Jueves 20 de Noviembre de 2025, 17:09
El desembarco masivo de productos importados de plataformas como Amazon y Shein, sumado a la expansión acelerada de cadenas de bazar y tiendas de origen chino, está reconfigurando el mapa comercial de la Argentina. Mientras los consumidores celebran precios bajos y acceso a una oferta ilimitada, miles de pequeños comercios alertan que atraviesan la peor crisis de rentabilidad de las últimas décadas.En los últimos meses, el ingreso de paquetes puerta a puerta se multiplicó a partir de la flexibilización de normas aduaneras, la reducción de controles y la posibilidad de comprar en plataformas internacionales con entrega directa. Según cámaras del sector mercantil, el fenómeno generó una caída abrupta en las ventas de rubros como regalería, indumentaria, librería, electrónica menor, juguetería y bazar. “Hay comercios que bajaron sus ingresos entre 30% y 60% en el último año”, graficó un referente pyme consultado.
A este escenario se suma un factor interno: la instalación de grandes cadenas de bazar y supermercados orientales que importan de forma directa y venden a precios muy por debajo del promedio del comercio tradicional. Estas empresas —muchas con capitales chinos o asiáticos— abren locales de más de 2.000 metros cuadrados que funcionan casi como mayoristas encubiertos. Su política de precios agresivos, apalancada por altos volúmenes de compra y canales de importación consolidados, está dejando fuera de competencia a ferreterías, tiendas de hogar, pequeños bazares y negocios familiares.
Los comerciantes aseguran que no se trata sólo de una cuestión de competencia, sino de un desbalance estructural. Mientras los pequeños comercios enfrentan aumentos de tarifas, cargas sociales, alquileres dolarizados y costos logísticos internos, las plataformas globales ingresan productos exentos de gran parte de esos gastos. “Vender una taza en Argentina ya no es negocio: Shein la entrega en la puerta de tu casa por menos de lo que a nosotros nos cuesta comprarla al distribuidor local”, lamentó el dueño de un bazar histórico del conurbano bonaerense que analiza cerrar después de 23 años.
La crisis se evidencia en calles comerciales antes pujantes. Persianas bajas, carteles de liquidación final, reducción de personal y locales vacíos se multiplican en ciudades grandes y medianas. Según asociaciones pyme, sólo en 2024 cerraron más de 10.000 pequeños comercios vinculados a rubros golpeados por la importación indiscriminada. Para muchos, la apertura económica actual generó una competencia desigual imposible de sostener.
Especialistas en comercio minorista advierten que la tendencia no se detendrá en el corto plazo: los marketplaces globales ampliaron su presencia en el país, mientras que las cadenas asiáticas continúan expandiéndose con nuevos centros logísticos y tiendas de gran escala. En paralelo, cada vez más consumidores adoptan el hábito de comprar en plataformas extranjeras por precio, variedad y rapidez.
Desde el sector pyme reclaman políticas de equilibrio: límites al ingreso puerta a puerta, condiciones fiscales diferenciales para pequeños comerciantes, fomento a la producción local y controles aduaneros efectivos para evitar prácticas de dumping. Sin esos cambios, anticipan un escenario de reconversión forzosa y una pérdida irreversible del entramado comercial tradicional.
“Los comercios de barrio sostienen empleo, pagan impuestos y forman parte de la vida cotidiana. Si cierran, no sólo perdemos negocios: perdemos comunidad”, resumió una comerciante de indumentaria de Rosario. Mientras tanto, el flujo de paquetes continúa creciendo y las cadenas orientales seguirán abriendo locales. El fenómeno ya es visible: la globalización del consumo avanza a un ritmo que miles de pequeños comercios argentinos no están pudiendo resistir.