Domingo 25 de Mayo de 2025, 21:30
Las formas de relacionarse afectivamente están atravesando una transformación profunda. Nuevas dinámicas, modos de convivencia alternativos y la tendencia a evitar etiquetas reflejan un escenario muy distinto al de hace apenas unas décadas.
En este contexto, especialistas intentan descifrar qué está cambiando en los vínculos: cómo se configura hoy una relación, qué papel ocupa la autonomía personal y qué ocurre con las expectativas de estabilidad emocional.
El fin de las etiquetas
La psicóloga y escritora Beatriz Goldberg, experta en vínculos, afirma que hoy “cuesta etiquetar al otro”, algo que ve como un rasgo de época. “Antes era común decir ‘es mi novio’, ‘mi esposo’ o ‘estamos comprometidos’. Hoy, muchos prefieren relaciones sin etiquetas”, comentó en diálogo con Infobae.

Según Goldberg, esta resistencia a definir se justifica en nombre de la flexibilidad, pero muchas veces encubre una dificultad más profunda: “Parece que comprometerse con alguien implica perder identidad. El individualismo y la falta de definiciones claras hacen que el otro no termine de quedar fijado”.
La psicoanalista María Fernanda Rivas, de la Asociación Psicoanalítica Argentina (APA), coincide: “Muchas parejas evitan comprometerse emocionalmente. Se alejan del modelo tradicional y buscan vínculos que respondan más a la voluntad individual que a una estructura establecida como el matrimonio”.
Pero la ausencia de etiquetas no elimina la necesidad de acuerdos. Al contrario, puede generar ambigüedades que dañan la relación. “Siempre hay que negociar en pareja. Incluso se puede negociar la libertad. Pero eso solo es posible si hay una base común que reconozca al otro y a la relación”, enfatiza Goldberg.
Rosalía Álvarez, excoordinadora del Departamento de Parejas y Familias de APA, agrega: “Las relaciones hoy son menos interdependientes. Hay vínculos afectiva y sexualmente sólidos que no sienten la necesidad de legalizarse”.
Relaciones intermitentes y vínculos sin continuidad
En los consultorios psicológicos es común recibir consultas sobre vínculos sin definición clara. Lo que antes se llamaba “pareja estable”, hoy puede presentarse como una relación ocasional, intermitente o “a demanda”.

“Existen parejas de fin de semana, o las que yo llamo ‘te llamo cuando te necesito’. No hay etiquetas, ni reglas. He atendido muchos casos así”, comenta Goldberg. En muchos de ellos, uno de los miembros se adapta a un vínculo desigual por miedo a perder al otro. Pero, como advierte la especialista, “en ese intento por no perder, muchas veces se pierde igual”.
También se observa el fenómeno de parejas “cama afuera” o LAT (Living Apart Together), especialmente después de separaciones con hijos. Según Rivas, esto responde al deseo de preservar autonomía o evitar el desafío de ensamblar nuevas familias.
Álvarez destaca un tipo de relación cada vez más frecuente: parejas con hogares separados. “Mantienen el vínculo emocional y sexual, pero sin compartir responsabilidades domésticas. Esto evita caer en la rutina y mantiene vivo el deseo”. Esta modalidad se da sobre todo en relaciones sin hijos, y responde a una necesidad clara: autonomía sin renunciar al afecto.
El miedo al compromiso emocional
La dificultad para comprometerse no es solo una cuestión racional. Tiene un fuerte componente emocional. “Hoy cuesta más desnudarse emocionalmente que físicamente”, asegura Goldberg. Muchas personas temen profundizar por miedo al rechazo, a perder su independencia o a ceder el control.
Este temor es más intenso en quienes han atravesado relaciones simbióticas o tóxicas. “Cuando no se elabora bien una experiencia anterior, se vuelve difícil construir un vínculo seguro”, agrega.
Un estudio publicado en Psychology Today y liderado por la psicóloga Samantha Joel analizó a más de 12.000 parejas y concluyó que incluso pequeñas percepciones de compromiso desigual son fuertes predictores de infelicidad.
Rivas hace una distinción fundamental: “Es importante diferenciar si estas nuevas formas responden a un deseo consciente de respetar la individualidad o si son expresión de una imposibilidad de construir un ‘nosotros’”. Las parejas saludables, afirma, logran crear un “espacio vincular” sostenido en el tiempo, más allá de si conviven o no.
Por su parte, Psychology Today también destaca la “teoría de la mera exposición”: cuanto más tiempo compartimos con alguien, más lo valoramos, siempre que exista confianza. Pero esta lógica se rompe cuando el miedo, la evitación o la sobreestimulación —como la que generan las redes sociales— fragmentan la atención emocional.
¿Libertad o forma de evasión?
La aparente libertad de los vínculos actuales puede esconder, en algunos casos, una forma de evasión. “El problema no es convivir. Es que muchas personas sienten que si conviven, pierden su individualidad. Ya no pueden decidir cuándo bañarse, qué comer, o cómo organizar su día”, explica Goldberg.

Esta percepción también alcanza a la maternidad o paternidad. “Cada vez se piensa más antes de tener hijos. Se los asocia con el fin de la libertad. Por eso, incluso, hay más mascotas que niños”, ejemplifica.
Rivas señala que la baja natalidad podría estar vinculada con una renuncia a los modelos tradicionales: “Es un modo de resistencia. Pero lo importante es saber si esa decisión nace del deseo consciente o de una dificultad estructural para vincularse”.
Evitar responsabilidades o compromisos puede brindar una sensación de control, pero también limitar las posibilidades de construir una vida compartida.
Un amor redefinido
La pregunta sobre cómo se redefine el amor en la actualidad no tiene una única respuesta. Lo que sí parece claro es que sin compromiso, acuerdos mínimos, autenticidad emocional y diálogo, los vínculos difícilmente se consoliden.
Como concluye Goldberg: “Lo más saludable es cuando hay al menos un pequeño compromiso. Porque si no hay compromiso, no hay normas. Y sin normas, no hay estructura sobre la cual construir”.
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