Lunes 27 de Octubre de 2025, 21:00
El radical Roberto Sánchez sufrió este domingo otro golpe demoledor en las urnas. El exintendente de Concepción, que alguna vez fue señalado como la gran esperanza opositora para destronar al peronismo tucumano, apenas consiguió un 8,1% de los votos a nivel provincial en su intento por volver a la Cámara de Diputados. El número, magro y simbólicamente devastador, marca el punto más bajo de su trayectoria política y abre un interrogante inevitable: ¿seguirá intentando, o se retirará tras otra derrota rotunda?En 2023, Sánchez encabezó la candidatura a gobernador dentro de Juntos por el Cambio. En ese momento, su figura fue presentada como la mejor alternativa frente al poder justicialista. Los sectores opositores lo consideraban un dirigente capaz de romper la hegemonía peronista que domina Tucumán desde hace más de dos décadas. Sin embargo, pese a un clima de expectativas favorables, terminó perdiendo por una amplia diferencia frente a Osvaldo Jaldo.
Aquella elección fue su gran oportunidad. Muchos en su entorno la calificaban como “la elección de su vida”. Pero el radicalismo no supo capitalizar el cansancio social con el peronismo, ni construir una narrativa provincial sólida. Perdió por 300 mil votos, y lo que parecía un piso electoral, finalmente fue un techo: dos años después, ese caudal de votos se evaporó.
Los comicios legislativos del 26 de octubre terminaron de confirmar el ocaso político de Sánchez. Su lista no logró superar el 8% de los sufragios provinciales, ubicándose muy lejos de las fuerzas que concentraron el voto opositor y del arrasador triunfo del oficialismo peronista encabezado por el gobernador Jaldo.
Incluso en Yerba Buena —bastión opositor y distrito donde el radicalismo gobierna con el intendente Pablo Macchiarola—, Sánchez no logró romper el techo del 8%. El dato es contundente: ni el respaldo institucional del municipio ni el acompañamiento de figuras locales lograron evitar la catástrofe electoral.
Por si esto no fuese suficiente, uno de sus punteros terminó detenido el día de la elección en Las Cejas, acusado de entregar dinero a una fiscal de mesa.
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“Fue un resultado muy por debajo de las expectativas”, reconocieron en privado algunos dirigentes radicales, aunque en público intentan disimular el golpe. Pero los números son elocuentes: el radicalismo no solo perdió peso político, sino también presencia territorial y capacidad de movilización.
Parte del desplome puede explicarse por la fragmentación del voto opositor. La irrupción de La Libertad Avanza, con candidatos que se apropiaron del discurso antisistema, drenó votos del electorado que en 2023 había apoyado a Juntos por el Cambio. Al mismo tiempo, el peronismo tucumano se mostró más cohesionado que nunca, con una estructura electoral aceitada y un liderazgo fuerte en la figura del gobernador Jaldo.
Sánchez, en cambio, llegó a esta elección con un espacio debilitado y sin un mensaje claro. No logró diferenciarse de otras expresiones opositoras ni transmitir renovación. Su discurso, enfocado en su pasado de gestión y en promesas de “orden y transparencia”, resultó insuficiente para un electorado cansado y polarizado.
En menos de tres años, el dirigente que llegó a ser considerado “el radical con chances de hacer historia” quedó reducido a un papel marginal dentro de la política tucumana. Ni la estructura partidaria, ni su paso por el Congreso, ni su experiencia como intendente le alcanzaron para sostener un liderazgo competitivo.
Fuentes cercanas al radicalismo provincial admiten que el resultado “fue un golpe durísimo” y que el partido deberá “repensar completamente su estrategia”. Algunos ya sugieren un recambio generacional, mientras otros temen que la figura de Sánchez siga bloqueando la renovación por insistir en nuevas candidaturas.
Por ahora, Sánchez no dio señales de alejarse definitivamente de la política. Tras conocerse los resultados, declaró que “seguirán trabajando desde el radicalismo”, aunque evitó responder si volverá a ser candidato. En los hechos, su futuro inmediato luce incierto: sin cargo, sin estructura sólida y con una base electoral en retroceso.
Sin embargo, su derrota deja una lección contundente para la oposición tucumana: la falta de unidad, de discurso y de estrategia territorial tiene costos que ya no pueden ocultarse.
Roberto Sánchez pasó, en apenas dos años, de ser la esperanza blanca de la oposición tucumana a su mayor símbolo de fracaso. Perdió la gobernación cuando todos creían que podía ganarla, y ahora cosechó apenas un 8% en una elección legislativa donde ni siquiera el apoyo de sus correligionarios más cercanos pudo rescatarlo.
El radicalismo provincial deberá decidir si sigue atado a un liderazgo en declive o si busca una renovación real. Mientras tanto, la figura de Sánchez queda marcada como la de un político que tuvo todo para cambiar la historia, pero terminó siendo un capítulo más en la larga lista de derrotas opositoras en Tucumán.