Sábado 27 de Diciembre de 2025, 10:27
A partir de 2026, la inteligencia artificial dejará de ser una novedad tecnológica para convertirse en una infraestructura silenciosa, omnipresente y determinante. Ya no será un tema de especialistas ni una curiosidad de laboratorio: empezará a moldear la economía, el trabajo, la educación, la política y la vida cotidiana con una velocidad inédita. El cambio no será repentino, pero sí profundo y, sobre todo, irreversible.Durante los últimos años, la inteligencia artificial fue presentada como una promesa deslumbrante o como una amenaza apocalíptica. Sin embargo, el verdadero impacto comenzará cuando deje de ser tema de debate y pase a integrarse de forma natural en las decisiones diarias de empresas, gobiernos y personas. A partir de 2026, el mundo ingresará en esa etapa: la de la normalización de la IA.
El primer gran cambio se sentirá en el trabajo. No habrá una ola inmediata de despidos masivos, pero sí una transformación silenciosa de las tareas. La inteligencia artificial empezará a asumir funciones repetitivas, administrativas y operativas, mientras que los trabajadores deberán adaptarse a roles más estratégicos, creativos o de supervisión. El empleo no desaparecerá, pero cambiará su naturaleza. La diferencia entre quedar afuera o seguir vigente estará marcada por la capacidad de usar estas herramientas y no por el título o la experiencia acumulada.
En la Argentina, este proceso tendrá un impacto desigual. Por un lado, el país cuenta con talento tecnológico, programadores, diseñadores y profesionales capaces de adaptarse rápido. Por otro, arrastra problemas estructurales: baja inversión en educación, alta informalidad laboral y un sistema productivo poco digitalizado. Eso genera un riesgo claro: que la brecha no sea solo económica, sino también tecnológica. Mientras algunos sectores incorporan inteligencia artificial y ganan productividad, otros pueden quedar rezagados sin capacidad de reconversión.
La educación será uno de los campos donde el cambio se hará más evidente. El modelo basado en la memorización y la repetición perderá sentido frente a herramientas capaces de responder cualquier pregunta en segundos. La escuela y la universidad deberán redefinir su rol: enseñar a pensar, a evaluar información, a crear, a tomar decisiones. De lo contrario, quedarán desconectadas de la realidad. En países como Argentina, donde el sistema educativo ya muestra signos de agotamiento, el desafío será doble.
En la vida cotidiana, la inteligencia artificial comenzará a operar de forma casi invisible. Desde recomendaciones personalizadas hasta trámites automatizados, desde diagnósticos médicos asistidos hasta sistemas que anticipan necesidades, el uso de IA se volverá parte del día a día sin que el usuario siempre sea consciente de ello. La comodidad aumentará, pero también lo hará la dependencia tecnológica.
En el plano económico, el impacto será profundo. Las empresas que integren inteligencia artificial serán más eficientes, más competitivas y más rentables. Las que no lo hagan quedarán fuera del mercado. Para la Argentina, esto representa una oportunidad y una amenaza al mismo tiempo. O se aprovecha la ola tecnológica para ganar productividad y exportar conocimiento, o se profundiza la brecha con los países más desarrollados.
La política tampoco quedará al margen. La inteligencia artificial será utilizada para analizar datos, diseñar campañas, segmentar mensajes y modelar opiniones. Al mismo tiempo, crecerá el riesgo de desinformación, noticias falsas y manipulación digital cada vez más sofisticada. La confianza pública, ya debilitada, será uno de los grandes desafíos de la próxima década.
A diferencia de otras revoluciones tecnológicas, esta no da margen para la adaptación lenta. La velocidad del cambio es mayor que la capacidad de reacción de las instituciones. Por eso, 2026 no marcará el inicio de la inteligencia artificial, sino el momento en que su impacto empiece a sentirse con fuerza en la vida real.
El mundo que viene no será necesariamente peor, pero sí más exigente. Premiará a quienes se adapten, aprendan y se actualicen de manera constante. Y dejará atrás a quienes crean que este cambio es una moda pasajera. La inteligencia artificial no es el futuro: es el presente que empieza a imponerse. Y la forma en que cada sociedad responda a este desafío definirá su lugar en los años que vienen.
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