“Contra toda forma de opresión”, la recordada columna que Mario Mactas publicó en “Satiricón”

Sábado 12 de Julio de 2025, 17:55

El desparpajo de la publicación generó un impacto y marcó un cambio de época.



TN reproduce “Contra toda forma de opresión”, la columna de Mario Mactas que se publicó en la revista Satiricón, en octubre de 1973, y que no perdió vigencia.

Porque al fin, la mejor manera de homenajear al periodista, que murió a los 80 años, es con sus propias palabras. Aquellas que el pertenecieron a un hombre que fue culto pero accesible, que supo usar la ironía sin recurrir a la crueldad, que dejó un rastro particular en la radio, la gráfica y la televisión.

Las próximas líneas serán apenas una muestra de todo lo que Mactas ha sido.

Contra toda forma de opresión

Por Mario Mactas

Bastante más allá de las proyecciones —como dirían los psicoanalistas— que se filtran aquí y allá a lo largo de la nota, lo que se leerá es simplemente una propuesta. No debe ser malinterpretada, por lo que quiere decir que no debe ser juzgada sino a inteligencia y sentimiento abiertos. Porque se reúne en buena medida algo que se le está dando emblemáticamente en cada sección de la revista y que se traduce en la fórmula: “Contra toda forma de opresión”. Se quiere decir con lo que se dice que hay posibilidades de revisarse interiormente para ser más libre de lo que se es. Para preguntarse por qué hay que ser flaco y no gordo, por qué hay que ser pintor abstracto y no figurativo, por qué es respeto a un dogma acatarlo ciegamente y no enriquecerlo con nuevas ideas, por qué “estar en pareja” y no solo, por qué hay que calificar todo el tiempo al de al lado, por qué hay que proponer la utopía y no lo posible, por qué está prohibido pensar que una actitud políticamente rígida y exigente puede llegar a ser -para determinada coyuntura- contrarrevolucionaria, por qué hay que preguntarse “dónde militás” y está mal preguntar “cómo andás de tus penas de amor”. No se dice aquí que está mal que las juventudes de la Patria se politicen cada día más y militen para transformarla. Todo lo contrario. Ese es un saludable fenómeno de la Argentina de este tiempo y le hará mucho bien. Sí se dice que se pueden abrir ventanas para mirar, además, otros vientos de vida y que no se debe pensar que quienes lo hacen o intentan hacerlo son aliados calificados del sistema. También mirando lejos, aunque se pague el altísimo precio de la soledad, se hace una revolución. También tomando a los que sienten y piensan lejos aunque no tengan para desdicha de ellos secta, corporación o partido, e invitándolos a poner su sensibilidad y su inteligencia al servicio del país se hace una revolución.

Nada más opresor que una visión maniquea del mundo, una visión del mundo dividido en buenos y malos. Necesitamos los argentinos saber con clara conciencia todo lo opresor y terrible que es el orden que heredamos. Necesitamos también fundar un orden nuevo en el que reprobemos las formas viejas y las nuevas de opresión. Por eso, como que viene de reflesiones en soledad, la nota no da a luz una verdad absoluta, sino una simple propuesta nacida de golpes de exasperación y de amor. Una propuesta, casi no es necesario decirlo, está abierta al disenso.

Todo lo aprobioso, injusto y digno de ser modificado que es el orden dentro del cual solemos vivir, es cosa sabida.

Si uno se descuida, hasta Manrique aparece diciéndolo por television. Par eso es que en este tempo, los argentinos quieren otro país para que sea su pais. Se puede desafiar con toda tranquilidad a encontrar a alguien que, manifiesta u ocultamente quiera que las cosas queden exactamente como están. Dificil, muy dificil encontrarlo.



Claro que hay montones de propuestas, desde los que vociferan la utopia (para que el enemigo foráneo entre por los calleiones del despelote), hasta los realistas y buscadores de lo posible en cada momento historico para cambiar en serio y evitar el botazo interno y externo. Y como ya sabemos todo lo todo lo espantoso que es el mundo que tenemos, es necesario -si queremos de veras cambiar, si queremos ser gente mejor- levantarnos ya contra toda forma de opresión. No sólo contra las conocidas, esas a las que sólo les falta un jingle y una campana ilustrada con posters llenos de los puños cerrados de Carpani -el unico plástico que consiguió la hazaña de hacer fea a Evita-, sino también contra las que surgen, rigidas, como las verdades de presuntos transformadores del mundo. Los nuevos sectarios, los que solo saben decir de Borges que es ciego, los que le gritan “asesino” a Robledo Puch, pero creen que cada vez que muere un policia se produce un triunfo popular, los maniquíes que ahora descubrieron que Rosas es bueno y Sarmiento malo. Hace pacos años, firmé una solicitada en la que se pedía la repatriación de los restos de Rosas. Fui insultado por muchos de los que ahora se quieren ir a Southampton a nado a buscar lo que queda del rubicundo Restaurador. No es para nada infrecuente ver y oír a muchos de ellos acusar a otros de oportunistas en cuanto se les presenta la ocasion. Que asco, Dios.

LA MILITANCIA es, naturalmente, el valor más alto. Más alto que el amor, la misteriosa angustia de los creadores, la belleza, la justicia, el genio. Lo que interesa es encontrarse con gente en el café, en la Facultad y preguntarse: “¿Y vos en qué andás?”. Que quiere decir “¿Y vos dónde hacés tu trabajo militante, eso que seguramente estás haciendo porque nadie puede dejar de hacerlo a menos que quiera convertirse en cómplice del estado de cosas?“.

Un primor de forma de opresión. Magnífica para oprimir a los solos, a los que no consiguen incorporarse a secta, corporación o partido porque no encuentran reflejo o sonido bueno para los sutiles oídos interiores, a los que tengan la desdicha de pensar lejos y no cerquita, y adelantarse a su tiempo. Esos deben ser condenados y. separados porque si no corre el peligro de que abran la ventana y digan: “Miren, miren todo esto que no ven porque tienen la ventana cerrada. Miren el paisaje formidable de la vida, donde las cosas no transcurren entre buenos ? malos”. No se debe perdonar al que abre la ventana, al sensible, al inteligente, al mejor. Hay que señalarlo con el dedo, llamarlo individualista y burgués y empujarlo lejos para que no se le ocurra vivir más allá del dogma, aunque con ello haga en el fondo una propuesta patriótica. El país que se avecina, el orden popular no cae -ya se ve- en las actitudes de sus “defensores”: llama a los que sirven a la Patria, a los mejores con alma nacional y ojos puestos en el futuro. Y se cuida muy bien de aquellos que siempre gritan en un lugar y ponen el huevo en otro, como los teros. Y terminan empollando el disparate y la contrarrevolución. Nada casual resultó el hecho de que, en una misma semana, una revista nazi y una de “izquierda” sacasen en sus tapas fotos de Gelbard, poblando de insultos a una figura política seguramente discutible-como casi todas-, coincidiendo, desorientado, porque en esa semana, justito, habían bajado los precios de la canasta familiar y eso -¡reformismo!, ¡reformismo!, ¡cruz diablo!- había puesto alegre a la gente.



LA INTELIGENCIA es difícilmente perdonada por las nuevas formas de opresión. Como lo que vale es la ceguera, la decisión indeclinable de ponerse anteojeras para ver el mundo -claro, es la única manera de apartarse del de al lado y poder, si se hace necesario, matarlo; más o menos como los boxeadores que se niegan a hablar con el rival antes de subir al ring para evitar el inevitable afecto que surgiría-, la inteligencia es peligrosa. Entonces, para ciertos salvadores, oprimir a la inteligencia es revolucionario y patriótico. La Patria agradecida.

Cierta vez me tocó presenciar un diálogo entre una muchacha alineada en un sector muy duro de la lucha liberadora y un periodista y poeta amigo suyo. Él le explicaba con absoluta lucidez qué era lo que andaba mal en el país -se vivía la dictadura militar- y cuál era a su juicio el modo de combatirlo. Sostenía que, en ese momento, la violencia era, a su juicio, un error y que, aunque las cosas fueran distintas, se sentía incapaz de matar a nadie, de fundar sobre sangre y fuego un tiempo nuevo. Ella lo miró entonces y le dijo simplemente: “Lo que suponía: Vos sos un aliado calificado del Sistema”. Lo lapidó, lo sepultó, olvidó que era su amigo y que si es que la amistad necesita pruebas -lo había probado más de una vez-: ¡PARA ELLA ESE INDIVIDUO NO ERA UN TIPO INTELIGENTE QUE SE DABA CUENTA DE TODO, SINO UN ALIADO CALIFICADO DEL SISTEMA! ¡ERA MUCHO PEOR QUE LOS IMBÉCILES QUE NO SE DABAN CUENTA DE NADA! Es seguro que lo hubiera colocado con toda alegría en un paredón y acribillado, de no mediar la circunstancia de que estaba presa y su amigo de visita en la cárcel.

TAMBIÉN “LA CULTURA GESTUAL” se encuentra entre las formas de opresión que parecen lo contrario. Consiste en reemplazar la actitud valiosa, cargada de amor auténtico, por gestos. Es el caso de la mujer que es desleal con su marido, o un marido que lo es con su mujer, pero se citan en un barcito y entre whisky y whisky se lo cuentan. Han tenido el gesto, han dado la cara, se han portado maravillosamente. Pero lo que no debió ocurrir es la deslealtad. No importa. ¿Quién se puede poner a pensar en esa pavada cuand se tuvo el gesto de decirlo?

Lo que vale es el gesto, muchachos. Si somos canallas, basta con confesarlo, con hacer la autocrítica y listo. Dale que va. Es también el caso del patrón que llama a su empleado para echarlo al diablo. Lo echa, sí, pero le dice “usted sabe cómo me duele ésto, González. Créame que me duele mucho más que a usted...”. No lo eche, si le duele tanto!

¡Ahórrese el dolor, buen hombre! O cállese la boca. Pero no, la cultura gestual ante todo. No interesa que lo deje sin trabajo. Interesa que enfrente la situación, que dé la cara, que tenga el gesto.

Mario Mactas en una de las escenas del documental “Un tal Mario”, dirigido por su hija, la periodista Mariana Mactas.

¡Cuánta náusea, Señor! La cúspide de la cultura gestual reside -además de las famosas autocríticas de los que vienen a salvarnos- en las ya mitológicas amenazas de renuncia. Todo el mundo se lo pasa amenazando con renunciar. Aquí, donde nadie renuncia ni al tute, y para que un funcionario que no representa a nadie y no hace más que desastres por rodearse de irresponsables y serlo él mismo, recién accede a renunciar cuando se lo toma de los fondillos de los pantalones.

Aquí, donde miembros del gobierno de Onganía no vacilaron en encaramarse en el gobierno popular, sin ponerse colorados y encima volviéndose paladines de la defensa de los combatientes. Uno de ellos-finísimo, célebre gourmet, hombre paquete si los hay -es diputado nacional. Macanudo, viejo, fantástico, felicitaciones, viva la pepa.

LA SOLEDAD está también penada por las nuevas formas de opresión, las que se ponen la careta de liberadoras. Está prohibido no tener pareja, terminantemente censurado. Si usted va al cine solito su alma, ocúltese a la salida, pase desapercibido. No sea cosa que se encuentre con una pareja de amigos que le empiece a preguntar por la suya y tenga que soportar el bochorno de su vida. ¿Cómo es que va al cine sin su “compañera”? ¿Cómo se atreve a no tener ninguna “compañera”? No, no se puede andar solo, ni siquiera por cinco días o un par de meses. ¿Qué se ha creído? Los sectarios y los analistas en maravillosa unión han dicho lo contrario, han dado la orden contraria y cuídese de desobedecerla.

Porque los analistas, los psicoanalistas, también vienen a defendernos, a salvarnos. ¿Qué sería de nosotros sin ellos? Ellos son los que nos advierten con gran inteligencia que nuestro hambre a la una del mediodía no es otra cosa que ansiedad. Ellos son los que evitan que las madres llamen al médico para que atienda a sus chicos enfermos porque seguramente los chicos están bien y la madre es ansiosa e histérica. Ellos son, lo sé de inobjetable fuente, los que tienen la gentileza de acostarse con sus pacientes y conseguir que se deslicen entonces del ligero desequilibrio a la desolación absoluta.

Los nuevos opresores están en estrecha alianza con los analistas. Lo sé, porque desde hace mucho tiempo me analizo y desde hace mucho tiempo estoy en guardia contra todas las formas de opresión y sus actores.

POR ESO SÉ QUE ENTRE AMBOS levantan las pancartas de la MADUREZ como otra forma de opresión. Hay que ser MADURO, aunque nunca se sepa bien qué quiere decir eso. Un hombre y una mujer, cuando se divorcian, deben hacerlo con “madurez”.

Esto quiere decir, según las nuevas reglas de la rigidez, la falta de imaginacion, la dictadura psicoanalitico-política, que deben proceder con frialdad y crueldad, que deben “saber separarse con madurez”, sin que el pasado exista, sin que nada de lo construido deba salvarse ni valorarse. Y hombre y mujer, aunque sientan cualquier otra cosa, llevan su decisión de separarse por esos caminos y sufren plenamente su “madurez”, como Dios y Sigmund mandan. En el fondo de sus corazoncitos, además, están muy agradecidos a sus respectivos analistas, que les hicieron ver la necesidad de romper la “pareja”. Nada más divorcista que el psicoanálisis, nada, con excepción de ciertos legisladores. A uno de ellos, examigo de Aramburu y ahora amigo de quienes Aramburu persiguió lo escuché decir “hay que hacer la reforma agraria urbana” y quedarse tranquilo, seguro de que la historia lo acogía en su seno en ese mismo instante. Ojo porque lo veo venir: también yo estoy por el divorcio, naturalmente. Pero contra el tartufismo, la hipocresía, la falta de capacidad, la intención de abolir prohibiciones para imponer otras, la actitud de los que están con Perón pero sólo si Perón está con ellos, contra los que no perdonan la inteligencia ni la soledad. Y es seguro que habrá más penas y olvido. Pero también es seguro que el tiempo limpiará la hojarasca, barrerá con los alcarranes de la rigidez y con los disfrazados de cambiadores de las cosas para que todo siga como era cuando nacimos. Será entonces tiempo de alegría y revolución, porque se advertirá que todas las formas de opresión son indeseables y que en la anatomía del hombre suele encontrarse, entre el esternón y la mandíbula inferior, una pena de amor por ejemplo". Y que dos más dos suelen ser cinco cuando el mundo se ve sin anteojeras, cuando la ideología se elabora sobre la vida y no la vida desde la ideología.

Un viejo poeta de barba como mariposas de ceniza, convocó a sus cantos alguna vez. “Id -les dijo-, id cantos míos contra toda forma de opresión”.

Yo me voy con los cantos. /TN