Mientras esperaba, un señor conocido del pueblo, Rubén Omar, le imploraba al portero del banco si podían pagarle a su esposa discapacitada que estaba en un remis y no podía bajar.
Solo tenía que salir alguien a hacerlo.
Tuvieron que bajarla en estas condiciones.
Indignación, pena, horror, de la condición inhumana de quienes siempre la levantaron con la pala.