Jueves 29 de Junio de 2017, 21:46
Cuenta la crónica policial que Andrés Bazán Frías, alías "el manco" era un delincuente perseguido por la policía y soldados del Escuadrón de Seguridad, y que cayó muerto, acribillado a balazos, en 1923, cuando intentaba escalar los muros del cementerio Oeste en la ciudad de San Miguel de Tucumán, tras haberse fugado de la cárcel unos meses antes.
Era hijo de don Félix Bazán, agente de policía jubilado que trabajaba como conductor de coche-plaza. Hasta los 20 años llevaba una vida honrada, trabajando como mozo de bar. En algún momento se transforma en una de estas figuras ambiguas: un delincuente encarcelado por los crímenes que cometió o una especie de héroe justiciero que robaba a los ricos para darle a los pobres y que éstos lo ayudaban para que la policía no lo hallara.
El Manco,justamente era hijo de un policía retirado, de nombre Félix, que trabajaba haciendo changas en la zona de la ex estación El Provincial. El Manco nunca estudió y trabajó durante su niñez y adolescencia. Primero ayudando a su padre y después como mozo. Pero las injusticias sociales de principios de siglo pasado y la pobreza que lo rodeaba detonaron en él lo peor de su personalidad. Comenzó a realizar atracos a mano armada junto con su compinche Martín Leiva por la zona de la ex Estación Central Córdoba. Nunca fue confirmado, pero el paso del tiempo alimentó el mito de que repartía el botín entre sus vecinos de un villorrio cercano a La Ciudadela.
Estuvo detenido en la cárcel ubicada en la esquina de Avda. Sarmiento y 25 de mayo. Una noche junto con su compañero Martín Leiva, armados de revólveres se abrieron paso entre los guardas y así llegaron a la puerta. Bazán logró escapar matando al subteniente Juan Cuezzo de un balazo, pero Leiva fue atrapado.
Durante casi un año Bazán Frías intentó asaltar la cárcel y liberar a sus amigos. El 13 de enero de 1923, estaba escondido con otros dos hombres en una casucha cerca de la esquina de Mate de Luna y Alem, cuando sintieron los silbatos de la policía. Al ver que estaban rodeados Bazán Frías abrió violentamente la puerta y salió corriendo por el parque Avellaneda seguido de cerca por sus perseguidores a caballo. Corrió hasta el paredón del Cementerio del Oeste e intentó saltar al otro lado, pero le dispararon en el cuello y falleció. Según la leyenda, el alma del policía que había matado se le apareció del lado del cementerio en el momento que iba a saltar, por lo que la impresión le impidió cruzar la pared. Tenía 28 años.
Su padre lo veló en el Cementerio del Norte, alrededor del cadáver fue poniendo en el suelo una a una las velas. En sus bolsillos se hallaron un crucifijo, medalla y escapulario del Sagrado Corazón de Jesús, varias llaves ganzúas, 50 centavos, además de la orden de captura. Fue suficiente para crear el mito.
Poco a poco su biografía fue cambiando, el "manco" fue un hombre bueno que se volvió perseguido por la "mala policía" de la época. Nadie recuerda sus crímenes y hasta su prontuario se quemó. Un día el jefe de policía Mario Alberto Mazza organizó una impresionante pira donde ardieron los prontuarios de notables delincuentes de esa época. El tiempo y el fuego purificó el ánima de Bazán y se transformó en el santo popular más importante de Tucumán.