Domingo 10 de Mayo de 2020, 13:39
En tiempos de una interminable cuarentena que gran parte de la humanidad está atravesando, que se cite otro virus al acecho puede resultar muy preocupante para mucha gente que la está pasando muy mal. Pero no estamos hablando ni del dengue ni tampoco de la gripe N1H1 o del sarampión.
Nos referimos a un virus muy distinto, ya que afecta al ser en el aspecto psicoespiritual, y en el que también deberemos poner mucha atención. Hablamos de un virus nocido por los indígenas nativos americanos, que desde tiempos remotos hablan del Wetiko.
De qué se trata
Se dice que este “virus” patógeno engaña a su huésped y lo
hace creer que obtener la fuerza vital de los demás (plantas, animales,
personas, básicamente seres vivos) es una manera lógica y racional de
existir, y esto se sobredimensiona por estos convulsionados tiempos. Es
lo mismo que expresar que es el “virus del egoísmo”. Quizá podría llegar a una definición más precisa, como define el estudioso del tema Paul Levy, que en su libro “Dispelling Wetiko” lo ha llamado “egofrenia”.¿Qué
se quiere expresar, concretamente? Que esos ancestrales aborígenes
americanos observan al egoísmo intrínsecamente como una enfermedad que
impide reconocer la realidad en la que vivimos, que es en un mundo
interdependiente donde toda la vida tiene el mismo valor intrínseco y
que en realidad no existimos como egos separados. Parece complejo, pero
no lo es. Aceptar esa observación ya es otra cosa.
Coincidencias
En su libro “Colombus and Other Cannibals” el historiador de la cultura nativa americana Jack D. Forbes describe la creencia común entre comunidades indígenas de que los conquistadores europeos estaban crónicamente infectados de Wetiko cuando arribaron al mal llamado Nuevo Mundo. Es más, no discriminan entre españoles, ingleses, portugueses, franceses y holandeses.
“Trágicamente, la historia del mundo en los últimos 2000 años es,
en gran medida, la historia de la epidemiología de la enfermedad del
Wetiko”, escribe Forbes. “El canibalismo es el consumo de la vida de otra persona para beneficio propio”.
Puede que actualmente el canibalismo no ocurra de manera literal,
siendo un término que podría ponerse en duda si llegamos a argumentar
que una enorme porción de seres humanos nos alimentamos de animales,
algo que los proteccionistas podrían tildar de cierta manera como una
forma de canibalismo, pero ocurre masivamente en la forma en la que se
ejecuta nuestro sistema económico. Les guste o no a quienes reemplazan
los diferentes animales que se consumen desde antes de que el hombre
comenzara a desarrollarse socialmente.
Wekito es un fenómeno ancestral.
Cuestiones mundanasMiles de millones de personas viven su jornada dando toda su fuerza vital a la persecución de una ilusión o una fantasía ajenas, y en el proceso entregan su riqueza a unos pocos. Podemos ver un canibalismo en la voluntad de poder, de conquistar el mundo y explotar la naturaleza; en el sobreconsumo y en la extracción de todos los recursos con el fin de obtener más ganancias personales (una especie de vampirismo de la fuerza vital del planeta).
Todo esto se hace en nombre de la civilización, un argumento colectivo que no lleva a otra cosa que un estado (no siempre visibilizado) de hipocresía, en la visión de un pueblo que, al correr el velo, tiene una mirada mucho más profunda de lo que alguna vez habrán pensado los nativos cuando, semidesnudos, se enfrentaban a los colonos que vinieron a conquistarlos.
En esa línea de pensamiento, cuando se le preguntó al líder espiritual de la India, Mahatma Gandhi, qué pensaba de la civilización occidental, la respuesta de uno de los hombres más iluminados del mundo fue contundente: “Creo que sería una buena idea”, dejando a todos en ascuas, porque su formación es una buena idea que, pese a algunos intentos, no ha logrado materializarse.
Al final de cuentas el egoísmo, o la egofrenia, en definitiva el Wetiko, es una forma de canibalismo psíquico. Decimos que es una enfermedad espiritual o psicoespiritual porque centra toda la conciencia en una parte del cerebro, e impide reconocer la profundidad de la mente, que no está constreñida sólo a un cuerpo, a la materia, es decir, se niega el aspecto espiritual del ser. “La civilización moderna padece un extremo dominio de los aspectos racionales e intelectuales de la mente, un desequilibrio que parece desconectarnos de la naturaleza, de la empatía y de nosotros mismos”, dice Levy.
Si nos atenemos a la mirada de los nativos, específicamente, podríamos considerar que Wetiko es sólo una forma más o menos supersticiosa de imaginar concretamente nuestro egoísmo. Pero, aunque sea sólo una enfermedad mental, también es posible que se contagie y replique en otras personas, como sugiere la teoría memética de Richard Dawkins.
De cierta manera, la información se comporta como un organismo vivo que busca perpetuarse, lo cual se puede lograr al infectando a través de las ideas y el contenido mental (genes culturales) de otros organismos.
Lo definen como la forma de pensamiento que se desarrolla entre personas que practican el canibalismo.
Visto así, Paul Levy sugiere que el Wetiko opera como un virus mental que se esparce a través de nuestros puntos ciegos, de la mente subconsciente, y depende de nuestra propia ignorancia de lo que está sucediendo, es decir, de no ver que estamos siendo arrastrados por la importancia personal o la egofrenia. Ya sabemos que el paso del Covid-19 cambiará muchas cosas.
Sin embargo, cuesta creer que, aun siendo más conscientes, podamos ver la real dimensión de este otro ataque viral, que no viene de un organismo o fue evaluado en laboratorio, y que sólo tiene a unos nativos que parecieran haber entendido cuáles son los verdaderos caminos para superar al temible Wetiko”.
Levy lo compara con el concepto de la “Prisión de Hierro Negro” del escritor Philip K. Dick. En sus visiones gnósticas, este autor notó que “estamos en un tipo de prisión, pero no lo advertimos, ni siquiera lo sabemos en el subconsciente”. Debemos darnos cuenta de que estamos encerrados en una cárcel y que existe una especie de simulación, generada por nuestra propia mente (infectada por un agente patógeno, “un falsificador del espíritu”), que se superpone a la realidad. “La Prisión de Hierro Negro es una vasta y compleja forma de vida que se protege a sí misma induciendo una alucinación negativa”.
El autor agrega que se replica creando a través de nosotros microextensiones de ella misma, “extendiendo su pensamiento androide (la uniformidad) cada vez más”. A lo que Levy agrega: “El
pensamiento androide, esto es, pensamiento grupal robótico mecanicista
(sin creatividad programada en su sistema) es una de las cualidades de
la mente tomada por Wetiko”.
Maldita negación
La enfermedad opera produciendo un sentido de aislamiento e independencia, de que estamos solos aquí adentro y el mundo allá afuera es salvaje y hostil.“Wetiko nos distrae explotando nuestra tendencia habitual inconsciente a ver la fuente de nuestros problemas como algo externo a nosotros”.
Dick había escrito también que creer que existe una realidad objetiva separada de la mente que la observa sería “un terrible error intelectual”. Esto es importante, porque esta creencia en un mundo objetivo es la raíz de nuestra separación y lo que sustenta un mundo dividido entre un sujeto y los objetos. Y es también el alimento que mantiene corriendo el programa del ego como una realidad absoluta. Cuando, tal cual el mismo Covid-19 nos lo ha demostrado, nada es como en realidad parece y todo puede cambiar repentinanate.
Conclusión
La noción de que somos egos o seres individuales separados del mundo es sólo un cartel, quizá un meme, el más festejado desde siempre. El pensador Terence McKenna sugería que debíamos contrarrestar los efectos del egoísmo que estaba destruyendo el planeta esparciendo otros memes. En este sentido, esparcir el meme del Wetiko, es decir, hacer que nos demos cuenta de que padecemos esta enfermedad utilizando mecanismos de replicación de información, podría ser un poderoso remedio para tratar la psicosis colectiva que sufrimos. Algo que, en tiempos de cuarentena, parece estar potenciándose aún más./Crónica