Uno de cada 10 chicos adoptados es devuelto: la historia de Leo, que vivió 2 veces esa situación

Domingo 27 de Julio de 2025, 11:06

Detrás de cada vinculación que se interrumpe hay un niño que vuelve a empezar. El caso de Leo refleja una problemática silenciosa: procesos que prometen un hogar y terminan en otro desarraigo



Hay vínculos que se quiebran sin estruendo. Se tensan hasta romperse, como un hilo desgastado por el tiempo y la frustración. Así sucede con muchas adopciones en Argentina: comienzan cargadas de esperanza y terminan en silencio. Niños y adolescentes que esperaron toda la vida por una familia y, cuando finalmente parece que la encuentran, el sueño se desvanece.

Leonel Franco Oyarzo tenía ocho años cuando su padre fue asesinado durante un robo. Su madre, sin herramientas para sostener a cinco hijos, los vio separados en distintos hogares. Leo, el mayor, se quedó esperando. “Me alegraba por mis hermanos, pero me dolía. Pensaba que si a ellos los adoptaban, yo tenía que aguantar”, recuerda.

Una mujer comenzó a visitarlo. Paseos, meriendas, promesas implícitas. Leo empezó a imaginar un futuro con ella. Pero un día, desde el juzgado, le informaron que ella no continuaría. “Pensé que el problema era yo”. Después, otra familia. Más cariño, pero sin conexión. Cuando le preguntaron si quería seguir, dijo que no. Eligió quedarse en el hogar.

Su historia no es una excepción. Entre 2023 y 2024, el 8,3% de las adopciones en Argentina fueron interrumpidas. En algunos hogares de la provincia de Buenos Aires, ese porcentaje sube al 13%. A la vez, las nuevas guardas con fines adoptivos disminuyeron, mientras más de 1700 niños fueron declarados en adoptabilidad en un solo año.

Uno de los motivos de estas rupturas es el choque entre las idealizaciones: adultos que sueñan con formar una familia perfecta, y chicos que desean pertenecer, pero con historias que no se ajustan a ningún molde. A veces, sus tiempos no coinciden. Otras, el Estado no está cuando más se lo necesita.

Para el juez Pablo Raffo, de San Miguel, “la adopción no es un acto administrativo, es una transformación vital que debe tomarse con seriedad”. Antes de declarar a un niño en adoptabilidad, se exploran todas las alternativas familiares. Luego, si se avanza, la vinculación se construye paso a paso. Pero muchas veces, explica, fracasa por la falta de acompañamiento, la ansiedad de los adultos o el abandono institucional.

La licenciada Analía Di Vito sostiene que el éxito de una adopción empieza mucho antes del primer encuentro. “No alcanza con el deseo de ser padre o madre. Hace falta preparación, empatía, respeto por la historia del niño”. Más del 80% de los adoptantes quieren niños entre 1 y 3 años, sanos y únicos. La realidad, muchas veces, es otra.

Cada vínculo se teje a medida. No se puede imponer un rol ni exigir amor instantáneo. “La adopción es un proceso lento. Cuando falla, no es el niño quien falla, sino el desfasaje entre lo que se espera y lo que realmente ocurre”, explica Di Vito.

El impacto de una adopción interrumpida es profundo. No hay sanciones legales para los adultos que desisten, pero la herida en el niño es tangible: otro abandono, otra pérdida, otra espera.

Florencia Capalbo, mamá adoptiva y acompañante terapéutica, lo vive desde ambos lados. Acompaña a familias y chicos en el proceso. Dice que respetar el origen del niño es esencial: “Todo empieza por honrar su historia. Si el vínculo está en crisis, no hay fórmulas. Escuchamos, contenemos y, si es necesario, frenamos a tiempo”.

Ella ha visto las secuelas de las adopciones frustradas: tristeza, culpa, intentos de suicidio. “Si un chico llega a los 20 sin una familia, es porque el Estado falló”. Y recuerda: la adopción no termina con una firma, se construye cada día.

Leo hoy tiene 21 años. Después de años en hogares, fue adoptado a los 15 por una familia de Villa Ballester. Gabriela y Mario lo recibieron con paciencia, sin apurar el vínculo. “No me dicen mamá y papá, y nunca se lo pedimos. Pero yo sé que somos familia”, dice Gabriela.

Leo lo confirma: “Estoy muy feliz. Gracias a ellos y a Dios, mi realidad cambió. Si no los hubiera conocido, no sé qué habría sido de mí”.

Gabriela tiene una fórmula sencilla para quienes piensan en adoptar: “Paciencia, amor… y más paciencia y amor”. Porque en ese tiempo lento, muchas veces doloroso, puede aparecer lo más importante: un encuentro verdadero.