El domingo siguiente volvió a ver a López, que la citó en el Hospital de Quemados, en Pedro Goyena 369. "Me sacó el drenaje y después de eso se me empezaron a abrir los puntos, llegó un momento que se habían abierto cuatro en un lugar, tres en el otro, entonces tenía un agujero prácticamente", relata Bianculli.
"Todos los domingos que tenía que ir a verlo y durante la semana me curaba yo, lo único que me mandaba para las curaciones era azúcar, y que me curara en mi casa tres veces por día, era un sufrimiento", añade.
Cuando pasaron dos meses de la operación, el cirujano le ordenó hacerse masajes drenantes con su secretaria, que había estudiado tres años la carrera de Medicina.
"Tenía que hablar con ella y ella hablaba con él, le mandaba fotos de cómo tenía la herida porque a veces se me hacía pus, no sabía qué hacer y la secretaria me iba guiando", afirma la mujer. Luego se hizo 10 sesiones con otra masajista. Cuando llegó a la primera cita, tenía "la panza hinchada, parecía embarazada de nueve meses"."No podía caminar, no podía descansar. Dormí dos meses sentada en el sillón de la cocina, la pasé súper mal, no podía respirar, tuve un montón de complicaciones", recuerda.
Como su cuadro empeoraba, la paciente fue a ver al médico y le reclamó que le ordenara hacer otros masajes con esta persona que nada tenía que ver con su equipo de trabajo. "No, cómo te voy a dar a una persona que no conozco, yo soy cirujano, no esteticista", fue su respuesta.
A Fernanda no le quedó otra que volver con la secretaria de López, que completó las sesiones en su casa de Quilmes. Pero el resultado era el mismo. Seguía con la panza hinchada y, para colmo, empezó a sentir una dureza debajo del ombligo.
La mujer, enojada, fue a ver al médico el 12 de agosto. "Se sentó en la camilla, me agarró de las manos y me dijo: ’No es nada, mamita, es todo psicológico lo que tenés, tomate un Clonazepam, tranquilizate’. Yo salí de ahí desconcertada: o estaba loca yo o estaba loco el médico", resume.
Entonces resolvió hacerse una ecografía por su cuenta, ante la negativa del cirujano. ¿Qué pasó? "Salió que tengo un granuloma abajo del ombligo, después empecé con hemorragia, la semana pasada me empezó a salir un punto por el ombligo, se abrió y salía el chorro de sangre", indica.
Bianculli se atendió luego con un cirujano en el Hospital Muñiz y le dijo que el cuadro era serio. "No puedo trabajar, no puedo levantar mis cuadros para vender, nada. Me dejó incapacitada, ni siquiera puedo levantar la pava eléctrica. Levanto algo pesado y la panza se me hincha, se me pone dura o me empieza a sangrar, o siento puntadas", dice.

Hoy admite que está totalmente arrepentida. "En este momento sí, quería verme bien. Incluso me había comprado una camioneta, porque como vendo cuadros es para llevarlos, una EcoSport modelo 2005, que la vendí para poder operarme, imaginate la culpa que tengo", lamenta.
Bianculli se enteró en una sesión de quién era López. "¿Viste ese cirujano que salió en la tele, que falleció una chica?", le preguntó la masajista. "No vi nada, no estuve mirando tele", le respondió. Cuando le mostró la foto en el celular, la paciente estalló en un grito: "¡Es el cirujano que me operó a mí!".
A partir de allí se contactó en las redes sociales con Celeste Vargas, la hermana de Soledad, quien murió el 30 de julio, tres meses después del caso de Yasmín Flores, cuya familia es asesorada por el estudio de Matías Morla.
Ninguna de las dos víctimas presentaba patologías previas y los abogados pretenden que al médico lo imputen por homicidio culposo cometido por imprudencia, negligencia, impericia en su arte o profesión, penado con 1 a 10 años de prisión.
Ahora, Fernanda se siente abandonada por López. "Me quedé sin médico, a la deriva, porque ya él no me quería recetar nada. Me quedé sola, esa es la verdad, seguí haciéndome masajes porque es lo único que me calma. Es una pesadilla, no duermo, incluso cuando me pongo de costado siento que esa pelota se me va al costado, cuando empiezo a caminar se va moviendo y se va acomodando", insiste.
La mujer tendrá que pasar otra vez por el quirófano. "Tengo terror, no puedo dormir porque todavía no me repongo de esto y sé que tengo que pasar por otra cirugía", concluye. /
Clarín