Martes 06 de Mayo de 2025, 07:50

Un integrante de la tripulación del MV Ceci aseguró que subieron a bordo los bolsones con droga que flotaban en el Río de la Plata, frente a la rada de Montevideo
Un integrante de la tripulación del buque MV Ceci, de bandera de las Islas Marshall, en el que se secuestraron 469 kilos de cocaína el miércoles pasado tras cargar en el puerto de Vicentín, al norte de esta ciudad, se quebró y declaró que la droga fue cargada al barco en una rada cerca de Montevideo.
También dijo que en San Lorenzo, Santa Fe, estaba previsto que se subiera otro cargamento de cocaína, algo que finalmente no se concretó, según informaron fuentes ligadas a la investigación.
La sombra del narco uruguayo Sebastián Marset, actualmente prófugo, con pedido de captura de cinco países, aparece detrás de este caso, por sus influencias en la Hidrovía Paraná-Paraguay.
La declaración en calidad de imputado colaborador –figura que se la conoce como “arrepentido”- de uno de los 20 tripulantes que están en el barco, que está fondeado en San Lorenzo, es clave para avanzar en determinar cómo se llevó adelante la maniobra de carga de la cocaína en el buque MV Ceci, que antes de llegar a aguas argentinas provenía del puerto de Baram Iman, Irán, según establecieron los investigadores.
De acuerdo con el testimonio del arrepentido, los 469 kilos de cocaína se levantaron del agua en cercanías del puerto de Montevideo. En la cámara frigorífica, donde se encontraron los 16 bultos con 379 panes de cocaína había boyas, GPS y rastreadoras satelitales. Estos dispositivos abonarían la versión de que la droga estaba flotando y fue levantada, algo que usualmente se hace en el tráfico fluvial de estupefacientes.
Pero a lo que los investigadores argentinos aún no le encuentran lógica es porqué la droga no fue cargada después de que el buque MV Ceci cargara los pellets de girasol en el puerto de San Lorenzo, es decir, a su regreso, antes de iniciar el cruce del Océano Atlántico.
La investigación está a cargo de los fiscales federales Claudio Kishimoto, Matías Álvarez y Matías Scilabra, que realizan las tareas con la Prefectura Naval Argentina. El único detenido es el cocinero Jonathan Caputero, quien reconoció su participación en el intento de contrabando de drogas y quedó alojado en la base de la Prefectura en San Lorenzo.
Cambio de último momento
Los investigadores le preguntaron al “arrepentido” por la singularidad de la carga anticipada. Respondió que inicialmente estaba previsto que en San Lorenzo se estibara un cargamento de cocaína en otro barco, no en el MV Ceci. Y algo cambió a último momento.
Hay algunas cosas que no les cierran a los fiscales de la causa. Entre ellas, no descartan que el testigo pudiera estar manipulando la información para desviar la investigación. La otra opción que se baraja es que una parte del cargamento se haya cargado en Montevideo y que se haya completado en San Lorenzo. La maniobra aún no está clara, a pesar del testimonio del arrepentido, de origen filipino.
El martes a la noche, el capitán del barco encontró la droga en la cámara frigorífica, donde se guarda la carne para la tripulación. El marino se contactó con la empresa armadora, que tenía un vínculo con el jefe de la Unidad de Información Financiera (UIF) en Rosario, Juan Lafontana, que fue quien avisó a la Justicia federal. Luego se hizo el procedimiento con la Prefectura y la Aduana, que corroboraron lo que decía el capitán.
La principal sospecha, hasta ahora, era que los 469 kilos de cocaína se habían cargado en el buque durante el aprovisionamiento del barco con alimentos, que realiza una empresa de la zona de San Lorenzo.
La hipótesis era que la droga había sido subida al barco durante esa operación, que es frecuente cuando este tipo de embarcaciones espera en la rada su turno para cargar en las terminales, en este caso, la de Vicentín.
El testimonio del arrepentido contradice esta hipótesis, que aún está abierta hasta que se verifique si la versión que dio el tripulante filipino es cierta y, tal como confesó, la droga se levantó en aguas cercanas a Montevideo.
La sombra de Sebastián Marset
El otro misterio que flota sobre este caso es a quién pertenecía el cargamento de cocaína que se secuestró en San Lorenzo. Después de la declaración de este tripulante reapareció la sombra de Marset, el narco uruguayo que tiene desde hace años una influencia directa sobre el tráfico de drogas en la Hidrovía.
La sospecha de que Marset puede estar involucrado surgió a partir de que la droga podría haber sido cargada cerca de Montevideo, un enclave que el autodenominado jefe del Primer Comando Uruguayo (PCU) tiene bajo control.
La sombra de Marset da vueltas sobre la región desde hace tiempo, aunque por ahora no se logró determinar que la organización que lidera esté involucrada en el negocio del contrabando internacional de cocaína desde las terminales portuarias de la región.
En realidad, el universo del tráfico fluvial es un gran agujero negro, del cual se conoce muy poco a causa de la falta de controles en una ruta que tiene complejidades, ya que la Hidrovía, de 3400 kilómetros de extensión, está bajo la jurisdicción de cinco países y las tareas de coordinación en inteligencia criminal son insuficientes entre los países de la región.
Marset se transformó en un narco célebre durante los últimos años al protagonizar huidas cinematográficas de Dubai y de Bolivia, donde demostró que con su fortuna puede evadir todo lo que se le ponga enfrente.
En la Argentina Marset no tiene ninguna causa abierta, aunque su sombra comienza a aparecer a partir indirectamente a partir de algunos secuestros de droga, como ocurrió en julio pasado, en un campo cerca de Roque Sáenz Peña, donde se estrelló una avioneta con 324 kilos de cocaína, una aeronave que pertenecía a la flota del Clan Lima Lobo, ligado a Marset en Santa Cruz de la Sierra, Bolivia.
La palabra “Argentina” aparece en la desgrabación de escuchas telefónicas a Marset y a su socio paraguayo Miguel Ángel Insfrán, alias Tío Rico. El 20 de septiembre de 2020 hablaban de un supuesto cargamento de cocaína.
“Hasta hoy tenemos 2800, aparte de los 2000 de Corso. Tenemos que preparar 1800 junto con las cargas de Jorge”, enumeró el narco uruguayo. Corso es un tipo de sello que usaba este cartel en los panes de cocaína para enviar al exterior.
En esa conversación señaló: “Eso fue pedido por Paraguay, para que revisen en la Argentina”. No se logra entender de qué hablan. Pero después Marset envió la captura de pantalla de la calculadora de su celular con la cifra: “1.319.500”, que serían los dólares que ganarían con el embarque.
La investigación de la causa Ultranza Py, que se lleva adelante en Paraguay, confirma cómo funciona el dominio de una ruta clave para la salida de la cocaína que se produce en Bolivia a través de la Hidrovía Paraná-Paraguay.
Marset y Tío Rico Isfrán tenían el control de la logística de este negocio criminal en el Chaco paraguayo, una región poco poblada, limítrofe con Bolivia, donde se detectaron, en esta causa, más de 700 pistas de aterrizaje.
Falta de controles
Isfrán tenía una aceitada logística tanto de la llegada de la cocaína a través de avionetas como, luego, para el traslado de la droga a los puertos, después de acondicionarla para cargarla en contenedores que salían por las terminales cercanas a Asunción, como Villeta.
Esos contenedores se cargaban en barcazas que atravesaban más de 1800 kilómetros por los ríos Paraguay y Paraná y nunca eran inspeccionadas.
El poder de controlar esta ruta clave de salida hacia el Atlántico establece que el valor del estupefaciente adquiere otro precio cuando llega a destino. El kilo de cocaína en el Chapare, la región del trópico en Cochabamba dominada por los movimientos cocaleros bolivianos donde se produce la cocaína, tiene un valor de unos 2000 dólares. En Europa el precio alcanza los 35.000 dólares, pero si llega a Oceanía, la nueva ruta en auge, el valor puede alcanzar entre 150.000 y 200.000 dólares.
Marset lograba con su organización colocar la droga en esos países, lo que le dio una “espalda” económica fenomenal, hecho que dejó en evidencia en Bolivia, donde se recluyó tras haber huido de Paraguay, y tras desaparecer de Dubai, donde esa maniobra generó un escándalo político en el gobierno uruguayo, que le suministró un pasaporte legal en aquel país de Medio Oriente donde había sido demorado cuando se detectó que se movía con documentación falsa.
Marset escapó de Santa Cruz de la Sierra en julio de 2023. Se sospecha, y los dichos del propio capo narco lo sostienen, que ciertas autoridades bolivianas le dieron ayuda para fugarse y volver a desaparecer.
El 20 de abril de 2020, cuando Rosario estaba desierto por las restricciones para circular por la pandemia de coronavirus, una avioneta hizo un vuelo rasante en la isla frente a la ciudad y arrojó una bolsa gigante de plástico blanca y verde. Al otro día, un baqueano, en medio de la desolada isla El Chaparro, encontró el bulto que guardaba 29 panes de cocaína que llevaban una marca particular: PCU.
Nadie le dio relevancia a esa sigla “desconocida”, que apareció en ese lugar inhóspito, donde no había testigos, ni sospechosos. Tampoco se investigó con profundidad el “bombardeo de cocaína” en medio de la fragilidad y desconcierto que imponía un país paralizado, en el que incluso la Justicia funcionaba a través de Zoom.
Pero lo cierto es que PCU es la sigla del Primer Comando Uruguayo, cuyo capitán es, precisamente, Marset, el “gerente de la Hidrovía” y hombre de los mil escapes. /La Nación
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