Domingo 07 de Septiembre de 2025, 09:55

Javier y Karina Milei
Por Santiago Fioriti
Cuando emerge una crisis, Javier Milei toma distancia, opina poco, se encierra en sí mismo y se vuelve más desconfiado. Es difícil acceder a él, incluso para los funcionarios que, se supone, más confianza tienen para escribirle o llamarlo. Pasó con el escándalo $Libra y quedó al desnudo, como nunca, con la aparición de los audios con la voz de Diego Spagnuolo, en los que su ahora ex amigo describe un circuito de supuesta corrupción en la compra de medicamentos por parte de la Agencia de Discapacidad, que comandaría Eduardo “Lule” Menem y treparía hasta la mismísima Karina Milei. Desde hace diecinueve días, el Presidente se mantiene en estado de alteración y su gobierno sucumbe. Esta noche, cuando se abran las urnas y se cuenten los votos, podría llegar una dosis de alivio o, todo lo contrario, un shock adicional de tensión. Así lo admiten en la cima de la Casa Rosada.
Las elecciones a legisladores en la provincia de Buenos Aires coinciden con un tiempo de cimbronazos en los mercados por la cotización del dólar, de cavilaciones internas acerca de cómo abordar la contundente seguidilla de derrotas en el Congreso y de cómo reconstruir el sistema de toma de decisiones, dañado -entre otras cosas- por la proliferación de audios y la paranoia que recorre los despachos de los ministros por posibles infiltrados que graban y difunden conversaciones que se dan en ámbitos privados.
No es, ni por asomo, el escenario que estaba instalado hace unos meses, cuando los libertarios daban por ganada la elección y la oposición bonaerense, encabezada por Axel Kicillof, decidía desdoblar los comicios de los nacionales -la misma estrategia que había empleado Jorge Macri en la Ciudad-, con la especulación de que en la contienda nacional podían ser perjudicados por la popularidad de Milei y la buena imagen del Ejecutivo.
En el mileísmo pasaron de hablar del fin del kirchnerismo a sostener que la verdadera elección será la del 26 de octubre. Milei tuvo que hundir los pies en el Conurbano para tratar de proyectar su imagen en los candidatos de las ocho secciones electorales, la mayoría desconocidos y cuya campaña se vio afectada en el último tramo por las sospechas de corrupción. Algunos, incluso, tuvieron que abortar parte del recorrido por los canales de TV que tenían cerrado.
El peronismo, que anda a los tumbos y con un pasado reciente difícil de explicar, se ve con posibilidades. Gobierna 83 de los 135 municipios de la Provincia, pero con una ventaja: esos distritos representan el 74% del padrón, que alberga a 14.376.592 personas. Para Kicillof es crucial. Se trata, quizá, de un antes y un después en su carrera. El gobernador se enfrentó por primera vez a Cristina Kirchner y a La Cámpora, que no querían el desdoblamiento, e impuso su autoridad, aunque presionado por buena parte de los intendentes, que hoy se juegan la renovación de los Concejos Deliberantes y que, probablemente, tomarán distancia del tránsito hacia octubre.
Los alcaldes respondieron al gesto de Kicillof con un aparato proselitista aceitado durante muchos años. En los últimos días, los vecinos de las localidades más postergadas, en el Conurbano profundo, recibieron distintos tipos de promesas y donaciones a cambio de un sobre con una boleta. En algunos municipios contrataron para hoy hasta mil servicios de autos para llevar y traer votantes. Pagan hasta $ 120 mil por coche para que estén disponibles entre las 8 y las 18.
La Libertad Avanza, que hizo una alianza con el PRO, llega a la votación después de una semana con heridas de varias índoles. En el Parlamento, donde hace un año Milei se convirtió en el primer jefe de Estado al que se le rechazó un Decreto de Necesidad y Urgencia, el jueves se produjo otro récord: tras 22 años, el Senado desestimó -por una abrumadora mayoría de 63 a 7- un veto de un primer mandatario y reafirmó la aprobación de la Ley de Emergencia en Discapacidad.
Milei luce arrinconado también en su materia preferida, la economía. Aunque la inflación se mantiene en niveles bajos y se trata del principal logro que los argentinos le adjudican a la actual administración -que heredó una inflación anual de más del 200%-, en el mercado se respiran vientos turbulentos por la suba del dólar, que cerró a $ 1.380, y el incremento del riesgo país, que acaba de superar la barrera de los 900 puntos. En el sistema financiero, nadie se anima a predecir qué podría pasar mañana si se registrara una derrota oficialista, mucho menos si la caída fuera por amplio margen. El establishment especula que una victoria peronista por encima de los cinco puntos podría complicar más el panorama.
Esta semana, el Gobierno tuvo que habilitar la intervención del Tesoro para contener la suba de la moneda norteamericana. En el mercado estiman que, desde que se pasó a un régimen de bandas, hubo que desprenderse de unos 650 millones de dólares. Quedará para la posteridad la presentación del equipo económico en el canal de streaming Neura, el 1° de agosto, cuando Alejandro Fantino, el conductor, les pregunta: “¿El dólar está intervenido?”. Con Milei a la cabeza, todos gritan: “¡Flotaaa!” Luego se ríen y aplauden.
A los sacudones políticos, económicos y al escándalo de los audios, en los últimos días se sumó una nueva polémica que enfrentó a la feligresía libertaria digital y que mereció la intervención del jefe de Gabinete, Guillermo Francos, y hasta de Karina Milei. Sucedió después de un tuit de Daniel Parisini, más conocido como el Gordo Dan, que agredió salvajemente al senador Luis Juez por votar en contra del veto que buscaba impedir mejoras a las personas que sufren alguna discapacidad.
Además de violento, el tuit aludía a la hija del legislador cordobés incluyendo un dato falso: Milagros, de ella se trata, no es hija extramatrimonial del senador.Francos apareció rápido en TN para repudiar el mensaje de Dan, y Karina llamó a Juez para expresarle su solidaridad. Ni Francos ni la secretaria general de la Presidencia, sin embargo, pueden explicar por qué Dan tiene tanto poder, al punto de haber anunciado despidos de funcionarios en su cuenta de X y de visitar con frecuencia la Rosada y Olivos.
Hay quienes tejen un hilo entre Dan y Spagnuolo. Han visitado el despacho presidencial más que algunos ministros, gozan -o gozaban- de la simpatía de buena parte del Gabinete y después, cuando sobreviene un escándalo, todos intentan despegarse. En el caso de Dan será más difícil: es el referente principal de Las Fuerzas de Cielo, la agrupación que cuenta con el padrinazgo de Santiago Caputo.
El gurú de campaña, enfrentado con las últimas decisiones de Karina, mantiene un vínculo inalterable con Milei. “Es mi hermano”, volvió a decir días atrás el Presidente. Una muestra: el 12 de agosto, cuando los diputados que habían concurrido a Olivos para comer empanadas y ver Homo Argentum se estaban por ir, Milei le pidió a Caputo que se quedara para charlar a solas. Lo hicieron durante varias horas.
Una conjetura que se hace por estas horas es si el estratega mileísta saltará formalmente al Gabinete después de octubre, algo a lo que se ha negado en varias ocasiones. Su arribo estaría atado a un recambio fuerte en el Gabinete que contemple un nuevo esquema de poder. El Triángulo de Hierro estaba en vías de extinción desde el cierre de listas, cuando Karina y Caputo quedaron enfrentados y Milei subió a la cúspide a Francos. Se terminó de extinguir con los audios de Spagnuolo, que agudizaron la crisis entre los caputistas y los colaboradores de Karina, afectados por la situación de Menem, su principal asesor.
Durante una semana hubo parálisis en el poder y, aún hoy, los funcionarios conviven en un clima hostil y de desconfianza. En los últimos días, varios de ellos se comentaban por WhatsApp un video grabado por usuarios de subte, en el que cantan una canción que contiene en su estribillo la frase “Karina alta coimera” y que, con el correr de los audios, se popularizó en streamings y redes sociales.
Se habla de modificaciones para cuando pase el 26 de octubre, pero hay quienes aseguran que, si hoy se produjera una dura derrota electoral, los cambios deberían precipitarse. “Hay que cruzar los dedos y esperar que la tormenta perfecta no llegue”, dicen en el entorno presidencial. /
Clarín
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