1959 representaron a Alemania en el Festival de Eurovisión, participaron varias veces del emblemático programa estadounidense “The Ed Sullivan Show”, realizaron giras por Europa y América y fueron tapa de Life, uno de los honores más prestigiosos de la época. Su círculo de amistades incluía nombres como Fred Astaire, Frank Sinatra, Elvis Presley y Rock Hudson.
La marca Kessler: un dúo que nunca se separó
Incluso ya entrados los 80 años, las Kessler seguían presentándose en espectáculos y musicales. Siempre juntas. Siempre sincronizadas. “Ser un dúo sólo tiene ventajas. Juntas somos más fuertes”, dijo Alice en una entrevista por su cumpleaños número 80.
Al definir el secreto de su éxito, ambas coincidían: disciplina, gratitud, humildad y unión. No había grandes misterios, aseguraban. Su fórmula era trabajar todos los días, respetar al público y no dejar que la fama les hiciera perder de vista quiénes eran.
Pero detrás del brillo, su historia personal también enfrentó sombras. En varias entrevistas revelaron que durante su infancia vivieron episodios de violencia doméstica ejercida por su padre alcohólico. Fue en ese contexto donde forjaron un pacto íntimo: jamás permitirían que la violencia ni la separación definieran sus vidas. Y lo cumplieron.
Un final planificado como un último acto artístico
Las gemelas Kessler no dejaron nada librado al azar. De acuerdo con el periódico bávaro Abendzeitung, una carta enviada por Alice el mismo lunes daba cuenta de su meticulosidad. En el documento cancelaba su suscripción al diario y había escrito en computadora que la baja regiría desde el 30 de noviembre.
Sin embargo, corrigió la fecha a mano, escribiendo: “Efecto a partir del 17.11.2025”. Debajo, su firma. “Quizás la última de su vida”, señaló el editor Michael Schilling, quien definió esa línea como “larga, audaz, vivaz como la existencia de estas gemelas del espectáculo”.
Según confirmó la Asociación Alemana por una Muerte Digna, se trató de un suicidio asistido. En Alemania, la eutanasia está prohibida, pero el suicidio asistido es legal para adultos en pleno uso de sus facultades que actúan bajo su propia responsabilidad.
Las hermanas habían dejado claro que no querían atravesar un proceso de deterioro físico progresivo, ni mucho menos que una quedara sola. Su decisión fue, para ellas, un acto de coherencia.
Sin familiares cercanos -o sin vínculo con los pocos que quedaban-, las gemelas tomaron también una decisión que generó respeto y admiración: donaron todo su patrimonio a Médicos Sin Fronteras.
“Los elegimos porque arriesgan la vida por los demás. Ganaron el Nobel de la Paz y son serios”, explicaron en una de sus últimas entrevistas. Su voluntad fue tan clara como su manera de atravesar la vida: sin rodeos, sin dudas y con una mezcla de independencia y sensibilidad social que llamó la atención incluso en sus últimos días.
Apenas unos meses antes de su muerte, en julio, las hermanas habían recibido de manos de Markus Söder, primer ministro de Baviera, la Orden del Mérito Bávaro, una distinción reservada para muy pocas personalidades destacadas.
Y menos de un mes antes del final, el 24 de octubre, las Kessler asistieron juntas a la premiere del espectáculo ARTistART del circo Roncalli en Múnich. Fue su última aparición pública. Las cámaras las captaron tomadas del brazo, sonrientes, impecables, en un gesto que para muchos hoy adquiere un significado poético: estaban despidiéndose del escenario.
Tras conocerse la noticia, las redes sociales del histórico programa “The Ed Sullivan Show” las despidieron con un mensaje que recorrió el mundo: “Estrellas deslumbrantes, verdaderas leyendas y hermanas cuya gracia, encanto y magia brillarán por siempre”.
La decisión de las gemelas Kessler de morir juntas sintetiza todo lo que representaron: una vida dual indivisible, un talento que se potenciaba en espejo, una fortaleza surgida del apoyo mutuo y una identidad que nunca se concibió por separado.
Su muerte no solo marca el final de una era en el espectáculo europeo, sino el cierre de uno de los dúos más emblemáticos del siglo XX. Un final trágico, sí, pero también profundamente fiel a su propia historia. /A24