Sábado 24 de Mayo de 2025, 09:25

Se hacían pasar por empresarios colombianos que necesitaban blanquear dinero y levantaban desde 50 mil dólares por golpe.
El negocio era peculiar. Una caja fuerte que llegaba, vía delivery, cargada de billetes desde la selva. Un grupo de supuestos empresarios que buscaban en qué invertir su dinero por izquierda pero, en un momento, se revelaban como guerrilleros o narcos. Amenazas de muerte, extorsiones y llamadas desesperadas de presuntos paramilitares. Un delito había escondido ahí, pero era uno más sencillo: era todo una estafa.
La Policía de Santiago del Estero, junto a sus pares de la Bonaerense,
desarticularon a una banda conocida como los “Estafadores de América”, una organización criminal transnacional que se dedicaba a efectuar un elaborado cuento del tío que se cocinaba a fuego lento entre varios miembros y que apuntaba a captar víctimas de alto perfil: comerciantes, emprendedores, empresarios. Hay testimonios de damnificados con pérdidas por arriba de los 140 mil dólares.
La historia que les cuentan a las víctimas incluye montajes en la selva, videollamadas cruzadas o mensajes de voz que se eliminan, una sofisticada ingeniería del engaño que nació en Colombia y cuya banda (aparentemente la misma) fue replicando en Ecuador, Bolivia, Paraguay, Chile y Perú. En este último país, parte de los miembros de la organización fueron detenidos.
Los que lograron escapar de la policía local llegaron hasta Argentina y se trajeron con ellos el cuento. Hay casos registrados en al menos cinco provincias e investigaciones en curso.
La historia se hizo pública la semana pasada a partir de la publicación de un informe en Telenoche, en el que se reveló la metodología de la estafa de la caja fuerte. En simultáneo, sin saberlo, la justicia de Santiago del Estero estaba preparando el operativo para allanar cuatro domicilios en Buenos Aires por el mismo cuento. Fue una casualidad. Pero ambos funcionaron como disparadores para que más víctimas comenzaran a darse cuenta del engaño al que habían sido sometidos.
La gran familia de ColombiaDaniel (50) dice que no se va a olvidar jamás de la cara de Emiliano. Aunque no sea su nombre real, es la persona que le hizo perder 140 mil dólares y una sociedad comercial. Por eso, cuando vio su foto en el informe de Telenoche se dio cuenta de que era la persona que le había hecho el mismo cuento que contaban ahora.
En su caso, los matices habían sido algo diferentes. Con su (ahora ex) socio necesitaban casi 1 millón de dólares para construir cerca de 400 casas. Llegaron a partir de un conocido de Santiago del Estero a estos financistas. Emiliano, la persona a cargo del cuento, le hizo el entre y lo fue charlando. Según su cuento, era parte de un grupo de financistas colombianos que necesitaban blanquear dinero. Por eso ofrecían condiciones ventajosas: del millón prestado, tenían que devolver 700 mil pero en propiedades en blanco.
Todo ocurrió en julio de 2024.
“Le mando un mensaje y me escribe por Whatsapp. Que estaba en Porto Alegre, en Brasil, si podía viajar allí para concretar. Como no podía, me dice que viajaba a Buenos Aires por unos días para otra entrevista y que coordinemos”, cuenta Daniel a Clarín.
En un par de días de videollamadas lograron concretar el negocio. Lo que ofrecían los inversores era lo siguiente: el dinero iba a llegar en una caja fuerte cerrada, enviada desde Colombia, cuyo código tenía Emiliano solamente. Un grupo de delivery la iba a llevar a su oficina en el centro porteño y allí debía esperar a que llegue Emiliano para firmar el contrato. Pero antes debía pagar unos 70 mil dólares, que era el costo del flete. También les pedían que le mande fotos del frente del edificio, que tengan máquinas contadoras de dinero y fibrones para detectar billetes falsos.
Las cajas se entregaban con los billetes termosellados.Juan, el transportista, llegó con la caja a la oficina y otras dos personas. Allí esperaban Daniel y su socio. La operatoria empezó a tener algunos inconvenientes por el protocolo que proponían los estafadores y que, después se dieron cuenta, fueron vitales para el engaño.
Porque le pidieron que al momento de contar el dinero estuviera solamente él. Cuando bajaron con la caja, Juan se comunicó por videollamada a Emiliano para que le pasara el código de la caja. La idea era abrir, corroborar que estuviera el dinero y volver a cerrar hasta que llegara la persona que debía firmar el contrato.
Y en la caja había dinero de verdad. O por lo menos arriba de todo. Porque se veían una serie de paquetes cerrados al vacío y unos en gomitas elásticas. Juan sacó esos primeros, le mostró a Daniel, quien los corroboró, les hizo las pruebas, los contó y les pasó el fibrón para detectar que eran reales. Los estafadores lo apuraban para que contara solo los fajos, que la caja por ese protocolo estaba por cerrarse. Le habían dicho que tenía un GPS y un sistema antirrobo por el cual no podría moverla hasta que llegara Emiliano.
A Daniel le pidieron una foto con su DNI en el pecho. Y en ese descuido llegó el golpe. Se puso al costado de la mesa, mirando de frente, con la caja a sus espaldas. En ese instante, uno de los estafadores hizo el cambio y se guardó la plata de verdad, la que acababan de corroborar. “La guardó en su campera, no sé cómo, y cerró la caja con la plata falsa”, relata.
“Bienvenido a la gran familia de Colombia, parcero”, le dijo antes de irse, con una sonrisa. Y a Daniel esa escena le quedó picando. A partir de ahí, los estafadores se fueron y él junto a su socio se quedaron esperando a un Emiliano que nunca llegaría. “Dijo que estaba complicado por el tránsito, que estaba perdido en Buenos Aires”, se lamenta. Pero a la noche lo iba a llamar y decirle que hubo un error administrativo y que le habían llevado una caja con 2 millones en lugar de uno. Y que debía desembolsar más dinero.
El contrato falso que le hicieron a Daniel para firmar el préstamo.Ahi empezó una negociación que llevó adelante el socio de Daniel, quien terminaría poniendo más dinero via transferencia en USDT y en efectivo. Terminó pagando 140 mil dólares, mientras esperaba a Emiliano. Esto fue un viernes. Emiliano nunca llegó.
Después de todo un fin de semana de excusas, el lunes los socios se juntaron en la oficina. Daniel, enojado, sacó la caja del lugar donde estaba escondida y probó con la combinación más básica de todas: 1234. Plip. La caja abrió. Adentro, estaba llena de papeles en blanco.
Los fajos estaban termosellados y tenían una fotocopia de dólar al tope y al reverso de los fajos. El resto era blanco. El engaño generó que los socios se pelaran. Daniel investigó por su cuenta y, dice, estuvo cerca de agarrarlos en Corrientes, cuando a un amigo suyo le quisieron hacer el mismo cuento.
Las otras víctimasYamila fue otra de las damnificadas del cuento de la caja. Su nombre no es real, ya que pide cambiarlo para hacer su relato. Junto con una amiga necesitaban dinero para distintos negocios. Un amigo de ambas le mostró la publicidad en redes sociales de la presunta organización financiera colombiana. Fue en marzo de este año.
En su caso, el robo fue por los mismos carriles pero con otros matices. Porque al entregar las fotos de la casa donde se entregaría la caja, los estafadores dijeron ser ex miembros de las FARC y le sumaron distintos tipos de aprietes, incluyendo videollamadas de un presunto subcomandante que se comunicaba desde la selva, con un fusil al hombro. Las víctimas, que ya habían entregado sus datos, sentían que estaban demasiado comprometidos para tirarse atrás.
“Todo se hacía a través de videollamadas. Muchas llamadas por Whatsapp y pocos mensajes escritos. Mucho audio que se borra. Te mandan videos mostrando operaciones, viajando”, cuenta Yamila. Es la forma para que no quede nada registrado.
A ella también le habló por videollamada un hombre que se identificó como José Briceños, jefe de finanzas de la organización. Le pidieron que tuviera lista la máquina para contar billetes y luego le avisaron que le dejaron 2 millones en lugar de uno. En su caso, perdieron más de 50 mil dólares. Cuando empezaron a sospechar que era una estafa, taladraron la caja fuerte y encontraron los papeles falsos.
J. también cayó en el mismo cuento, pero en agosto de 2024, cuando necesitaba 4 millones de dólares para solucionar problemas de terrenos en Santiago del Estero. Los estafadores viajaron de Buenos Aires a Santiago para entregar la caja. Pero en su caso algo cambió y lo encañonaron para robarle. A diferencia de los otros dos damnificados, él presentó una denuncia ante la fiscalía, que comenzó a trabajar el caso.
La investigación llevó casi ocho meses de peritajes entre cámaras, exhortos judiciales y pedidos de información. Estuvo a cargo de la fiscal Jacqueline Macció, de La Banda, quien pudo coordinar un operativo simultáneo la semana pasada en el que detuvieron a cuatro personas, todas de entre 35 y 40 años y de nacionalidad venezolana, en allanamientos en CABA, La Matanza, Lomas de Zamora y San Martín.
Según confirmaron fuentes judiciales hay otras dos personas más que fueron individualizadas y están prófugas, pero estiman que la banda tiene al menos ocho miembros en total. Los detenidos declararon esta semana ante la fiscal Macció y dieron sus versiones sobre los hechos que se le imputan.
Los otros antecedentes y el misterioso influencer peruanoDaniel reconoció en el informe de Telenoche al Emiliano que lo embaucó. Para Yamila, ese mismo hombre era el tal José Briceños. No eran los únicos que habían sido estafados por él.
Es que la foto con que contaban había salido de la Policía de Perú, donde el tal Emiliano/José ya había sido detenido por implementar el mismo tipo de estafa en 2022. Allí la justicia local había desbaratado a la banda conocida como “Los parceros de la estafa”, quienes repetían el mismo cuento de la caja fuerte con algunas variantes. Por ejemplo, alquilaban una quinta donde se ejecutaba la operación en vez de llegar a domicilio.
Se trataba de una banda conformada por al menos treinta personas, entre venezolanos, peruanos y ecuatorianos, que se encargaban de toda la logística. Uno de los detenidos, un colombiano señalado como César Quevedo, había sido quien años más tarde le llevó la caja fuerte a Yamila. Desde la logística con los dólares falsos a la seguridad, el cuento y la entrega de la caja fuerte. Todo igual
La banda cayó por una investigación enfocada en los autos que se encargaban de buscar el dinero. Pero una de las puntas más débiles fue una mujer que estaba siendo usada de mula. Su nombre era Lizeth Aquino Camacho, una peruana de 28 años a quien le habían realizado transferencias al menos unas diez víctimas por un monto cercano a los 200 mil dólares.
Aquino Camacho fue indagada por la Policía peruana. En su declaración afirmó que también había sido engañada. El responsable era un influencer y empresario de bienes raíces conocido como Freddy Oswaldo Díaz Pérez, de 53 años. En redes sociales mostraba un ostentoso nivel de vida, siempre arriba de limusinas o en viaje. Según la joven, había conocido al hombre en una app llamada Luxy, que buscaba unir chicas con empresarios de alto poder adquisitivo.
Pero Oswaldo quería ofrecerle un negocio inmobiliario en el que, según le juró, iba a recibir en su cuenta bancaria transferencias de distintos inversores. Luego ella debía sacarlos en efectivo y entregarlos en mano a un colombiano que iría de su parte a buscarlos. La camioneta en la que viajó a buscar los pagos fue clave para voltear a "Los parceros".
Al avanzar con la investigación, la Policía peruana encontró al menos una docena de cajas fuertes envueltas en papel film, dólares, armas y un manual de instrucciones que contenía detallado el guion del cuento. Era un cuaderno anillado de varias páginas, con el paso a paso detallado y las respuestas que debían brindar cada uno de los miembros de la banda ante las posibles de los embaucados, para que no salieran del cuento.
“Con la conversación te llevan, te van enganchando. Resulta que vos tenés la culpa de todos los contratiempos y van apareciendo cosas”, describió Daniel el trato con la banda. “La manipulación”, señaló Yamila. “La manipulación cuando ya les diste tus datos y tu dirección”.
Todo está en ese mismo manual. Uno que, junto a las cajas fuertes embaladas, había dejado Perú y se encontraba rumbo a la Argentina. /
Clarín
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