El olfato, la frontera sensorial que la tecnología aún no ha conquistado: la IA podría cambiarlo todo

Lunes 28 de Julio de 2025, 22:40

Pese a décadas de intentos, este sentido escapa a la digitalización.



En un mundo donde la vista y el oído se han integrado con fluidez al entorno digital —desde videollamadas hasta conciertos en streaming—, el olfato sigue siendo un territorio inexplorado. Pese a décadas de intentos, este sentido escapa a la digitalización. Sin embargo, la inteligencia artificial comienza a abrir caminos prometedores.

Una complejidad molecular difícil de traducir

A diferencia de los colores, que se representan con valores RGB, o los sonidos, que se traducen en ondas digitales, los olores no tienen una equivalencia estandarizada. Un aroma es el resultado de miles de moléculas volátiles activando complejas combinaciones de receptores en la nariz. A esto se suma la diversidad genética: lo que para una persona huele a vainilla, para otra puede resultar neutro o incluso desagradable.

Esa variabilidad subjetiva, junto con la falta de una unidad mínima como el "píxel" visual o la "nota" musical, ha hecho del olfato un desafío científico y tecnológico mayúsculo.

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Una historia de intentos fallidos

En 1960, el cine hizo un primer intento por incorporar el olfato con la tecnología Smell-O-Vision, que buscaba liberar aromas sincronizados con escenas de la película El olor del misterio. El experimento fracasó: los olores eran imprecisos y la experiencia poco convincente.

A diferencia de la fotografía o el audio, que rápidamente lograron réplicas fieles de la experiencia original, los olores artificiales siguen sin alcanzar ese nivel de autenticidad.

Una nueva esperanza: inteligencia artificial

La clave para digitalizar el olfato consiste en dos pasos: identificar todas las moléculas de un aroma y reproducirlas fielmente. Aquí es donde la inteligencia artificial empieza a marcar la diferencia.

La startup Osmo, surgida de Google, ha desarrollado un modelo tridimensional —el Principal Odor Map— que permite ubicar aromas según sus características químicas, al estilo de los colores en un espacio RGB. Gracias a este sistema y al uso de sensores avanzados, Osmo ha logrado identificar con más de 95% de precisión diferencias entre productos auténticos y falsificados, como zapatillas deportivas.

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Aunque aún requiere muestras originales y no es aplicable a todos los objetos, este avance representa un hito en la comprensión y autenticación olfativa mediante tecnología.

Un lenguaje que aún no existe

Otro de los obstáculos para la digitalización del olfato es la ausencia de un vocabulario específico. Los términos disponibles —"floral", "almizclado", "verde"— son insuficientes para describir el vasto espectro de aromas posibles. Esta limitación semántica impide estandarizar y comparar experiencias olfativas reales y artificiales.

El científico David Harel, del Instituto Weizmann de Ciencia, propuso un enfoque alternativo: una especie de test de Turing para el olfato, donde un sistema digital crea un aroma que debe pasar inadvertido como artificial ante un panel humano. Si el “tufador” (dispositivo emisor) engaña al olfato humano, se estaría un paso más cerca de una verdadera digitalización.

El aroma del futuro

Mientras la inteligencia artificial comienza a desentrañar el complejo mundo de los olores, la digitalización del olfato sigue siendo una meta en construcción. El desafío no es menor: se trata de traducir la química en experiencia, y la experiencia en datos. Pero los últimos avances muestran que el sentido más esquivo para la tecnología podría estar, finalmente, al alcance de nuestras narices.