Así será el final de la Tierra: captan a una estrella tragándose un planeta

Jueves 04 de Mayo de 2023, 07:30





Los astrónomos tienen bastante claro lo que sucede cuando una estrella se acerca al final de sus días. A través de numerosos indicios han deducido que puede expandirse hasta cientos o incluso miles de veces su tamaño original y engullir a los planetas que orbitan a su alrededor.

Sin embargo, hasta ahora nunca habían podido obtener una evidencia directa, jamás habían captado este fenómeno en el acto. Un grupo de científicos de EEUU al fin lo ha conseguido y acaba de publicar el hallazgo en la revista Nature.

Su conclusión es tan clara como inquietante: “Estamos viendo el futuro de la Tierra”. Estas palabras de Kishalay De, investigador del Massachusetts Institute of Technology (MIT) y autor principal del trabajo, resumen la importancia del hallazgo.

En el estudio describe un fenómeno detectado en nuestra propia galaxia, la Vía Láctea, a casi 13.000 años luz de distancia, cerca de la constelación Aquila (el Águila). Una estrella se volvió 100 veces más brillante en solo diez días antes de desvanecerse, emitiendo una señal fría y duradera.

Tras muchas observaciones, los astrónomos han encontrado una única explicación: era una estrella moribunda, que al quedarse sin combustible y expandirse se tragó un planeta cercano. Ocurrirá lo mismo en nuestro Sistema Solar dentro de 5.000 millones de años, cuando el Sol agonice se hinchará y se llevará por delante a Mercurio, Venus y nuestro planeta.

En realidad, la observación tuvo lugar en mayo de 2020, pero los astrónomos no supieron interpretar lo que había sucedido hasta un año más tarde y es ahora cuando publican todos los datos. La primera señal fue captada gracias al proyecto Zwicky Transient Facility (ZTF) del Observatorio Palomar, operado por Instituto de Tecnología de California (Caltech), que escanea el cielo buscando estrellas cuyo brillo cambia de forma repentina, lo que es muy útil para estudiar supernovas, estallidos de rayos gamma y otros fenómenos. Kishalay De encontró una estrella que multiplicó su luz en apenas una semana: “Fue diferente a cualquier explosión estelar que haya visto en mi vida”, asegura.




Así comenzó una apasionante investigación que involucró a otros expertos e instituciones. En particular, el Observatorio Keck de Hawái, que toma medidas espectroscópicas de la luz de las estrellas para deducir cuál es su composición química, desconcertó inicialmente a los científicos.

En lugar de encontrar hidrógeno y helio, elementos característicos de otros fenómenos de brillos estelares observados habitualmente, aparecieron signos de moléculas que solo podían existir a temperaturas muy frías. De esta forma quedaba descartada una de las explicaciones que hasta ese momento resultaban más plausibles, que se tratara de una estrella binaria: cuando dos estrellas orbitan entre sí hay momentos en los que extraen masa una de la otra, aumentando su brillo considerablemente, pero este no era el caso.

Distinguir diferentes tipos de estallidos es muy complejo y suele requerir observaciones de alta resolución o mediciones a largo plazo sin que interfieran otras estrellas cercanas. En este caso, las cámaras infrarrojas aportaron más información, ya que con esta tecnología los astrónomos pueden observar señales de material más frío.

Después del estallido inicial, la estrella continuó expulsando un material a bajas temperaturas, probablemente un gas. Datos del Observatorio Palomar, del Observatorio Gemini Sur de NOIRLab (en Cerro Pachón, Chile) y del telescopio espacial NEOWISE de la NASA sirvieron para completar el rompecabezas; con la ayuda de especialistas del Centro de Astrofísica de Harvard y del Smithsonian.

La clave para dar con el hallazgo que ahora se publica en Nature fue que los investigadores pudieron calcular que la cantidad total de energía liberada por la estrella desde el estallido inicial era extremadamente pequeña: la milésima parte de cualquier fusión estelar observada en el pasado. “Lo que se fusionó con la estrella tenía que ser mil veces más pequeño que cualquier otra estrella que hayamos visto”, comenta el experto del MIT. De este modo dedujeron que solo podía tratarse de un planeta chocando contra su estrella.

En realidad, la pista estaba en nuestro propio Sistema Solar, ya que la masa de Júpiter es aproximadamente mil veces menor de la masa del Sol. Así, todo lo que habían observado los astrónomos estadounidenses encajaba perfectamente. El brillante destello inicial, a altas temperaturas, fue la muerte de un planeta atraído hacia la atmósfera expandida de una estrella moribunda.

Cuando cayó en su núcleo estelar, las capas exteriores de esa estrella explotaron y posteriormente se fueron asentando, durante un año, en forma de polvo frío. De hecho, “si alguna otra civilización nos observara desde 10.000 años luz de distancia mientras el Sol engulle la Tierra, verían que brillaría repentinamente a medida que expulsaba algo de material y luego formaría polvo a su alrededor, antes de volver a ser lo que era”, comenta Kishalay De.

Y no sabemos se alguna civilización lo observará, pero los astrónomos explican que el Sol, como cualquier otra estrella, también morirá y se llevará por delante a los planetas interiores de su sistema, entre ellos, la Tierra.

Sin embargo, a escala humana eso sucederá dentro de tanto tiempo que quizá no merezca la pena preocuparse demasiado por ello. Si nuestro planeta tiene 4.500 millones de años, aún le queda por vivir otro tanto y un poco más. Por el momento, la existencia de nuestra especie ocupa una parte minúscula de ese tiempo, entre 200.000 y 300.000 años.

El destino de las estrellas similares al Sol es inexorable. Durante casi toda su existencia fusionan hidrógeno para formar helio en su núcleo a temperaturas extremas. Sin embargo, llega un momento en que se agota ese hidrógeno, la estrella se contrae y comienza la fusión del helio, para dar carbono y oxígeno.

En ese nuevo estado, se expande y se convierte en lo que se conoce como una gigante roja. “Estas observaciones brindan una nueva perspectiva para encontrar y estudiar los miles de millones de estrellas en nuestra Vía Láctea que ya han consumido sus planetas”, comenta Ryan Lau, astrónomo de NOIRLab y coautor del estudio.

Al haber identificado por primera vez mediante una observación real los patrones de este fenómeno, que un planeta sea devorado por su estrella, los astrónomos confían en encontrar con mayor facilidad eventos similares en otras partes del cosmos. De hecho, la puesta en marcha del Observatorio Vera C. Rubin, que se está construyendo también en Cerro Pachón (Chile) y que estará en funcionamiento en 2025 puede mejorar mucho este tipo de observaciones.

“Con estos nuevos y revolucionarios estudios ópticos e infrarrojos, ahora somos testigos de que tales eventos suceden en tiempo real en nuestra propia Vía Láctea, un testimonio de nuestro futuro casi seguro como planeta”, apunta Kishalay De.

Así que los expertos no tienen ninguna duda: este trabajo confirma “las predicciones para el futuro de nuestro propio planeta”, comenta el director del programa del Observatorio Gemini, Martin Still. “Creo que hay algo bastante notable en estos resultados que habla de la fugacidad de nuestra existencia”, reflexiona Lau. “Después de los miles de millones de años que abarcan la vida útil de nuestro Sistema Solar, nuestras propias etapas finales probablemente concluirán en un destello final que dura solo unos pocos meses”, añade. /El Confidencial