Lunes 23 de Junio de 2025, 05:53
En el sur de Tucumán ya no se habla del narcotráfico como un fenómeno distante. En localidades como Alberdi, Famaillá, Monteros y Tafí del Valle, la droga se volvió parte del paisaje cotidiano, generando temor, violencia y una sensación de abandono estatal que no paró de crecer hasta que la gestión de Osvaldo Jaldo cambió esa tendencia con el Operativo Lapacho. “Estamos cansados de ir a golpear puertas para pedir ayuda y nadie hace nada”, resumió Lucinda Herrera, vecina de Alberdi, una ciudad recientemente intervenida por presuntos vínculos entre funcionarios y narcos.
Lejos de ser solo una “zona de tránsito”, como muchos funcionarios suelen calificar a las regiones atravesadas por rutas narco, el problema ha echado raíces en los pueblos y ciudades del interior provincial. “Es una visión superficial”, criticó el fiscal federal salteño
Ricardo Toranzos. “Estas organizaciones, al pasar, siembran veneno. Desgranan droga para pagar sus costos y contaminan a las comunidades”, advirtió.
El impacto es directo y visible: jóvenes perdidos en adicciones, redes de venta que se afianzan, inseguridad en aumento y barrios asfixiados por el microtráfico. “Si no se matan entre ellos, terminan ahorcándose”, lamentó
Fernanda Décima desde Monteros. En Tafí del Valle, por primera vez, la Policía detuvo a jóvenes locales por comercialización de drogas, un hecho que marca un antes y un después para ese destino turístico.
Según el Ministerio Público Fiscal, el modelo del microtráfico en el interior opera con estructuras diferentes a las de la capital. Hay menos "quioscos", pero manejan mayor volumen de droga por punto de venta. Así, los transas se mueven con más dosis y más poder. La situación no discrimina: desde Simoca hasta Amaicha del Valle, donde ya se creó un centro de atención para adictos, el avance del narcotráfico es una constante.
Desde el Estado provincial se admite la gravedad del panorama. “Este año desarticulamos más de siete organizaciones en el sur. En junio, decomisamos cuatro kilos de cocaína que iban a transformarse en 42.000 dosis”, aseguró Jorge Dib, secretario de Lucha contra el Narcotráfico. Pero también pidió refuerzos: actualmente sólo hay dos Unidades Fiscales de Narcomenudeo en toda la provincia, una en la capital y otra —hoy subrogada— en Monteros y Concepción.
“Los fiscales están sobrecargados. Tienen que investigar bandas, dirigir operativos, y también procesar cada causa por cada operativo policial, que son entre dos y tres por día”, reconoció Dib. A ello se suma el debilitamiento de la Justicia Federal, con vacantes sin cubrir. En Alberdi, por ejemplo, un solo contador debe auditar todas las cuentas municipales desde 2017, mientras se investigan posibles vínculos con el narcotráfico.
El jefe de la Dirección General de Drogas Peligrosas,
Jorge Nacusse, resaltó que la Didrop Sur es hoy la segunda fuerza con más procedimientos en la provincia. En lo que va del año, se logró detener a miembros de clanes conocidos como Los Uñate, Los Paradi y Los Barros, además de otras seis bandas dedicadas al narcomenudeo.
A pesar de los avances, el narcotráfico sigue aprovechando la falta de control territorial, las demoras judiciales y la debilidad institucional. “En algunos pueblos hay protección. La Policía detiene a varios, pero los jefes siguen operando”, denunció
Adela Pérez, vecina de Famaillá. En Concepción, los vecinos también sienten el abandono. “Lo vinieron venir y nadie hizo nada. Ahora los ‘piperos’ andan por las calles como si nada”, relató
Mario Reartez.
Mientras tanto, el aporte de la ciudadanía sigue siendo clave. “Seguimos trabajando gracias a las denuncias de los vecinos”, concluyó Nacusse. Pero la pregunta queda flotando: ¿hasta cuándo resistirá el interior tucumano sin una política de contención integral que involucre a todas las instituciones sin distinción de colores políticos? El tiempo, advierten los fiscales, ya juega a favor de los narcos.