Sufre una enfermedad que no tiene cura y quiere ponerse de novia: “No te consideran mujer por estar en silla de ruedas”

Sábado 31 de Mayo de 2025, 12:43

Cinthia Pared tiene ganas de volver a enamorarse. Ya estuvo de novia dos veces y estaba soltera cuando a los 34 años empezó a sentir que no podía caminar derecho ni controlar su cuerpo.



El deseo no pregunta, simplemente avanza. Se impone incluso frente a la adversidad, como si no conociera barreras. Así también surge el amor, a veces sin ser llamado, pero siempre con fuerza. Y cuando se trata de la vida de Cinthia Pared, esa fuerza es la que la sostiene.

Cinthia tiene 45 años y fue diagnosticada con ataxia espinocerebelosa SCA de Joseph a los 36. La enfermedad es progresiva, afecta el equilibrio, la movilidad, la musculatura, incluso el habla. “Cuando tenía 34 iba caminando y me chocaba con las paredes. Era como estar borracha todo el tiempo. Fui al neurólogo y me dijo que no tenía nada. Pero yo sabía que algo me pasaba”, cuenta. Dos años después, con la enfermedad más avanzada, recibió finalmente el diagnóstico. “Caminaba como un pato, con las piernas abiertas para tener equilibrio”.

El impacto fue brutal. Miedo, frustración, tristeza, una vida que cambió de golpe. Tuvo que dejar su trabajo a los 40, gestionar una pensión, aprender a pedir ayuda, algo que hasta entonces le resultaba imposible. “Me costó. Yo era de subirme a un tren o colectivo sola. Ahora dependo de que alguien me lleve”, aseguró a Infobae.

La discapacidad también alteró su vida social y afectiva. “Dos veces en mi vida tuve novio. Después del diagnóstico se hizo más difícil. En otras aplicaciones tenés que andar explicando todo. Que estás en silla de ruedas, que no podés caminar. Y muchos desaparecen cuando lo contás”.

Pero Cinthia no se rindió. Junto a un grupo de amigos creó Discapp, una aplicación de citas pensada especialmente para personas con discapacidad. “Acá todos son bienvenidos. No importa si tenés una discapacidad o no, lo que se busca son conexiones reales”. La idea surgió cuando Santiago, uno de sus amigos, le contó a Pablo sobre su situación y juntos se preguntaron: “¿Y si hacemos una app distinta?”. Así nació Discapp, y para Cinthia, fue una forma de volver a creer. “Me salvó la vida”.

Dice que sí, que tiene ganas de enamorarse, que busca amor, un compañero. “Quiero un novio. Me fijo mucho en el aspecto físico, por eso también entiendo cuando otros se alejan. No sé si yo saldría con alguien en silla de ruedas… Todavía no termino de aceptar que yo estoy en una”. Y aunque extraña el sexo, también encuentra pequeñas conexiones: “De vez en cuando me veo con alguien. El ambulanciero que me lleva a rehabilitación. Hicimos buena onda”.

Ya está registrada en la app. Es la usuaria número uno. Subió fotos con y sin silla de ruedas, otra con su líder espiritual, porque hace poco se hizo evangelista. Ya hizo match y quedó en verse con alguien para tomar algo. “¿Y si se enamoran?”, le preguntan. “Lo traigo y charlamos los tres”, responde con una sonrisa.

Ser la embajadora de Discapp la llena de orgullo. “Es algo necesario para nosotros. Para conocer, para vincularnos, para no quedar fuera del mundo social”. Borró todas las otras apps. Se quedó con la que siente que la representa de verdad.

Tiene diez sobrinos. “Ellos me salvan”, dice con la voz quebrada. El más chico, Teodoro, tiene nueve años y lo lleva tatuado. Es hijo de su hermana melliza. “Lo siento como un hijo mío”.

Cuando le preguntan si quiere dejar un mensaje para quien atraviese un diagnóstico similar, no duda: “Que no tengan miedo. Con la ayuda de los seres queridos, se puede salir”.

Y ella sigue saliendo. Del miedo, del aislamiento, de la tristeza. Porque lo suyo —como el deseo, como el amor— es no detenerse.