El horrendo crimen de la niña arrojada de un balcón y los celos enfermizos de la madrastra

Lunes 03 de Febrero de 2020, 09:20

La noche del 29 de marzo de 2008, Isabella Nardoni de 5 años murió luego caer desde el sexto piso del edificio en el que vivía su padre Alexandre Alves Nardoni y su pareja, Ana Carolina Jatobá.



A pesar de que el personal de emergencias intenta resucitarla durante 34 agónicos minutos, Isabella parece no respirar. Está golpeada, muy golpeada. No es raro. Hace menos de una hora cayó desde el sexto piso y su cuerpo se estrelló contra el jardín común del impecable complejo de edificios London, en un barrio de clase media llamado Mazzei, en la ciudad de San Pablo, Brasil.

Isabella está inerte. Ahí están su padre, su madrastra, su madre, el portero, algunos vecinos, los paramédicos…

Todos contienen el aliento esperando un milagro. Que no sucede.

Isabella Nardoni es declarada muerta entre esos últimos momentos de la noche del 29 de marzo de 2008 y los primeros del domingo 30. Tiene solo cinco años.


Al día siguiente la sociedad entera se conmoverá, y al otro día y al otro y al otro. La historia traspasará fronteras. Será uno de los casos de infanticidio que más prensa tuvo en la historia del país vecino.

El encargado de seguridad que cubría el turno nocturno del edificio London sintió un fuerte ruido proveniente del exterior. Estaba oscuro y no llegaba a ver bien. Se asomó un poco más, parecía haber un bulto en el jardín delantero. Se acercó y sobre el césped vio el pequeño cuerpo de una niña.

Un vecino del primer piso también escuchó algo y salió al balcón desde donde observó a Isabella desplomada. Fue este mismo residente quien dijo, durante la reconstrucción del hecho, que el padre de Isabella se había arrodillado y había puesto su oreja derecha en el corazón de la niña y que él mismo le había aconsejado no mover a su hija.

El padre de Isabella, Alexandre Nardoni (29), y su mujer Ana Carolina Jatobá (24, ex estudiante de derecho y madrastra de Isabella), están presentes en la escena. Alexandre grita como desesperado y sugiere que un ladrón entró a su departamento, rompió la protección infantil y tiró a su hija por la ventana. Ana Carolina Jatobá, llama histérica a la ex de su marido y a la madre de Isabella: Ana Carolina Oliveira (como ambas se llaman igual las nombraremos siempre con el apellido).

La madre, que estaba comiendo cerca, no entiende mucho lo que le está diciendo entre gritos esta mujer, pero piensa que Isabella se ha caído a la pileta así que le pide que le hagan resucitación cardiopulmonar y sale disparada para allí.

Llega antes que la ambulancia, que demora unos 40 minutos. No era en la pileta el tema, Isabella había caído desde su departamento del sexto piso. Se da cuenta de que la situación es gravísima. No la mueve, pero la besa y le habla al oído. Pone su mano sobre su corazón y siente unos débiles, pero acelerados latidos. Le dice que la quiere, que aguante que ya vienen a buscarla. La escena es para todos desgarradora. Cuando llegan los paramédicos suben a Isabella y a su madre a la ambulancia. Intentan, en vano, revivirla.

Isabella muere en el vehículo de emergencias. O por lo menos allí se lo dicen a su madre.

Alexandre Nardoni y Ana Carolina Jatobá, van a la estación de policía. Allí les toman declaración. El relato del padre fue como lo detallaremos a continuación.

Ese día, después de visitar a los abuelos, fueron con su mujer y los tres chicos (Isabella, de su primer matrimonio, de 5 años, y Pietro, de 3 años, y Caua, de 11 meses, frutos de la relación con su nueva mujer) al supermercado. Cuando volvieron a casa entraron con el auto al garage. Como Isabella estaba dormida, decidieron que él subiera primero al departamento con ella en brazos. Así lo hizo. La acostó en la cama del cuarto de huéspedes, prendió la luz de la mesita y también la del cuarto de los chicos. Cerró la puerta con llave y bajó al garage nuevamente para ayudar a su mujer con Pietro y Caua.

Calcula que Isabella quedó sola entre 5 y 10 minutos. Cuando vuelven a entrar Alexandre vio la luz del cuarto de Isabella encendida, pero ella no está en donde la dejó. Observa un agujero en la red de protección de la ventana del cuarto de los hijos menores. Se asoma y ve a Isabella caída en el jardín.

La policía da por cierta esta versión de la pareja y salen inmediatamente a buscar al intruso. Rastrillan el sótano y el garage del edificio, buscan en los alrededores, clausuran el departamento y dejan dos policías de consigna. Ni un solo rastro del delincuente asesino.

Aparecen las primeras sospechas sobre el padre y la madrastra

La prensa verá crecer el caso segundo a segundo. De hecho, llegaría hasta el prestigioso diario francés Le Monde. La opinión pública toma partido al instante por Isabella; los padres, sobre todo la madrastra, empiezan a ser profundamente odiados. Cada vez que van a declarar una multitud se lanza sobre ellos violentamente a los gritos: “asesinos, asesinos”. Marchas y más marchas empiezan a sucederse. Los sospechosos enfrentan reales riesgos de linchamiento. La gente está enardecida.

Tal es la magnitud del caso que el mismísimo presidente de Brasil en aquel entonces, Lula da Silva, pide prudencia a los brasileños intentando calmarlos: “Se habla del Caso Isabella las 24 horas del día. Lo que me parece grave es que, aunque puedan ser inocentes, la pareja ya fue condenada”.

La opinión pública no obedece. Y cada sospechoso es abucheado en la calle y corre riesgos de represalias por parte del público. Los violentos ecos de lo ocurrido sorprenden a todos, incluída la policía. El jefe a cargo de la investigación se llama Fernando Neves y parece expeditivo: pretende avanzar rápido para no poner a los testigos en peligro.

Pero a medida que pasan los días lo cierto es que la historia del padre no le cierra a nadie. Ni a los investigadores.

Era inverosímil que alguien hubiera perforado la buena seguridad del edificio que, además, estaba en un predio rodeado con altos muros, que a su vez tenían cercos y alarmas que se encendían si alguien hubiera intentado traspasarlos.

Tampoco había indicios de una intrusión y la puerta del departamento no había sido forzada. Además, no faltaba nada entre las pertenencias de la pareja. Como si eso fuera poco había a simple vista un rastro de sangre que iba desde la puerta de entrada de la casa de Isabella hasta un sillón. En el lavadero encontraron un trapo lavado con gotas de sangre y también un cuchillo y una tijera con vestigios de una misma fibra que se mandó a analizar. Los resultados indicaron que era un material idéntico al que componía la malla de contención de las ventanas. Ciento por ciento.

Hubo algunos investigadores que admitieron la posibilidad de que la madrastra de la niña, Ana Carolina Jatobá, no hubiera estado esperando en el auto en el garage como había contado Alexandre a la policía. Incluso muchos sospechaban que ellos habrían intentado eliminar, infructuosamente, todas las manchas de sangre. El padre de Alexandre, el abogado de impuestos Antonio Nardoni y su hija, Cristiane Nardoni, fueron mencionados como quienes habrían ayudado posteriormente a la pareja a limpiar la escena. Ellos obviamente lo negaron.

En otras declaraciones, dos vecinos del edificio afirmaron haber escuchado una pelea y a una niña gritar pidiendo ayuda esa noche.

Los interrogatorios se sucedían con velocidad. El padre y la madrastra pretendieron echar culpas y sospechas fuera del hogar… la mala seguridad del edificio, la envidia de los vecinos y hasta un obrero con quién Alexandre habría tenido un entredicho. Pero las pruebas y testimonios recolectados iban desbaratando lo que ellos decían.

Por otra parte, el examen forense reveló que la causa de la muerte había sido un paro cardiopulmonar y que había una clara evidencia de asfixia provocada.

Los peritos que analizaron el cuerpo dijeron, además, que Isabella habría sido arrojada por las muñecas por las marcas que hallaron en sus manos y rodillas. Una de sus muñecas presentaba una fractura que había ocurrido mientras estaba viva; tenía trauma de cráneo y el hecho de que tuviera la lengua entre los dientes y lesiones petequiales en corazón y pulmones, marcaría que había sido asfixiada.

La autopsia demostró también que había sido golpeada: tenía el rostro morado, marcas en el cuello que sugerían ahorcamiento y una herida en la frente. Esa herida habría sido la que dejó el reguero de sangre desde la entrada hasta el sofá y, según concluyeron, fue hecha con un objeto romboidal que podía ser una llave o un anillo. Armas raras para un ladrón y asesino. Los peritos agregaron más: había rastros de otras fracturas que serían anteriores a la caída.

Los pequeños rastros de sangre se veían a simple vista por el apartamento: en las habitaciones, en el pasillo, en el manija de la puerta de entrada y en la sábana donde su padre dijo que la había dejado durmiendo. También hallaron sangre en el auto familiar.

El 7 de mayo de 2008 el juez Fossen dictó el arresto preventivo de la pareja. Fueron detenidos en el departamento de la madre de Ana Carolina Jatobá.

Las evidencias armaron un rompecabezas que sugería que esa noche, antes de la muerte de Isabella, tuvo lugar una violenta pelea entre la pareja.

En medio de este pandemonio de versiones, el Capitán Neves que encabezaba la investigación fue acusado de pedofilia con una menor de 5 años. Se fugó y se suicidó a los pocos días. El escándalo fue mayúsculo. La trama se volvía cada vez más compleja. Luego se sabría que su historia no tenía nada que ver con Isabella, pero lo sucedido con él enturbió la causa durante varias semanas.

El foco de la investigación estaba puesto ahora sobre la familia. El supermercado al que los Nardoni decían haber concurrido aquella noche entregó a la policía las imágenes de sus cámaras de seguridad. Allí se veía a una familia normal. Pero algo les llamó poderosamente la atención a los detectives: Alexandre no tenía en esa filmación la misma ropa que llevaba puesta un rato después cuando bajó a ver a su hija caída en el jardín. Los peritos se propusieron rescatar esa remera que Alexandre llevaba puesta en el supermercado. La hallaron, la analizaron y descubrieron que en las dos mangas había restos de la fibra de la red de seguridad de la ventana cortada con tijera. La prueba sería clave.

Isabella de Oliveira Nardoni (en Brasil los niños llevan primero el apellido de su madre, aunque en este caso se la conoció por el apellido de su padre) nació el 18 de abril de 2002, en la ciudad de San Pablo.

Su madre, Ana Carolina Oliveira, tenía solamente 17 años y su padre, Alexandre Nardoni, estaba por entrar a la universidad para estudiar Derecho, como lo había hecho su propio padre. Por eso a Alexandre la noticia del embarazo no le hizo ni un poco de gracia.

Si bien estuvieron en total unos tres años juntos, lo cierto es que ella en un momento se fue a vivir con sus propios padres, creía que él la engañaba. Cuando Isabella tenía 11 meses, Ana Carolina Oliveira puso fin a la relación con Alexandre. Era verdad lo que pensaba: él la engañaba con una mujer que se llamaba igual que ella, Ana Carolina Jatobá.

Un tiempo después Alexandre formalizó su convivencia con esa mujer y tuvieron dos hijos: Pietro y Caua.

Alexandre y la mamá de Isabella llegaron a un acuerdo legal: él les pasaría una pensión alimenticia mensual y a su vez tendría derecho a dos visitas de su hija por mes.

Pero Ana Carolina Jatobá tenía celos enfermizos de la ex de su marido. Por ello le molestaba la presencia de Isabella, aunque solo tenía que soportarla fin de semana de por medio. Los vecinos aseguraron que cuando la pequeña iba a la casa de su padre, las peleas y los gritos eran una constante.

Se sabría luego también que los abuelos paternos evitaban que Ana Carolina Jatobá se quedara a solas con Isabella. Curioso. ¿Por qué? Algo sospechaban.

Un vecino aseguró haber escuchado a la abuela paterna decir que tenía miedo de que esa mujer le hiciera algo a su nieta.

Lo cierto es que Isabella solía volver a casa de su madre antes de tiempo. No la pasaba nada bien con la nueva pareja de su padre, pero a su madre no le habría contado demasiado.

Los testigos declararon que Alexandre parecía ser una buena persona cuando estaba solo, pero que con la presencia de su mujer se transformaba. Ella era extremadamente celosa y lo torturaba con sus escenas.

El fiscal de la causa, Francisco Cembranelli, que reconstruyó aquella noche (para la que se fabricó una muñeca con el mismo peso y tamaño de Isabella), conjeturó que Isabella había sido lanzada delicadamente desde el sexto piso. Algo que no haría un desconocido asesino. Con eso refutaba la versión del padre y de la madrastra de que un intruso la habría arrojado luego de cortar la malla de protección de un dormitorio. Según el fiscal un delincuente tiraría a la niña de cualquier manera, no con tanto cuidado: Isabella fue introducida por el agujero de la red del cuarto de sus hermanos mientras era sostenida por las muñecas y luego fue soltada al vacío... con vida.

¿El móvil? Se especula que fue para disimular lo ocurrido momentos antes por los celos de la madrastra.

Las pruebas encontradas por la policía indicarían que Isabella fue golpeada dentro del Ford Ka donde perdió sangre y que luego fue tomada del cuello por la madrastra que intentó asfixiarla. Creyendo que estaba muerta, Alexandre habría cortado la malla de protección de la ventana de una de las habitaciones desde donde la tiró para simular su coartada del intruso.

Prueba de esto es que se encontraron vestigios de sangre en el coche y en el departamento, marcas de la malla de protección en la remera del padre y huellas suyas en la cama al lado de la ventana desde donde Isabella fue arrojada.

Los registros telefónicos serían vitales para desentrañar el caso. Ana Carolina Jatobá llamó a su propio papá y a su suegro desde la escena del crimen. Cuando reconstruyeron el caso estas llamadas permitieron situarlos en tiempo y espacio. Los tiempos parecían no alcanzar para que un asaltante entrara, cortara la cerca, tirara la niña y escapara. Además, ¿por qué lo haría?

La compañía responsable del rastreador GPS, instalado en el auto Ford Ka de Alexandre, reveló que fue apagado a las 11:36:11 de la noche. Este tipo de dispositivo envía señales por satélite a un centro de operaciones para monitorear todos los movimientos del vehículo e incluso puede decir a qué hora se encendió o apagó el motor del auto. El intervalo de tiempo entre el momento en que se apaga el motor y la primera llamada de rescate, que fue a las 11:49:59 de la noche, es de unos 13 minutos. Muy poco tiempo para que las cosas ocurran tal como las había declarado el padre.

El juicio por la muerte de Isabella comenzó el 22 de marzo de 2010. Una de las primeras en testificar fue su madre. Habló de los enfermizos celos de la pareja de su ex y reveló que una vez Alexandre la amenazó de muerte porque ella le reclamó alimentos. También sostuvo que el día fatal, cuando Ana Carolina Jatobá la llamó, la escuchó decir: ”Todo fue por culpa de ella”.

Los acusados testificaron por separado y negaron el crimen. Ana Carolina Jatobá lloró y dijo que tenía una muy buena relación con Isabella. Él aseguró que la policía lo había obligado a admitir el crimen, pero que había sido “accidental”.... y dijo no acordarse de la teoría que había esgrimido del intruso.

Filoso, el fiscal, insistió con la pregunta de por qué no había pensado nunca en ayudar a su hija que estaba viva. Primero dijo que estaba en shock; luego, cuando el fiscal le repreguntó, sostuvo que un vecino le había dicho que no la tocara.

Fueron condenados, por un jurado, por homicidio calificado. El 27 de marzo 2010 el juez Mauricio Fossen dio a conocer la sentencia: Alexandre Nardoni tendría que cumplir 31 años, 1 mes y 10 días de prisión; Ana Carolina Jatobá, 26 años y 8 meses de cárcel.

Las cadenas de televisión transmitieron en directo la lectura de la sentencia. La opinión pública y la prensa habían esperado este día con ansiedad. En el exterior del tribunal una multitud festejó la condena con ¡fuegos artificiales! La fachada de la casa del padre de Isabella amaneció cubierta con pintadas.

En una entrevista con Fantástico, de rede Globo, Ana Carolina Oliveira sostuvo que "Isabella tenía un amor incondicional por su padre”. Allí confesó que el momento más difícil del día era cuando llegaba a su casa después de trabajar... en ese instante se desmoronaba y notaba más la ausencia de su hija, por eso había vuelto pronto a trabajar. Recordó que dormían muchas veces juntas y que le contaba, cada noche, una historia diferente porque Isabella se lo pedía. En la entrevista admitió, quebrada, que rezaba para tener fuerzas para soportar lo que le tocó vivir. Al finalizar el juicio ya tenía 25 años, era empleada bancaria y se manifestó aliviada diciendo: “Se hizo justicia. Sin embargo, mi hija nunca regresará”.

Seis años después del crimen, Ana Carolina Oliveira volvió a casarse y tuvo un hijo que hoy tiene 4 años.

Ana Carolina Jatobá consiguió la progresión al régimen carcelario semiabierto en julio de 2017. Alexander obtuvo el mismo beneficio, en abril de 2019. Tienen derecho a trabajar fuera de la prisión y a salidas temporales. Ellos siguen diciendo que son inocentes y que existió “el intruso”.

Los acusados declararon contradictoriamente muchas veces y terminaron separándose. El departamento de la tragedia fue vendido hace tiempo. Los hijos de la pareja viven con los abuelos maternos y no usan los apellidos de sus padres Jatobá o Nardoni. La familia siempre optó por preservarlos y ni siquiera los llevaron a visitar a sus padres a la prisión. Hoy Pietro tiene 16 años y Caua 13.

La familia paterna evita visitar el cementerio donde está Isabella porque aún hoy suelen ser agredidos por la gente. Nadie olvida en Brasil a Isabella. La historia llegó a Discovery Channel con la serie sobre casos reales, Instinto asesino.


Fuente: https://www.infobae.com/historias/2020/02/03/para-papa-el-horrendo-crimen-de-la-nina-arrojada-desde-un-balcon-y-los-celos-enfermizos-de-la-madrastra/