—¿Desde cuándo lo notás?—He notado un decrescendo en todos estos años con respecto a la comunicación. Por varios motivos, como por ideología, se ha perdido el focus de lo que es la información. Veo que van hacia un lugar, hacia el otro. Hay una grieta enorme aunque no la querramos ver: no hay que nombrarla ni nada pero existe, está. En tu casa, en tu trabajo y en la televisión la ves muy marcada. Y siento que algunos periodistas han perdido eso de la objetividad, de su creatividad, de su interpretación, eso que tienen que transmitir, por intereses privados. Antes no era así, pero lo he notado en estos últimos cinco, seis años sí.
—Y en cuanto a la calidad de televisión, los programas, esto del panelismo, ¿te gusta?—(Risas) Sos mala, eh. No estoy en contra de la gente que hace de panelista en la tevé, yo los considero columnistas. En un programa de noticias yo soy el columnista que acompaña al conductor, y ahora, siendo yo conductor, tengo columnistas que me acompañan. Lo veo desde ese lugar. El otro día leí un artículo que decía que por 20 o 50 mil pesos tenés un panelista sentado. Y es gente que trabaja hace mucho tiempo, que tiene su experiencia, que a lo mejor por estos tiempos de la vida debe tener cuatro, cinco, seis trabajos, porque no te alcanza para vivir. Porque no se puede. Hoy, el periodista que labura en un solo medio, para mí no subsiste.
—Hoy, ¿qué es lo que más te motiva o te atrae?—Lo que siempre me atrajo: el fuego sagrado de la noticia, la información. Me entero que hay una noticia o está pasando algo y digo: "Voy". No me importa: yo pago el pasaje, me consigo los viáticos como sea, pago un camarógrafo o trato de que la señal donde estoy me acompañe.
—En este momento de tu vida, ¿con qué soñas? ¿Te gustaría ser padre?—No. Estoy solo, tranquilo. Logré poco a poco establecerme en Buenos Aires. Siempre tengo la idea de irme a vivir afuera. Me gustaría hacer un show de noticias como el que hice durante bastante tiempo en C5N,.
—Pero el foco está en lo profesional, en el trabajo.—Tuve en su momento decir "Quiero ser padre". Lo pensé. Lo medité. Me proyecté en un futuro: "A ver, ¿cómo vas a ser padre?". Porque para ser padre tenés que tener también todo bien puesto, ¿viste? No es cuestión de adoptar un hijo o tener un hijo o subrogar un vientre, que me parece muy bien la gente que lo ha hecho y lo pienso hacer. En mi caso lo tomo con responsabilidad, y veo si en el futuro yo podría darle todo ese tiempo que no tuve de chico. A mí no me dieron mucho tiempo, mi madre me dio las las armas para salir a trabajar y a defenderme, pero hubo baches enormes en mi infancia. Me hubiera gustado que mi padre estuviera más presente: se fue 20 años cuando yo tenía ocho, y lo vi a mis 28 años en su lecho de muerte. Y lo pensé, y dije: "No estoy preparado o no tengo la vocación quizás de ser padre". Sí soy muy buen tío.
—Tu mamá fue madre y padre a la vez—Mi padre tenía una buena posición económica en su momento, jugaba al polo y demás, pero no tenía profesión: su profesión era vivir la vida "y ser hijo de…". Cuando se le acabó la fuente monetaria decidió irse a (la Ciudad de) Mendoza y dejó a mi madre con tres chicos en quiebra. Entonces cuando estás en un colegio como el que iba yo allá, Champagnat de los Maristas, y tenés tus compañeros que están pensando en irse a esquiar, en ir a comer, irse de vacaciones, yo lo que pensaba era si mi madre podía pagar la cuenta de la luz, del gas y si teníamos para vivir al mes siguiente. Fue muy duro todo. Estabas en un cierto grupo o sector social, y de repente no tenías un centavo. Entonces creo que eso también me ayudó a despegar y a entender que la vida va por otro lado. Y con la ayuda de mis abuelos, también ahí la surfeamos.
—Claro, para soportar…—Para mantener a tres chicos. Para darnos lo justo y lo necesario, eh: no había abundancia, no había lujos.
—Cuando tu mamá te ve en la tele, mira todo lo que hiciste, que sos conocido, ¿qué dice?—Ah, cuando mi madre me ve en la tele… Nunca le pregunté. Interpreto que está orgullosa, que se pone así, como una paloma a la que se le hinchan las plumas y demás. Pero no sé si le hubiese gustado a ella la exposición que tuve en estos años. Tiene un perfil muy bajo, mi familia es de un perfil muy bajo, y cuando han sucedido situaciones no muy gratas en la carrera que yo he tenido… Cuando vos venís de una provincia, a la gente no le gusta que hablen de vos ni nada, pueblo chico infierno grande, y quizás eso la ha jorobado bastante a mamá. Pero creo que a mamá le gusta verme, y que he hecho lo que he querido. Siempre con respeto, eh. Y nunca me dijo: "¿Por qué hacés eso?". Sí me dice "No me gusta" (risas).
—¿Las críticas le pesaban más a ella o más a vos?—A mi familia le han pesado las críticas, sí. A mí no. A mí me afectaron en el momento, pero me he hecho impermeable, te diría que hasta de amianto. Porque tampoco soy un tipo que se mete en escándalos, no me gusta hablar mal de la gente, no me interesa. Sí soy irónico, tengo humor, te mando alguna barrabasada, a veces muerdo la banquina… En un momento estaba mordiendo mucho la banquina y dije "No, por acá no es". Yo estaba medio a la deriva, sin directriz, y dije que no, que por ahí no va. Ahora está todo encaminado a lo que tiene que ser. Soy más grande. Antes eras más chico y tenía la impunidad del micrófono, que es un arma muy importante y hay que saber usarla. En casa al principio les ha dado como un poco de miedo, y ahora sí están orgullosos.—¿Qué lograste este último tiempo?—Logré el equilibro. No es fácil mantenerte en tu eje con todo lo que pasa en la política, en la calle. Yo no soy tonto, no es que soy un frívolo que hace notas por allí: me doy cuenta de todo lo que la gente necesita. Yo ando en subte, ando en tren, ando en el 152. Primero porque es más rápido, más barato. Y veo lo que le pasa a la gente. Veo lo que necesitan. Te lo piden en la calle. Y a mí me da mucha pena que a la gente le cueste tanto vivir. De antes y de ahora, ¿viste? Esto no es por el Gobierno actual ni el anterior, esto viene de hace muchos años: al argentino le cuesta asentarse, pensar en el futuro. La incertidumbre es como algo constante. Yo creo que hay dos "i" infalibles en la Argentina: la inflación y la incertidumbre.
—Y la inseguridad.—También. Tres, ponele. Hay que pensar en la gente. Hay que apoyar a la gente. Al que labura con vos, a tu compañero que está más arriba. Hay que dar de uno. Pero a veces también uno espera del otro lado. Y bueno, ahí se pone complicada la cosa.
—¿Notás mucho ego en el medio?—Sí, insoportable. Todos tenemos un ego, a todos nos gusta estar en cámara y demás, pero cuando ese ego es el centro o el eje de tu vida, está mal. El ego te enceguece, no te hace ver a tus costados.
—¿En algún momento te pasó cuando empezaste a ser conocido?—No, no. Y no lo digo por falsa humildad: no perdí el centro porque yo sé que todo esto es pasajero. Hay gente que quiere ser un ídolo de la televisión, ser estrella o ser famoso; yo quiero vivir bien, estar tranquilo y vivir de lo que me gusta, que es esto. ¿Soy un tipo ambicioso? Por supuesto. Pero hasta donde tiene que ser. He encontrado el equilibrio. Y lo que sé hacer es esto. Pensé en un momento: "No trabajo más en la tele, no hago más periodismo, no conduzco más".
—¿Estabas cansado?—Me harté. Me pasó eso: me cansé del entorno, me agotó. Porque me di cuenta de que en el trabajo somos compañeros, no somos amigos. Y en este medio se traiciona mucho: la gente se da vuelta muy rápido. "No pertenezco a este ambiente", dije. Nunca me sentí de este ambiente. Sí un tipo que entra y sale. Voy, hago la nota, cuento la historia, no me mareo ni con Punta del Este, ni con Europa, ni con el flash, ni con los aviones, ni con los vuelos privados, porque si voy es a laburar. Llego a mi casa con lo que tengo puesto y lo más lindo es ponerme la (sandalia) hawaiana, la remera vieja de no sé hace cuántos años, un short, y listo.
Fuente:https://www.infobae.com/teleshow/infoshow/2018/05/27/robertito-funes-ugarte-en-un-momento-estaba-a-la-deriva-mordiendo-mucho-la-banquina/