Viernes 15 de Agosto de 2025, 20:28

Jorge Lobo Aragón y José Frías Silva
CARTAS DE LECTORES
“Cuando la violencia económica se disfraza de apellido ilustre”
Por Jorge Bernabé Lobo Aragón, abogado y apoderado de su esposa Isabel Frías Silva
La justicia argentina ha comenzado, al fin, a escuchar y respaldar a las víctimas de violencia de género, incluso cuando el agresor se esconde tras la heráldica de un apellido ilustre y la coraza de una fortuna centenaria.
Sentencias recientes han perforado el blindaje de empresarios y directorios que, amparados en sus vínculos y en su patrimonio, abusaron de las mujeres de su propia sangre.
Durante años, como abogado de mi esposa Isabel Frías Silva, guardé silencio.
Creí -y aún quiero creer- en la balanza de la Justicia.
Fui juez, fiscal, legislador. He visto la ley poner límites a la soberbia.
Pero hoy no puedo callar más.
He visto a mi mujer llorar en silencio, desarmada por la burla de sus hermanos varones: uno, actual presidente de la Sociedad Rural de Tucumán; otro, representante de la Fundación Miguel Lillo; y, al fondo, una hermana alineada al poder patriarcal, segunda autoridad en Turismo de la provincia.
El escenario fue la sede ostentosa de la empresa familiar: muebles de madera noble, cuadros de glorias pasadas, y el aire denso de un linaje que cree que el tiempo y el poder lo justifican todo. Isabel y su hermana habían acudido por derecho, amparadas por un acta de asamblea.
Lo que recibieron fueron ocho cheques -$1.158.000 cada uno-, a cobrarse hasta enero de 2026. Un pago goteado, mezquino, frío.
Una limosna en cuotas para quien reclama justicia.
Y entonces, la escena: todos los hermanos varones presentes, erigiendo un muro de poder y ostentación.
“Josecito”, el megamillonario, heredero entronizado por obra y gracia del patriarca, se adelanta y dicta la sentencia familiar: “Tenemos el poder, estamos cerca del gobierno y de la justicia".
No fue solo una frase. Fue un sello. Una daga verbal que condensó décadas de crianza destinada a excluir a las mujeres del patrimonio, a educar a los varones para heredar la tierra y las rentas, dejando a las hermanas como espectadoras en su propia historia.
Mientras el juicio oral por administración infiel se posterga por maniobras dilatorias, mientras los campos florecen y los bienes se multiplican, a las víctimas se les ofrece migajas y se les exige silencio.
La violencia económica -como reconoció el juez de instrucción al elevar la causa- es también violencia de género.
No necesita golpes para destruir: basta con privar, aislar, despojar. Es el veneno lento que mata la dignidad.
Como abogado, esposo, padre y abuelo, seguiré exigiendo justicia.
No sólo por Isabel, sino por todas las mujeres que cargan la misma cruz. No creo, ni quiero creer, que el gobierno ni la Justicia avalen este atropello.
Pero sí sé que la verdad y la justicia -esas palabras sencillas y luminosas- deben florecer de una vez, y para siempre, en toda su magnitud.
“El dinero en cuotas para quien tiene hambre de justicia es otra forma de violencia. Y el silencio impuesto es la más cruel de las condenas.”
Dr. Jorge Bernabé Lobo Aragón
Abogado – M.P. Nº 2118 – San Miguel de Tucumán
DNI 12.209.529
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