Las preguntas que marcaron un antes y un después
Si bien hay muchísimas mujeres que no padecen la depilación y eligen hacerlo con libertad, Agustina empezó a cuestionarla durante la adolescencia. Tenía un antecedente que hizo más fértil el terreno de las nuevas preguntas: “A los 16 años me había cortado el pelo bien corto y me decían ‘parecés un varón’ o ‘no es muy femenino’”. Lo mismo pasaba cada vez que se ponía ropa holgada en vez de prendas que marcaran su figura.
“Cuando empecé a conocer el feminismo escuché por primera vez a mujeres cuestionar cosas que yo no sabía que se podían cuestionar. Por ejemplo, hablaban del derecho a vestirnos como queremos sin que nadie crea que puede decirnos algo por eso en la calle. Yo siempre había pensado que los hombre eran así y que éramos nosotras las que teníamos que saber cómo cuidarnos. Así empecé a cuestionarme un montón de cosas, por ejemplo, qué era la belleza para mí”.
Frente a la depilación, entonces, se abrió un enorme signo de pregunta: “Por ejemplo, mi papá me decía ‘¿querés venir a la pileta? Se ponía la malla y salía. Yo siempre contestaba: ‘No puedo porque tengo pelos’. Ese contraste entre mis rutinas y las de la mayoría de los hombres, mucho más relajadas y cómodas, me llevó a preguntarme: ‘¿Por qué yo no puedo tener esa misma libertad’?". Depilarse, entonces, ¿era una elección o una imposición cultural? La respuesta fue clara: “Yo me sentía obligada a depilarme, entonces no era una elección”.
Menos con la depilación definitiva, Agustina había probado con todo: maquinitas de afeitar, cera, cremas depilatorias, máquinas eléctricas. “Pero mi cuerpo también empezó a reaccionar, como si lo estuviera lastimando”. Al dolor, al tiempo y al dinero que demanda la depilación se sumaron las marcas en la piel, los pelos encarnados. Así, fue hace un año y medio que Agustina decidió dejar de depilarse completamente.
“Empecé a ver a mi cuerpo en estado natural y me pregunté si algún día iba a aceptarlo tal como era, en vez de tratar de modificarlo todo el tiempo para encajar en un modelo de belleza. Una vez que me liberé de ese peso, ya no pude volver atrás”.
De a poco empezó a construir ese estilo andrógino con el que siempre se había sentido cómoda. Pelo corto y rapado a los costados, pantalón de tiro alto, ropa floja, pelos en las piernas. “Todo lo que podría considerarse ‘no femenino’. Muchas veces me confundieron con un chico, y no es un problema para mí. Me gusta lo andrógino, lo veo como una especie de equilibro. Para mí no es todo de un lado o todo de otro, es ‘un poco de cada’. Por eso digo que lo que me dio la androginia es una sensación de libertad enorme”.
No fue magia sino un incómodo proceso de deconstrucción porque, para sostener la decisión de no volver a depilarse, Agustina tuvo que romper con las ideas que había asimilado. Pasó de verse “horrible” y de creer que nadie podía sentirse atraído por una mujer con pelos a moverse en la calle sin prestarle demasiada atención a las miradas de los demás.
“Dejé de pensar la belleza como lo que de afuera dicen que es y empecé a pensarla como algo más personal: es mi idea, es de la forma que yo elijo”, agrega. “Hay caras de asco, de horror, a esas no les presto atención. Me quedo con las miradas de curiosidad, que son las que más me gustan".
El cambio es generacional porque hace un año se puso de novia y él -que tiene amigas que tampoco se depilan- ni siquiera le preguntó por qué no lo hacía.
Ahora, además, Agustina decidió dejar de usar corpiño, una prenda que para muchas mujeres aprieta, comprime, ahoga y sólo tiene como fin adaptar (y agrandar) el busto al modelo redondo y libre de gravedad que conocemos por los medios. Pero esta decisión tiene otras dificultades, porque los pezones aún son vistos como señales de provocación.
“Tengo miedo de que haya miradas que me sexualicen sin que yo quiera. La verdad, quisiera que la gente se acostumbre a ver pezones debajo de una remera y no crea que tiene derecho a sexualizarte, así como nosotras vemos a un hombre en cuero y no sentimos derecho a decirles nada. Sigue existiendo la idea de que los pezones se muestran para provocar, va a haber que deconstruirla”.