Dijo ser "mula" y contó una confusa historia de policías, mejicaneadas y un secuestro con un extraño final

Miércoles 20 de Septiembre de 2023, 06:48

DENUNCIANTE. María Magdalena Zelarayán junto a su abogado Aníbal Paz, luego de hacer pública su historia.



Amenazada. Acorralada. Desesperada. Podrían ser afirmaciones pero también preguntas, para sumarse a la interminable lista de incógnitas que dejó abierta la exposición ante la justicia de una joven que se presentó como una "mula", habituada a transportar contrabando desde el norte del país hacia Tucumán, quien dijo haber quedado entrampada en un oscuro negocio de drogas por el que, afirmó, fue secuestrada y en el que involucró a policías.

O sea, una trama tan intrincada que bien podría ser la de una serie de Netflix. María Magdalena Zelarayán, madre de tres niños, se dedicaba hace ya tiempo a la venta en la provincia de prendas de vestir, calzados y cubiertas que traía de Bolivia.

Una falla la dejó sin los vehículos que usaba para proveerse y al no poder repararlos, abandonó esa actividad. Fue entonces, según cuenta, que “un tal Miguel me contactó para que hiciera un viaje para traer mercadería para C.N.D y su pareja, E.Y.C, dos personas a las que conocía porque hacían lo mismo. Me ofrecieron pagarme U$S 400 para hacer eso. Agarré porque era el dinero que necesitaba para reparar los vehículos”.

Viajaron el jueves por la tarde en dos autos. El joven, en un Chevrolet Cruze y ella en un Chevrolet Onix. Llegaron a su destino, en Salta, el viernes al amanecer. Ella, Miguel y una amiga, ocuparon una habitación de un hotel. “Como a la hora, lo llamaron al celular y él dijo que ya volvía. Lo hizo una hora después y de ahí nos fuimos a un lugar que se conoce como ‘El Playón’, donde la gente carga la mercadería. Hasta ahí estaba todo normal, jamás sospeché de nada”, recordó.

El viaje de regreso fue tan normal que le recordó a los que hacía habitualmente. Ella y su amiga (su nombre se mantiene en reserva) cruzaron los controles de Gendarmería Nacional, Policía Federal y la policía provincial sin ningún problema. “Los changos ya me conocen y no me detuvieron ni me revisaron nada. Los problemas llegaron después”, agregó alterada por el recuerdo de lo que, dice, le habría sucedido.

Al llegar a Tucumán el viernes cerca de las 21, se comunicó con su contacto y le preguntó dónde dejaba la mercadería. Miguel le dijo que fuera hasta un lugar de la ciudad y que él pasaría a buscar el auto que había utilizado. Cuando estaban conversando, se dieron cuenta de que personas comenzaron a rodearlo.“Me dijo que me fuera con el auto y que lo dejara en una casa de un pariente. Le hice caso y cuando me dirigía hacia ese sitio, me di cuenta de que una camioneta blanca me perseguía. Comencé a dar vueltas y me comuniqué con un familiar. Le dije que iría para allá, pero ahí me avisaron que policías me estaban buscando”, relató.

Zelarayán contó que comenzó a dar vueltas por el sur de la capital tratando de despistar a los perseguidores. “Como no lo encontraba, desesperada lo dejé abandonado en la calle y de ahí me fui corriendo. No quería tener problemas con nadie, mucho menos con la Ley”, explicó.

Espantada por lo que estaba viviendo, terminó refugiándose en la casa de una amiga. Mientras trataba de calmarse, recibió el llamado de su madre. Era para avisarle que C.N.D y E.Y.C se habían presentado en ese domicilio preguntando por ella y la droga que debía entregar. Además de robarse un televisor, un equipo de música y un ventilador de pie, le dejaron un mensaje: “decile que si no aparece la vamos a matar a ella, a sus hijos y a ustedes”. Luego se marcharon del lugar. La joven, aterrada, encontró refugió en la casa de una conocida. El sábado buscó a los tres pequeños y cambió de escondite.

Un allegado le sugirió contactarse con los abogados Javier Lobo Aragón y Aníbal Paz. Les hizo caso y el sábado denunció en la seccional 13ª lo que le había pasado. En su presentación dijo que necesitaba protección. Paralelamente los profesionales confirmaron que el auto, que estaba a nombre de la mujer denunciada, había sido encontrado por personal del servicio 911, pero sin nada en el interior. “Ahí me di cuenta de que los policías esperaron que me fuera para quedarse con la droga que no sabía que trasladé”, insistió.

El domingo la situación no cambió. La siguieron amenazando y como la Policía no había aparecido, se presentó en el Ministerio Público Fiscal para hacer la denuncia. El caso cayó en manos de la fiscalía de Robos y Hurtos que conduce Pedro Gallo. Entonces la causa comenzó a moverse, pero hubo algo más. Zelarayán fue secuestrada por cuatro hombres de la casa donde estaba escondida. “Alguien me delató y me fueron a buscar el lunes por la tarde”, indicó.

La joven estuvo más de tres horas cautiva en una vivienda del sur de la ciudad que, según cree, es la de C.N.D. “Me hicieron de todo. Me amenazaban, me golpeaban e intentaron abusar de mí. Me decían que si no aparecía la droga me cortarían los dedos de la mano y después los pies. Estaba desesperada”, contó temblando.

Zelarayán explicó que ella les decía que nunca supo que llevaba droga. “Llorando les decía que no tenía nada que ver. Que no sabía qué había pasado con eso que traía. No paraban de golpearme. Me preguntaban para qué policías trabajaba y a quiénes les había dado la droga. Les decía que nada que ver y que Miguel estaba al tanto de todo lo que me había pasado”, declaró. 

“Después me hicieron mandar mensajes de audio por WhatsApp para que involucre a un tal ‘Facundo’. Me decían que esa droga era de ‘Pipa’ y que con él no se jodía”, añadió la mujer que se presentó con un hematoma en el ojo y toda la cara cubierta de escoriaciones.

Agregó que todo se detuvo cuando uno de los secuestradores recibió un llamado a su celular. En cuestión de segundos, los captores se fueron, dejándola abandonada. Con esfuerzo, logró sacarse la cinta adhesiva con la que le habían tapado los ojos y observó que del lugar se retiraba un patrullero del 911. “Al salir, una vecina me contó que ella los había llamado porque vio cómo la hicieron ingresar a la casa y los gritos que dio. Pero alguien de la Policía les avisó porque se fueron minutos antes de que llegaran. Llamé a un pariente y me fue a buscar”, continuó con su testimonio.

“Lo único que quiero es que esto se acabe. Están atacando a todos mis allegados, temo mucho por mis hijos”, explicó la mujer ayer a la mañana, cuando caminaba por Tribunales, pidiendo ampliar la denuncia. “En un momento me pedían que les diera la escritura de mi casa, pero después salieron con el tema de la droga. Les dije que les daba todo, pero que me dejaran en paz, que sólo quería estar tranquila”, añadió.

Zelarayán contó además que desde el viernes por la noche no puede confiar en nadie. “Es una locura todo lo que estoy viviendo. Estoy muy cansada. Sólo quiero que esto termine de una vez por todas. Muchos me conocen quién soy y qué hago. No tengo nada que ver con las drogas. Se aprovecharon porque necesitaba plata para poder seguir en lo mío”, repitió durante un alto en su visita a Tribunales.

Sus abogados cambiaron la estrategia: sostienen que fue víctima de un secuestro extorsivo, por lo que solicitaron que el fiscal Gallo se declare incompetente y que gire todas las actuaciones a la justicia federal. “Lo único que pretendía era arreglar los autos para poder seguir trayendo mercadería que vendo al por mayor y por menor. Ellos se aprovecharon de mi situación para tentarme con plata. Lo único que pido es protección”, expresó. “Estoy dispuesta a contar todo lo que sé”, aseveró llorando desconsoladamente.

La investigación quedó abierta así como se la puede imaginar después de lo narrado. Llena de dudas y baches que los investigadores deberán llenar para definir con claridad qué ocurrió y cuál fue el rol que jugó la denunciante en toda la cadena de eventos.