Déficit hídrico y falta de valor agregado, problemas crónicos que Tucumán debe solucionar para potenciar el crecimiento

Martes 16 de Diciembre de 2025, 07:21

PALABRA AUTORIZADA. Daniel Ploper, referente de la EEAOC, remarcó que Tucumán debe solucionar la paradoja hídrica de una provincia que sufre anegamientos y, a la vez, tiene problemas de riego, y avanzar hacia la industrialización de su producción pri



El investigador Daniel Ploper, una de las referencias científicas del agro tucumano y recientemente reconocido por el Senado de la Nación, trazó un diagnóstico crudo sobre el presente del sector agroindustrial de la provincia y marcó los desafíos estructurales que siguen sin resolverse: el manejo del agua, la industrialización de la producción y la necesidad de políticas estables de largo plazo. 

Con formación en la Facultad de Agronomía de la UNT y una trayectoria ligada a la Estación Experimental Agroindustrial Obispo Colombres (Eeaoc), Ploper sostuvo en una entrevista con un medio local, que Tucumán tiene condiciones naturales excepcionales, pero arrastra déficits históricos que condicionan su desarrollo.

Desde sus primeros años como investigador en la Eeaoc, en la década del 70, Ploper estuvo enfocado en la sanidad vegetal, especialmente en soja, cuando el cultivo era aún incipiente en el país y marginal en la provincia. Ese escenario cambió radicalmente a mediados de los años 90 con la llegada de la soja transgénica, el abaratamiento del glifosato y la adopción de la siembra directa, un proceso que impulsó una expansión agrícola sin precedentes en el NOA y el NEA. Sin embargo, advirtió que ese crecimiento también consolidó el monocultivo y aumentó la presión de plagas y enfermedades, lo que obligó a concentrar esfuerzos en garantizar la estabilidad productiva.

El punto de inflexión llegó con la campaña 1996-1997, cuando una epidemia de cancro del tallo provocó pérdidas totales en algunos lotes de Tucumán, Salta y el norte de Santa Fe. A ese episodio le siguieron otras amenazas sanitarias, como la mancha ojo de rana, que forzaron cambios varietales y pusieron en evidencia la importancia estratégica de contar con cultivares resistentes. En aquel contexto económico, con precios favorables y retenciones bajas, la soja se consolidó como un negocio rentable, mientras que otros cultivos, como el maíz, mostraban mayor volatilidad y costos más altos.

Con el paso del tiempo, y ya en roles de gestión dentro de la Eeaoc, Ploper amplió su mirada hacia otras producciones clave de Tucumán, como la caña de azúcar y los citrus. Allí destacó que, aun cuando no existían urgencias sanitarias tan marcadas, los programas de mejoramiento genético siguieron siendo la herramienta central para sostener la productividad, por ser la opción más eficiente y económica frente a las enfermedades.

Al analizar la situación actual, el especialista señaló que Tucumán sigue sin resolver problemas estructurales básicos. Subrayó la paradoja de una provincia con abundantes lluvias que alterna inundaciones con sequías severas, al punto de generar disputas por el agua de riego en plena primavera. Si bien reconoció avances puntuales, como los sistemas de riego implementados a través del Prosap en Tafí del Valle y otras zonas, remarcó que muchos proyectos previstos para el este tucumano nunca se concretaron. A esto se suma la postergación histórica de obras clave, como los diques, que siguen siendo una promesa recurrente sin resultados concretos. Hoy, las superficies irrigadas en caña y citrus son reducidas, y en el caso de los granos, prácticamente inexistentes.


Otro de los grandes déficits, según Ploper, es la escasa industrialización y el bajo agregado de valor. En la actividad sucroalcoholera, si bien existe una agroindustria consolidada, el potencial de la sucroquímica permanece subexplotado. En el complejo citrícola, Tucumán exporta desde hace décadas jugos, aceites esenciales y cáscaras deshidratadas, que luego se transforman en pectina en el exterior. Celebró que recientemente se haya avanzado con un proyecto local de pectina, pero cuestionó la falta de diversificación industrial. En el caso de las hortalizas, fue aún más contundente: gran parte de la producción se pierde cuando podría destinarse a congelados, deshidratados u otros procesos industriales.

Para el investigador, el salto que necesita el agro tucumano depende de previsibilidad, estabilidad macroeconómica, planificación y políticas públicas sostenidas en el tiempo. Remarcó el rol indelegable del Estado en la definición de estas estrategias y la necesidad de acuerdos políticos que eviten interrupciones entre gestiones. Aunque reconoció que muchas decisiones dependen del contexto nacional, sostuvo que dentro de la provincia existen márgenes de acción si se prioriza el gasto y se planifica con criterio.

En ese marco, Ploper defendió la necesidad de una Ley de Semillas moderna, al considerar que de ella depende la calidad genética de las producciones futuras. Explicó que las variedades e híbridos que llegan al productor son el resultado de largos y costosos programas de mejoramiento, que pueden demandar más de una década de trabajo interdisciplinario. Sin un sistema que garantice el retorno de esa inversión, a través de semillas fiscalizadas o regalías, los programas se discontinuarán, como ocurrió en los años 90 con buena parte del mejoramiento en soja. Según advirtió, la falta de reconocimiento al obtentor termina dejando al país sin genética competitiva y explica por qué otros países de la región avanzan más rápido en productividad y tecnología.

El diagnóstico de Ploper deja una advertencia clara: Tucumán tiene recursos naturales, conocimiento científico y capacidad productiva, pero sin decisiones estructurales en agua, industrialización y reglas claras, el potencial agroindustrial seguirá quedando a mitad de camino.