Los Carabajal, en la fiesta de La Abuela de la Chacarera.El festejo se repitió en los años siguientes. Y con el correr del tiempo fue creciendo el número de invitados o concurrentes espontáneos que pronto colmaron el patio. Primero fueron amigos, luego vecinos y después se sumaron visitantes de la provincia y otros lugares de la Argentina.
María Luisa es tradición,
y su mito inspiración.
No hay ausencia que no duela,
pero hay las que tienen el don,
de convertirse en canción,
y es el caso de la Abuela.
La abuela murió en agosto de 1993, a los 92 años, cinco días antes de su cumpleaños. Los familiares intentaron suspender el festejo, pero los numerosos visitantes, la mayoría viajeros que habían recorrido decenas y hasta centenares de kilómetros, argumentaron que la celebración (que ya llevaba 42 años consecutivos) debía mantenerse, convertida en póstumo homenaje musical. Y así ocurrió.
Con el tiempo, cuando el patio quedó chico, la guitarreada se mudó a un escenario levantado en la calle, frente a la casa, y la fiesta se fue haciendo cada vez más famosa, hasta que las decenas de participantes se convirtieron en centenares, luego en miles y por fin, en decenas de miles, cuando la fama de la reunión traspasó las fronteras, se propagó por los países limítrofes y llegó hasta Europa.
Para conocer su historia,
y celebrar su memoria,
por impulso incontenible,
arriban las muchedumbres,
al rito que por costumbre,
ya es imán irresistible.
Desde hace años la fiesta desbordó el patio familiar y se extendió por todo el barrio de Los Lagos, alrededor de la casa de la abuela. A lo largo de cuadras y cuadras se levantan los tentadores puestos de comida, que se intercalan con los de los artesanos en un conjunto de aromas y colores que pone marco radiante al bullicio de la concurrencia que va y viene sin cesar.
La melodía y el canto los ponen los numerosos artistas de la dinastía Carabajal y otros grupos y solistas invitados, que se suceden sin pausa en el escenario. Pero la animación corre por cuenta de los visitantes, que corean a voz en cuello las canciones y bailan incansablemente desde el mediodía hasta el anochecer, en una explosión de alegría colectiva que no tiene parangón entre las fiestas populares musicales de la argentina. Como espectador y artista, el pueblo es protagonista.
De música llenos de sed,
traen alas en los pies,
que vuelan en las mudanzas,
en ágiles zapateos,
y rítmicos escarceos,
de la más alegre danza.
Los hoteles y albergues están desde hace meses con el cartel de “No hay lugar”. Los que no reservaron a tiempo buscan las últimas y escasas viviendas particulares y habitaciones todavía disponibles, cada vez más lejos de la casa de la abuela, que es el centro de la fiesta. Muchos traen directamente carpas, que levantan en los baldíos circundantes, en las veredas o en patios que alquilan. En ellas, familias y grupos de amigos duermen hacinados. Pero como dicen, sarna con gusto no pica.
Es tan numeroso el público que alcanza para colmar, además de la casa histórica y sus alrededores, numerosas peñas que se instalan en barrios vecinos, y en las que se reparten para actuar las figuras más populares de la familia. Y se abren otros patios en los que los visitantes bailan de a centenares en el piso de tierra, levantando jubilosa polvareda.
Desde hace años los integrantes de la familia se organizan para ofrecer en la casa un servicio de comidas típicas y bebidas. Las empanadas salen sin intervalos del mítico horno de barro, y hay un restaurante para los que quieren detenerse a almorzar con calma, justo enfrente de un pequeño escenario en el que se turnan también los músicos Carabajal, tan numerosos como virtuosos en su arte.
El arte Carabajal,
no encuentra en el mundo igual,
luminoso como el sol,
es duro como el quebracho,
curador como el lapacho,
y dulce como el mistol.
La fiesta en la casa y frente al escenario callejero se extiende desde el viernes hasta el domingo al atardecer, y en el cierre ritual. Aguardado con enardecida emoción por la muchedumbre, suben todos juntos los músicos Carabajal para entonar los temas clásicos de la chacarera, algunos casi con categoría de himno para los más fervientes incondicionales del género.
Hasta que la fiesta llega a su fin. La desconcentración se realiza con rapidez, y en los puestos de comida y de artesanía se vocean productos casi a precio de liquidación para tentar a los últimos clientes. El viejo patio de tierra también se vacía, y se vuelcan sobre él los baldazos de agua para aplacar el polvo removido por los celebrantes del cumpleaños de La Abuela de la Chacarera, María Luisa Carabajal. El cumpleaños del mito.
Antiguo patio de tierra,
que tan rica historia encierras,
en tu añejo polvo vuela,
hecha baile y chacarera,
la herencia imperecedera,
del recuerdo de la Abuela.
Fin. /
TN