Chacabuco 59: la millonaria propiedad que terminó siendo tumba de una mujer que perdió lo que más amaba

Domingo 21 de Mayo de 2023, 08:17

LUARA GABRIELA PICCIUTO. La mujer cuyo cuerpo, se cree, apareció en una cisterna de la casa que habitaba en el centro tucumano, sucumbió a las drogas y al dolor por no poder ver a su hija.



La casa ubicada en calle Chacabuco 59, donde se descubrió un espantoso crimen que aún está rodeado de misterio, se convirtió desde entonces en un sitio lúgubre, casi maldito, pero no siempre fue así, y es justamente ahí donde podría estar la clave de la muerte de quien, se cree, era una de las dueñas de la propiedad.

El inmueble consta de dos locales comerciales, vivienda de Laura Gabriela Picciuto (49), de quien sería el cuerpo hallado en una cisterna, tres monoambientes con un baño en común ubicados en la planta alta y un fondo de buenas dimensiones, con piscina. Su tasación en 2010 ascendía a los U$S 10 millones.

La propiedad estaba registrada como bien familiar a nombre de la mujer, su ex marido y la hija de ambos, menor de edad. Es decir que cualquiera de los adultos que deseara venderla, podría hacerlo solamente con el consentimiento del otro. Una desavenencia por esta situación como móvil del crimen no puede ser descartada por los investigadores.

Tal situación quedó firme tras la batalla legal que se desató al cabo del divorcio, en la que la mujer, terminó perjudicada por los abogados que debían velar por sus intereses. uno de ellos se quedó con un automóvil Mercedes Benz y el otro quiso cobrar sus honorarios rematando la vivienda. Ambos fueron denunciados penalmente y terminaron sancionados.

Pero lo que más afectó a Picciuto fue la decisión de la jueza que intervino en el proceso, determinando que la hija de la pareja quedara en custodia con su abuela materna, teniendo en cuenta que para entonces ella ya era adicta a los psicofármacos. Este fallo fue combatido hasta con un pedido de juicio político a la magistrada, que nunca prosperó.

Terminados los escarceos judiciales, Gaby intentó rehacer su vida. Aún era joven y todavía ostentaba esa belleza con la que sobresalía en su Monteros natal, antes de casarse con el hijo de un próspero empresario dedicado a la venta de ascensores. Inició estudios para ser azafata, pero la medida de restricción impuesta por su propia madre para que no viera a su hija fue demasiado para ella.

La mujer terminó hundiéndose en un laberinto de drogas y malas compañías, rodeada de personas que entraron en su vida de diferentes maneras, conformando la maraña de relaciones tóxicas que ahora la justicia trata de desentrañar para esclarecer un crimen que sigue siendo formalmente una sospecha, asentada en un cuerpo sin identificar y una ausencia por el momento inexplicable de otra forma.