Domingo 21 de Diciembre de 2025, 09:17
A los 22 años, con el título de Licenciado en Economía recién obtenido y un horizonte colmado de perspectivas, Juan Ignacio Domínguez sumó a su CV un reconocimiento que no es habitual ni siquiera entre trayectorias académicas más extensas: el Premio Anual de Investigación Económica “Dr. Raúl Prebisch”, otorgado por el Banco Central de la República Argentina (BCRA). El galardón, creado en 2007, distingue trabajos de estudiantes universitarios, jóvenes profesionales y doctorandos de todo el país. Un cierre de año soñado para este jovencísimo profesional tucumano, flamante egresado de la Facultad de Ciencias Económicas de la UNT.
Domínguez ganó en la categoría de estudiantes universitarios, una instancia particularmente competitiva que este año reunió 27 trabajos. El suyo se titula “La macroeconomía de los controles cambiarios”, y fue el fruto de la tesis de grado que completó guiado por la prestigiosa economista
Ana María Cerro. La ceremonia de premiación se realizó el jueves pasado en la sede del Banco Central con la presencia de autoridades de la institución -incluido su presidente, Santiago Bausili-, además del jurado integrado por referentes del área de investigaciones económicas.
El premio lleva el nombre del tucumano Raúl Prebisch (1901-1986), una de las figuras más influyentes del pensamiento económico latinoamericano, y está orientado a trabajos vinculados con la macroeconomía y la política monetaria, campos de especial interés para el BCRA. Es el área que a Domínguez lo apasiona desde que inició su trayecto académico.
Encontrando la vocación
El último año del secundario en el colegio Nueva Concepción será difícil de olvidar para Domínguez: 2020, pandemia, cuarentena. Lo agarró justo cuando debía definir por dónde encausaría los estudios universitarios. Fue su papá -Juan Pablo, ingeniero civil- quien le recomendó algunas lecturas sobre economía, libros que lo atraparon al punto de mostrarle el camino.
El respaldo familiar es fundamental en esta historia. Domínguez destaca que el manejo del inglés es imprescindible, sobre todo para su proyección profesional, y el hecho de que su mamá -María Laura Palazzo- sea docente lo ayudó muchísimo. De hecho, escribió la tesis en inglés y el premio del BCRA la anuncia en ese idioma.
Afinando la orientación vocacional, Domínguez se inclinó por estudiar una cuestión recurrente y polémica en la historia económica argentina como son los controles de cambio, conocidos en el lenguaje cotidiano como “cepo cambiario”. Lo que hizo fue tomar ese fenómeno, tan discutido en el debate público, y analizarlo desde un enfoque teórico riguroso.
Destacados juradosIntegraron el tribunal el vicepresidente del Banco Central, Vladimir Werning; la economista Laura D’Amato; el subgerente general de Investigaciones Económicas, Mauricio Alessandro; y Sebastián Katz. “Todos fueron muy amables”, recuerda Domínguez, quien tuvo la oportunidad de conversar con ellos antes y después de la premiación. “Destacaron el nivel general de los trabajos y dijeron que había sido muy difícil elegir -apuntó-. Entiendo que lo que les gustó del mío es que aborda una problemática relevante, muy presente en la cabeza de muchos economistas, pero que no estaba del todo formalizada en un modelo teórico”. Además del reconocimiento académico, el premio incluye una recompensa de $1,3 millón.
Detrás del logro está la relación que Domínguez construyó con su guía en la tesis. “Tuve mucha suerte -confiesa-. Yo sabía que Ana María Cerro es una profesional muy reconocida, pero como directora fue increíble”. Cuenta que ella revisó el trabajo innumerables veces, escuchó presentaciones, consultó con colegas externos y lo acompañó durante meses en la elección del tema. Incluso organizó reuniones con ex alumnos que hoy son profesores en el exterior para que opinaran sobre las ideas.
Esa experiencia positiva se inscribe en una valoración más amplia que Domínguez hace de la Facultad y, por extensión, de la universidad pública. Cuenta que conoció unidades académicas en otras provincias y destaca que, en términos de infraestructura, Ciencias Económicas está a un nivel altísimo para los estándares del país. Aulas equipadas, proyectores, pizarrones nuevos, aire acondicionado funcionando...
Pero aclara que eso es secundario. Lo central, para él, es el cuerpo docente. “Sabía que los profesores de economía son muy buenos, pero me sorprendió la disposición y las ganas de enseñar”, dice. No recuerda malas experiencias y menciona, además de Cerro, a Augusto Nieto Barthaburu como otro referente clave de su formación. “Sus clases son fantásticas -sostuvo-, y más allá de eso siempre se tomó el tiempo para escucharme, para presentarme colegas, para ayudarme a conseguir algún trabajo”.
Lo que vieneDomínguez se permite ahora una pausa breve para brindar en las fiestas y disfrutar el verano antes de encarar la siguiente etapa. Sus planes, claros y ambiciosos, se enfocan en continuar en el mundo académico. “Me encantaría seguir estudiando”, dice. El año próximo planea cursar una maestría en Economía en la Universidad Torcuato Di Tella, en Buenos Aires, y luego aplicar a un doctorado en el exterior. ¿Dónde? El anhelo apunta alto: Harvard, el MIT, Princeton, Stanford, Chicago... ¿Por qué no? Numerosos profesionales egresados de la UNT pasaron por esas aulas estadounidenses dejando una excelente impresión.
Más allá de su formación, desde su lugar de joven economista, Domínguez se anima a ofrecer una mirada sobre la situación del país, una posición que él mismo define como técnica y no partidaria. Y hay un punto que destaca especialmente y es la discusión sobre el déficit fiscal. Aunque aclara que hay muchas cuestiones del Gobierno actual que pueden debatirse, rescata que se haya instalado una visión más realista sobre la imposibilidad de sostener déficits permanentes. “Porque a ese déficit hay que financiarlo de alguna manera: con impuestos, con deuda o con emisión, y eso genera problemas que ya conocemos”, subraya.
Para Domínguez no es un dato menor que en los últimos 100 años Argentina haya tenido poquísimos ejercicios sin déficit fiscal. “Es un gráfico que aparece en todas las clases de historia económica”, dice. Desde esa perspectiva, considera positivo que el tema se haya puesto en el centro de la discusión pública.
También se detiene en el clásico contrapunto entre macro y microeconomía, tan frecuente en los medios. “Se dice mucho que la macro está bien pero la micro no”, observa. Sin negar que existan tensiones, cree que ambas dimensiones están profundamente vinculadas: “las mejoras en la macro tardan en llegar al bolsillo de la gente, o la gente tarda en percibirlas, pero van de la mano”. Recuerda que, en los primeros meses del actual Gobierno la estabilización macroeconómica permitió recuperar cierta previsibilidad tras años muy complejos. “Eso también impacta”, sostiene, aunque reconoce que los procesos económicos no se resuelven de un día para el otro.
La pregunta final es inevitable: ¿hay futuro en la Argentina? Domínguez no esquiva la cuestión. Admite que le gustaría vivir un tiempo en el exterior, sobre todo para hacer su doctorado, pero no descarta volver. Y lo resume así: “para este país, un poco de esperanza yo tengo”. /
Por Guillermo Monti - La Gaceta